Gabriel le dio una risa ladina. Su mirada esmeralda recorrió la piel desnuda frente a él, la cual estaba humedecida y emanaba un suave vapor debido a lo caliente del agua.
«Eres un hombre, después de todo», lo pensó para sí mismo.
Carlos frunció el ceño. Por algún motivo, el escrutinio no lo hizo amedrentarse, al contrario, este idiota lo ponía de pésimo humor. Esa maldita cara de superioridad era exasperante. Si tuviera la fuerza necesaria, se la borraría de un solo golpe.
—El pequeño gnomo que lloriquea por cualquier golpecito.
—¿Cómo me llamaste?
—Encima de enano, sordo.
No era la idea que tenía en mente Gabriel cuando había decidido aparecer en el hospital pese a las decenas de consejos de su mánager. Jamás le había importado lastimar a la gente ni física ni emocionalmente, pero, por alguna razón, necesitaba saber que Carlos estaba bien. ¿Por qué carajo lo estaba provocando si había llegado ahí para pedirle disculpas?
Desconocía su nombre. No obstante, ese rostro había sido suficiente para recordarlo y no apartarlo un segundo de su cabeza.
«Un pequeño gnomo».
Había reído cuando se encontró buscándole un apodo en su cabeza al tiempo que aguardaba fuera del hospital, observando si alguno de los vehículos de los Zhukov estaba allí. Entonces llegó el momento de actuar. Alejandro salió del edificio junto a Iván y su hermana, marchándose, pero sin llevar a esa criaturita que había despertado en él una implacable curiosidad.
—¿Golpecito? —escupió Carlos con rabia al tiempo que Gabriel se acercaba y él retrocedía hasta la pared al lado de la puerta del baño.
El semblante se tornó sombrío. La dulzura fue reemplazada por un rictus amargo y amenazante, y Gabriel estaba más que complacido. Era genial enojarlo. La sangre se le llenaba de adrenalina y de algo desconocido que agitaba su corazón y cada músculo.
—Pobrecito, ¿eres una mariquita igual que tu hermano? ¿Tú también te le pones de rodillas a Zhukov?
—Yo no me arrodillo por nadie —replicó de inmediato. Cuadró sus hombros y se irguió mientras se enfocaba en el sujeto, que era dos cabezas más alto—, menos por un tipo que es el novio de mi hermano.
—¡Cuánta fidelidad! Cuéntale eso a alguien que te lo crea.
Gabriel reparó en la boca, la cual se fruncía de ira. Era rosada y perfectamente delineada. Los labios estaban paspados por el frío; ambos eran del mismo tamaño.
—No me gustan los hombres.
El ruso volvió a darle una sonrisa socarrona.
—Es que ya te imagino con una verga en la boca. —Hizo una seña obscena; llevó la mano en puño a su boca y la movió, simulando una felación.
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Mi secreto T.O Libro 2 (Gay +18)
RomanceTe odio... Charlie lo dijo mientras el aliento de ese hombre estaba sobre su cuello Te odio... Se lo repitió mientras embestía una y otra vez dentro de su ser y lo llenaba de sensaciones desconocidas y excitantes Todo en Gabriel Petrov era equivoca...