Carlos tragó saliva mientras daba vueltas. Sus ojos recorrían cada espacio de ese enorme y antiguo lugar. Había llegado a La banya Sanduny, uno de los baños públicos más famosos de Rusia.
—¿En verdad reservaste aquí hoy?
Gabriel sonrió y se cruzó de brazos.
Esa postura de arrogancia que a Carlos ya no le parecía tan desagradable. De hecho, había comenzado a excitarlo como cada cosa que ese estúpido cavernícola hacía.
—Nunca esperes menos de mí, enano.
Charly puso los ojos en blanco cuando su amante lo llevó hacia él y lo besó con intensidad.
—Espera, los empleados.
—Son de confianza. Nadie dirá nada.
Antes de que volviera a protestar, la lengua habilidosa se metió en su boca, haciendo que sus piernas temblaran y que tuviera que sujetarse de los musculosos brazos. Gabriel trastocaba sus sentidos. Lo ponía tan caliente con un toque que se odiaba a sí mismo y a su escaso autocontrol. Era una receta para el desastre. Esto duraría el tiempo en que Gaby se mantuviera entretenido; no era a largo plazo. Sin embargo, si todo lo hacía dudar, ¿por qué estas actitudes del ruso lo alegraban de tal modo que su corazón se inflaba en el pecho?
—Vamos, tenemos que prepararnos.
Todavía perdido en la neblina del beso, asintió.
Ambos caminaron hacia el interior y llegaron hasta la sala privada.
—Escúchame bien, Carlos, nadie puede decir que ha estado en Rusia si no ha tomado un baño en una auténtica banya rusa.
Carlos asintió. Se cambió y se colocó una bata.
Un buen baño ruso incluía tres etapas: sauna, masajes y terapias de relajación, todo eso combinado con exquisitos manjares y bebidas fuertes.
—Sigo pensando que esto es demasiado peligroso.
—¿Qué? ¿Tienes miedo de que nos descubran?
—Me he estado conteniendo de compartir este hecho con mi propio hermano. Discúlpame si esto me parece una locura.
El techo de madera estaba muy cerca de sus cabezas en la sala.
Gabriel lo abrazó, abrió su bata y se concentró en el calor de la piel.
—Gaby... —Carlos gimió ante el candente contacto, sin más opción que apoyar su cabeza en los pectorales musculosos y acariciarlos, llevando sus manos de un lado a otro.
Gabriel susurró muy bajo.
—Me gusta el olor de tu cabello... de tu piel.
El ruso seguro tenía un complejo de bipolaridad. De ningún modo podía ser el mismo que hacía media hora lo trataba de enano molesto. Le gustaba más esta versión. El toque suave y excitante, y los dulces besos en las mejillas y en el cuello.
ESTÁS LEYENDO
Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)
RomanceTe odio... Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello Te odio... Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes Todo en Gabriel Petrov era equivoca...