—Mamá, cuéntame de nuevo la leyenda de Anahí.
—¿Todavía no la has memorizado?
—Me gusta escucharla de ti.
—Bueno, en la ladera del río Paraná vivía una princesa guerrera llamada Anahí, de rasgos poco atractivos, pero con una valentía que hacía que todos la admiraran.
—¿No era bonita?
—Hijo, la belleza no solo tiene que ver con lo exterior. Anahí era fuerte, valiente y protectora. Sin embargo, cuando los conquistadores extranjeros se enfrentaron a su pueblo, los nativos no pudieron vencerlos y la tomaron prisionera.
—¿Y qué le pasó?
—Una noche logró escapar de su prisión hiriendo a uno de los guardias, pero nuevamente los hombres la capturaron y la condenaron a la hoguera.
—Entonces, ella murió.
—No, amor, recuerda que ahí es donde se da el milagro. Anahí fue consumiéndose por el fuego en silencio y poco a poco se convirtió en un árbol de hermosas flores rojas.
—El árbol de ceibo.
—Sí, mi pequeño. A veces la belleza es algo insignificante. Sé valiente, dulce, y jamás te dejes vencer por la adversidad.
Habían pasado veinte años desde que su madre le había contado esa historia. Carlos nunca se sintió valiente y tuvo demasiadas dificultades para enfrentarse a la adversidad.
Detuvo el Mercedes que le había pedido prestado a Alejandro en frente de la mansión de Gabriel. Un Maserati gris cobalto estaba estacionado cerca de la puerta. Se echó para atrás en el cómodo asiento de cuero marrón y acarició el volante. Este no era su mundo. Gabriel e Iván, incluso su hermano, eran hombres exitosos que ganaban millones, y él era solo un muerto de hambre que vivía de la caridad de su cuñado y su hermano. Por más bondadosos que fueran, era la verdad ,y había que tener la decencia necesaria para aceptarlo.
Carlos no tenía gustos refinados, se ponía nervioso cuando estaba con mucha gente. Tenía un humor ácido que a pocos les gustaba y encima una rodilla maldita que lo hacía cojear o incluso lo incapacitaba por momentos.
Tenía que sincerarse, y la verdad era que tenía pocas cualidades buenas, excepto, al menos por lo que Vanya se había cansado de repetirle, su belleza. Y era lo que había hecho que un dios ruso como Gabriel Petrov se fijara en él y quisiera repetir sesiones maratónicas de sexo.
Se acomodó la camisa blanca y el saco azul, y descendió del vehículo. Tocó la puerta, y un poco agradable Gabriel salió a recibirlo. Usaba unos leggins negros con una camiseta verde oliva y estaba sudado, como si hubiera estado entrenando.
—Te esperaba hace media hora —espetó y señaló su reloj.
—¿Estás muy ocupado ahora? Porque si es así... —Su voz fluyó con sarcasmo, dando media vuelta para marcharse.
ESTÁS LEYENDO
Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)
RomanceTe odio... Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello Te odio... Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes Todo en Gabriel Petrov era equivoca...