Te odio...
Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello
Te odio...
Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes
Todo en Gabriel Petrov era equivoca...
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«Es hermoso».
Alejandro tocó las butacas negras acolchadas del lugar donde se celebraría la pelea entre Iván y Gabriel, recordando las palabras que había emitido la primera vez que lo vio.
Su novio junto con Antón, Vladimir y parte de la Federación Mundial de Kickboxing evaluaban el sitio. No era un lugar desconocido para Iván y tampoco para Alejandro. Aquí fue donde el médico se enamoró del deportista mucho antes de ser su médico. Cuando ese dios ucraniano puso un pie encima del ring con su pantalón diminuto y las gotas de agua remojando su cabello y deslizándose por su espalda y torso, Ale supo que no había algo más espectacular, que daría lo que fuera por estar, aunque fuera una vez, debajo de su cuerpo y vibrar con cada embestida.
El destino había sido tan bueno con él. ¿Quién habría pensado que tiempo después se convertiría en el médico deportivo de esa divinidad? ¿Quién se imaginaría que un liguero y un par de pantaletas sexis de encaje lo harían conquistar a ese hombre y hacerlo suyo de las formas que quisiera?
No, Alejandro nunca, ni en sus sueños más locos, hubiera esperado tener una mínima oportunidad con el Destructor. No obstante, allí estaba. Su novio conversaba con los demás hombres y de vez en cuando reparaba en él. Era tan posesivo, caliente y mágico cuando quería, tocando los puntos que a Alejandro enloquecían de una manera precisa.
Ale ignoraba de lo que estaba teñida su cara. Iván le observó por unos minutos mientras humedecía los labios y luego se mordió el inferior. Quería «guerra». No siquiera le prestaba atención al maldito palabrerío y los acuerdos engorrosos y estúpidos de los mánager. El médico se acomodó el cabello detrás de las orejas y le dio una sonrisa coqueta.
—¿Qué piensas tú, Iván?
—¿Cómo dices? —Giró su cabeza y volvió a la conversación con Vladimir y el resto.
—La iluminación creo que es insuficiente.
El deportista negó despreocupado.
—Es perfecta.
—Yo creo que puede perjudicarlos.
—¿Sí, Vlad? ¿Has peleado muchas veces aquí?
Antón frunció los labios, conteniendo la risa. A veces Iván se pasaba de hijo de puta.
—No hay necesidad de ser sarcástico, comento mi punto de vista. Es obvio que jamás he puesto un pie arriba de un ring.
Era tan sobrio y cordial. La postura de Vlad siempre había exasperado a Iván, quien era todo lo contrario.
—Ya lo sé. Era solo una broma. No te preocupes, le ganaría a Gabriel incluso en la oscuridad.
—Le haré ese comentario. Lo pondrá de muy buen humor.
—¿Eso fue una broma?
Vlad le dio una sonrisa tímida. El hoyuelo se marcó en su rostro.
