Quince horas después...
Alejandro parpadeó y abrió sus ojos. Volvió a la realidad cuando las ruedas del avión dieron contra el pavimento de la pista de aterrizaje.
«Tranquilo, amor, voy a dejarte tan cansado que dormirás todo el maldito viaje».
Su cavernícola malhablado y libidinoso había tenido razón. Se sentía renovado después del sueño, listo para enfrentar lo que viniera, excepto el calor húmedo e infernal que lo envolvió una vez que puso un pie fuera del avión y dejó atrás el maravilloso aire acondicionado.
«¿Cómo soportas este calor de mierda?».
Después de un año, en donde había pasado un invierno crudo en Moscú, el clima sería más que un obstáculo, y la pregunta de Iván era completamente entendible ahora.
Tomó un Uber, que lo dejó en el hotel, donde dejó el equipaje, y de inmediato se comunicó con su hermano.
—¿Dónde estás?
—Estoy en la Sala Velatoria Municipal. Vamos a llevarla al cementerio en una hora más. Lo siento, pero...
—Está bien. Gracias por hacer lo posible y esperarme. Voy para allá.
Carlos observó el celular una vez que su hermano cesó la comunicación y luego se enfocó en el féretro frente a él. Los ceibos de un rojo profundo entre las manos amoratadas, el cuerpo pálido, con tintes violáceos en algunas partes que los breteles del vestido beige dejaban entrever, el cabello rubio cenizo deslucido y su rostro con la belleza que poco a poco se difuminaba. Fuera como fuera, esa mujer había sido su todo. Su padre había fallecido cuando eran apenas unos niños. Ella había trabajado y los había criado.
Los orbes miel con vetas verdosas se cerraron y las lágrimas cayeron mientras presionaba las manos frías y endurecidas. Lloró todo lo que pudo, intentando liberar el peso del dolor y el remordimiento. Su madre, la creadora de su mundo, estaba lejos, y solo deseaba marcharse con ella y que esta pesadilla terminara. Había cerca de una veintena de personas, escasos familiares, sobre todo vecinos que la conocían desde siempre. Sin embargo, cuando los pasos se oyeron a través del pasillo, todos voltearon a contemplar a ese hombre impresionante. No se parecía a Alejandro. El aire de belleza y sofisticación era mayor a como lo recordaba.
Ingresó a la sala y saludó muy bajo, un gesto que nadie correspondió. No era que a él le importara. Había dejado de tener en cuenta la opinión de la gente hacía muchísimo tiempo.
—Ale...
El hombre se acercó y no supo qué hacer hasta el momento en que, con absoluta certeza, Carlos se lanzó a sus brazos; se afirmó en su pecho y se sintió cómodo con la idea. Era tan diminuto a la par del metro ochenta y dos de Alejandro. El médico lo envolvió entre sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)
RomanceTe odio... Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello Te odio... Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes Todo en Gabriel Petrov era equivoca...