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Carlos continuaba al lado de Gabriel en la cama y esta vez lanzó una risilla

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Carlos continuaba al lado de Gabriel en la cama y esta vez lanzó una risilla. ¿Cómo podía ese hombre ardiente convertirse en esa especie de momia que le daba pánico incluso tocarlo?

—¿Qué tanto me miras? —espetó el ruso con el ceño fruncido.

—A ti.

—Bueno, ya, me pones incómodo.

Carlos dio un suspiro y se sentó en la orilla de la cama. Tenía que irse antes de que terminaran peleando y el encantador sexo se tornara en una encantadora pelea.

—Puedes quedarte si quieres.

—No, seguramente alguno de tus empleados llegará temprano, y tú, con tal de que no me vean saliendo de tu cama, eres capaz de mandarlo a matar.

—¿Qué? ¿De pronto quieres que te presente como mi futuro esposo?

Charly le dio una mirada asesina mientras se colocaba el bóxer y lo tiraba, poniéndose de pie.

—Sé quién soy, Gabriel. Ya lo entendí. Soy tu secreto, del mismo modo que tú eres el mío. Traiciono en parte a mi familia al estar aquí contigo.

—Estás exagerando la situación. No traicionas nada porque no hay lealtades que cuestionar en este momento. Es un polvo, tan simple como eso.

—Entonces no te importara que me vaya a esta hora, ¿verdad? —Caminó hacia el comedor para buscar su pantalón y la camisa.

Gabriel fue tras él sin tener muy claro por qué lo hacía.

—Tú sabías a lo que venías. Ni pienses echarme la culpa de todo esto.

Carlos sujetaba la camisa blanca que Vanya le regaló. Había segundos en que deseaba cambiar lo que vivía.

—Yo no sé nada ni tampoco entiendo, Gabriel. Esto es nuevo e irritante. Yo solo sé que debería haberme quedado en mi país, al menos todavía tendría mi dignidad y no habría traicionado la confianza de Iván y de mi hermano.

—Eres cursi, enano.

—Y tú eres más frío y malo que el Grinch.

—¿El Grinch?

—Sí. Con seguridad serías capaz de arruinarle la vida a muchos con tal de mantener tu diversión.

Era una analogía cómica, pero a Gabriel no le causó gracia.

—Al Grinch le pasaron muchas cosas para convertirse en ese ser malvado.

—Nada amerita que trates a la gente como mierda. —Carlos iba a ponerse la camisa, pero Gabriel se la quitó de las manos—. Dame mi ropa, tengo que irme.

—¿De pronto quieres que seamos más que compañeros sexuales, enano?

—Nunca esperaría más de ti que sexo. Si quiero algo de verdad, debo buscarlo en otro lado.

Gabriel se había bañado en los lagos de Siberia una vez que estuvo allí hacía mucho tiempo. Recordó el frío y la forma en que su corazón estaba a punto de estallar cuando se hundía en el agua congelada. La repuesta de Carlos lo congeló peor que ese lago.

—¿Qué mierda significa eso?

Carlos enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Si quiero algo duradero, tengo que buscar a alguien que esté dispuesto a dármelo.

—¿Estás saliendo con alguien más?

Los orbes dorados brillaron con diversión.

—¿Ese sería un problema para ti? Tranquilo, tienes decenas de amantes dispuestas a reemplazarme en tu cama.

—No me has respondido la pregunta.

Gabriel lo llevó hacia la mesa desordenada y bien usada, arrojándolo sobre ella.

Carlos tenía un ataque de risa.

—¿Qué pasa, macho alfa? ¿De repente nos pusimos posesivos con lo que no te pertenece?

—No quiero que te acuestes con nadie más.

—Tú no vas a decirme qué hacer.

Gabriel lo sujetó del rostro y lo escrutó por varios segundos. ¿Por qué tenía que ser así de bello? ¿Por qué debía irritarlo?

Charly sonrió e hizo lo que ese estúpido cavernícola tenía vergüenza de hacer. Lo besó, quitándole tensión al momento, arrastrándolo de nuevo entre sus piernas.

—Sé valiente. Di lo que quieres, Petrov.

—Cállate.

—¿Qué deseas? —Rodeó el cuello con sus brazos trémulos y salpicó besos en su cuello. Necesitaba la respuesta honesta—. Quiero escucharte.

—Seamos exclusivos.

—¿Qué significa eso?

—Yo no he dormido con nadie después de ti, y no me preguntes el motivo porque no lo entiendo.

—Claro que lo entiendes.

—Enano, ¿por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles?

—Por el mismo modo en que tú te niegas a reconocer que te gusto mucho.

—Yo...

—Vamos, Gabriel —añadió Carlos. Puso una mano en el cuello del deportista y llevó la restante a su verga. El ruso lanzó un jadeo—. Eres muy heterosexual, para nada soy tu estilo. Soy un gnomo cojo con cara de niña, patético en la cama, y aun así tu pene se endurece apenas lo toco solo con un pequeño roce de mis labios.

—Cierra la boca. —Sujetó la mano de Carlos y ambos comenzaron a deslizarla por toda la extensión húmeda.

—Deseas mi boca del mismo modo que yo busco la tuya. Adoras mis gemidos en tus oídos, marcarme con chupetones en cada lugar donde pasas.

—A ti te encanta llevarme al límite.

—¿A ti no? ¿No es por eso por lo que estoy aquí hoy?

Gabriel cerró los ojos cuando el movimiento de ascenso y descenso se volvió rápido y duro, logrando que el semen brotara y tuviera que sujetarse del hombre frente a él, que suspiraba satisfecho.

—Acepta mi propuesta, Carlos, no te acuestes con nadie más.

—¿Y tú lo harás? ¿Me respetarás?

—Sí.

El corazón de Carlos vibró de emoción, la fragilidad que yacía bajo esa aura que buscaba imponer el control.

—Debo irme, Gabriel.

El ruso no iba a repetir la propuesta. Si Charly no aceptaba, se moriría de rabia, ahogado en su propia bilis. Ya había dado muchos pasos, demostrando que había sentimientos. Si a ese hombre no le importaba, debería conformarse con esto.

Carlos se vistió. Gabriel estaba sentado en el sillón, desnudo. Fingía que prestaba atención a su celular. El muchacho le dio una sonrisa tierna y se puso de cuclillas frente a él.

—¿Nos vemos mañana?

—¿Mañana?

El rubio asintió con liviandad.

—¿Tienes algo que hacer? Mi hermano e Iván llegan el domingo. Vanya está bastante ocupada con su novio, así que...

—Entonces aceptas.

—Sí, voy a ser tu...

—¿Compañero sexual exclusivo?

Era un concepto que denotaba caos. Carlos no servía para relaciones pasajeras. De pronto estar metido en una y con un tipo era lo más loco que le había pasado.

—Sí, Gabriel, seremos exclusivos.

Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora