Quince días después...
—¿Se van?
Iván estaba afirmado en la isla de la cocina, mientras que Alejandro preparaba unos panqueques para el desayuno.
—Solo es por una semana, Charly —aclaró Iván de inmediato—. Ni te creas que te vas a librar de nosotros tan fácil. —Se acercó, tomó un puñado de cabello de la parte posterior de la platinada cabeza y lo tiró con fuerza, como solía hacerle a Alejandro.
Iván era un bruto hasta cuando estaba en modo cariñoso, pero en las dos semanas que llevaba junto a ellos estaba convencido de que su hermano era muy afortunado.
El ucraniano era protector, incondicional, y siempre estaba cuando Ale lo necesitaba. Y si tenía que guiarse por las decenas de moretones que el médico tenía bajo sus camisas, era un amante más que fogoso, además de ser millonario. Era un paquete muy interesante y completo.
—Deberías ponerte contento, ya que tendrás la casa solo para ti y Vanya —señaló Alejandro al tiempo que servía los platos y les colocaba la crema y las fresas.
Carlos sonrió y se encogió de hombros.
—Tienes razón, no lo había pensado de ese modo.
Iván y Ale se miraron con algo de preocupación. Ese gesto era extraño. A Carlos le sucedía algo más que ambos desconocían. Pese a los intentos, las murallas eran tan rígidas e impenetrables que nadie podía acercarse, sin importar cuánto lo amaran.
—¿Quieres ir con nosotros? Porque, sí es así, podemos...
—No, está bien, Ale. Es solo que...
—Charly, ¿qué pasa? ¿Puedes decirnos? No vamos a juzgarte.
Carlos tragó saliva, se aclaró la garganta y comenzó a golpear los dedos sobre el mármol de la isla.
—Es difícil de explicar, como si todo el tiempo me sintiera solo.
—¡Oye! No vas a estar solo, mi hermana te acompañará. Podrían salir incluso y mostrarte los hermosos lugares que tiene Moscú. Has estado aquí encerrado todo el tiempo, es hora de que explores las maravillas rusas.
Charly tenía tantas ganas de salirse del molde. Esas dos semanas le habían dado una claridad de los hechos que hacía años no tenía. Deseaba ser alguien más, no el estúpido muchacho rengo, quejumbroso, con rostro de niña. Deseaba... Mierda, lo deseaba a él...
Se había mantenido fuerte cada mañana, tarde, noche y madrugada, pegado al papel que le rogaba que marcara esos números y saliera de su tortura.
Había reproducido cientos de veces la conferencia de prensa y miles de veces los videos de los entrenamientos en donde Gabriel salía casi sin ropa, y entonces se imaginó con él. Aunque le dolía pensarlo, lo había hecho. Las fantasías iban en escalada. El hecho de escuchar su nombre se la ponía dura, y estaba harto de esto. Era una tortura imposible de soportar que solo se solucionaría con un encuentro.
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Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)
RomanceTe odio... Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello Te odio... Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes Todo en Gabriel Petrov era equivoca...