Te odio...
Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello
Te odio...
Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes
Todo en Gabriel Petrov era equivoca...
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¿Quién soy yo para escribirte? Es extraño, el Alzheimer no es como me lo contó el médico. Bueno, al parecer soy todo un fenómeno. Es raro que suceda antes de los 60 años. Sin embargo, aquí estoy, cansado, triste y aterrorizado porque hay lapsos en los que no recuerdo nada de mi vida, como si nunca lo hubiera vivido, y hay instantes en los que me siento tan fresco como una madrugada de primavera en Moscú.
Desde esta mañana la cordura se ha mantenido firme, y espero mantenerla hasta terminar de escribir este pedazo de papel, del cual desconozco si serás capaz de leerlo. Voy a rogarle a Calixta que te lo entregue. Confío en ella. Sé que en algún momento llegará a tus manos y de ahí en adelante dependerá de ti si me dejas entrar unos segundos a tu vida de nuevo o no.
El viernes, paseando por los alrededores de la casa, me encontré con un joven que me recordó a ti, de ojos de un verde puro y cristalino. Estuve a punto de caer sentado ante la sorpresa y de pronto quise verte.
Sabía que después de todo lo que había pasado no habría chance de estar ni siquiera a un kilómetro de ti y menos ahora en que poco a poco te estás transformando en toda una celebridad. ¿Quién habría imaginado que meterte en tantos líos te llevarían a la cima?
Supongo que la cara de tus hermanos y tu padre debe estar igual que la mía. Lamento que no puedas disfrutar esto con ellos. Siento haberte quitado a tu familia. Me aborrezco por todo el daño que el miedo me llevó a hacerte. Tú no tenías la culpa de amarme, de ser valiente y demostrar tus sentimientos hacia mí cara a cara. Fui yo el que falló, el que no vio más allá del prejuicio, quien se mantuvo en permanente negación.
Hubiera querido que la realidad fuese otra, que la vida me diera la posibilidad de elegir el camino que evadí esa noche que apareciste en mi puerta rogando amor de alguien que no valía la pena.
¿Cómo se habría sentido rozar con caricias tu piel mojada y bañada por la penumbra?, ¿Qué habría sido de nosotros si en vez de arruinarte la vida y golpearte te hubiera hecho mío?
Es de idiotas cuestionarse el pasado, pero cada vez que la cordura vuelve no dejo de imaginarte conmigo, a mi lado, debajo de mí, y es una tortura tan aberrante, como un cuchillo que te desuella a cada milímetro. No quiero morir sin haber probado tu cuerpo siquiera una vez, de tener consciencia cuando lo haga, y ese pensamiento absurdo me acompañara hasta el final de mis días, hasta el segundo cuando ya no recuerde ni siquiera quién soy. Sé que tú seguirás ahí, siempre joven y bello, el amor de mi vida.
Entonces, me he conformado con soñar y soñar, fugarme de este mundo, de Calixta, de mi enfermero, del médico y volar hacia ti, a tus labios, a tus pectorales fuertes, los cuales acaricio y beso. Sígueme la corriente, Gabriel. Sueña conmigo. Yace conmigo a mi lado en esta cama enorme de sábanas blancas. Dame tu sonrisa. Baña mi ego con tus palabras y demuéstrame que todavía estoy vivo.
