Te odio...
Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello
Te odio...
Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes
Todo en Gabriel Petrov era equivoca...
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—¿Cuándo se celebrará la pelea?
—El 12 de septiembre en Londres.
Los ojos grises de Iván estaban enfocados en las luces que estaban a varios metros, iluminándolos. Los periodistas estaban sentados frente a ellos.
—¿Por qué se decidieron por otro país?
—Gracias a ustedes, sin duda —espetó Iván. Se arremangó y apoyó los antebrazos en la mesa.
—¿De qué estás hablando?
—¿Qué? ¿Tú no has sido de los que se han cansado de hablar pestes de mí o de mi orientación sexual en vez de mi performance como deportista?
—Yo nunca...
—Escucha —interrumpió al periodista. Antón le tocó el hombro, intentando calmarlo, mientras del lado izquierdo Vladimir y Gabriel se daban miradas de asombro—, voy a decirte una cosa, y lo diré de frente porque, a diferencia tuya, no me escondo detrás de un micrófono o un traje que me hace lucir intelectual. Soy el campeón mundial, el mejor, no porque un fallo de un organismo lo haya dicho, sino porque he ganado cada jodido combate para llegar a donde estoy. Soy muy bueno en lo que hago y estoy profundamente enamorado de un hombre. Si eso a ti te escandaliza, es tu maldito problema, no mío.
Los murmullos y los comentarios crecieron, al igual que los flashes sobre Iván, que le dio una sonrisa ladina al periodista, el cual se había quedado mudo. Luego dirigió su vista hacia un costado, donde se encontraban Alejandro, Vanya y Carlos.
—Ятебялюблю. —Movió sus labios lentamente y le guiñó el ojo para que Ale entendiera su mensaje y que todos ahí se volvieran un poco más locos.
El médico puso la mano en su pecho y tragó saliva. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Yo te amo mucho más.
El calor de ambos los envolvió.
Carlos se sintió cohibido como todos ahí. La vergüenza terminó de alcanzarlo cuando observó los orbes esmeraldas, que lo escrutaban con detenimiento. Charly agachó la cabeza y se cruzó de brazos. Había tratado de ignorarlo desde que habían llegado, pero se hacía difícil.
—A este bastardo le encanta el circo —susurró Vlad. Se acomodó el saco negro de terciopelo y esperó su turno para responder preguntas.
—A todos nos gusta. Al menos él es sincero—agregó Gabriel, y el hombre frunció el ceño.
—¿Lo defiendes?
—¿Qué? ¿Vas a negar eso? Se acaba de enfrentar a cincuenta personas, que están más que ansiosas de ponerlo en los titulares y hacerlo pedazos.
—¿Alguna pregunta más? —indagó Iván, enfrentándolos. Esperaba que se atrevieran a decir algo frente a sus narices.
—¿Es verdad que la decisión de esta pelea se debe a que Gabriel envió al hospital a tu cuñado?
