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Nos desviamos por una carretera de gravilla y Lauren apaga la música, por lo que lo único que se oye es el crujido de los guijarros bajo las ruedas.
De repente me doy cuenta de que estamos en medio de la nada, y empiezo a ponerme nerviosa. Estamos solos. Por completo. No hay coches, ni edificios..., nada.
—No te preocupes, no te he traído aquí para matarte —bromea, y yo trago saliva.
Dudo que sea consciente de que temo más a lo que pueda hacer yo estando a solas con ella que a que intente matarme.

Medio kilómetro después, detiene el coche. Miro por la ventanilla y no veo nada más que hierba y árboles. Unas flores silvestres salpican de amarillo el paisaje, y la brisa es cálida y agradable. La verdad es que es un sitio precioso y tranquilo. Pero ¿por qué me ha traído aquí?
—¿Qué vamos a hacer aquí? —le pregunto mientras salgo del coche.
—Bueno, pues empezaremos caminando un poco.
Suspiro. «¿Me ha traído aquí para hacer ejercicio?»

Al advertir mi amarga expresión, añade:
—Será un paseo corto.
Echa a andar por una zona de hierba que parece más plana por haber sido pisada varias veces. Caminamos en silencio la mayor parte del tiempo, excepto por algunos exabruptos groseros de Lauren quejándose de que soy demasiado lenta. Lo ignoro y admiro el paisaje que me rodea.

Estoy empezando a entender por qué le gusta este lugar aparentemente aleatorio. Es muy tranquilo. Se respira paz. Podría quedarme aquí eternamente, siempre y cuando me trajera un libro conmigo. Se desvía del sendero y se acerca a una zona arbolada. Mi desconfianza innata se activa, pero la sigo. Unos minutos después salimos del bosque y llegamos a un arroyo. No tengo ni idea de dónde estamos, pero el agua parece bastante profunda.

Lauren se quita la camiseta sin decir nada. Me fijo en su torso tatuado. El modo en que están dibujadas las ramas desnudas del árbol muerto resulta más atractivo que fantasmagórico bajo la luz del sol. Después se agacha y se desata los cordones de sus botas negras y sucias. Me mira y me sorprende observando su cuerpo semidesnudo.
—¿Por qué te estás desnudando? —pregunto, y entonces miro en dirección al arroyo. «¡Ay, no!»—. ¿Vas a nadar? ¿Ahí? —Señalo el agua.

—Sí, y tú también. Yo lo hago todo el tiempo.

Se desabrocha los pantalones y tengo que obligarme a no mirar cómo se contraen y se relajan sus músculos cuando se inclina para quitárselos.

—No pienso nadar ahí. —No me importa nadar, pero no voy a hacerlo en un lugar perdido en medio de la nada.

—Y ¿por qué no? —Señala hacia el río—El agua está tan limpia que puedes ver el fondo.

—Porque... seguro que hay peces y Dios sabe qué más ahí dentro. —Soy consciente de lo absurdo que suena mi argumento, pero me da igual—. Además, no me has dicho que íbamos a nadar, y no he traído ropa de baño. —Eso no puede rebatírmelo.

—¿Me estás diciendo que eres de esa clase de chicas que no llevan ropa interior? —dice con una sonrisa maliciosa, y la miro con la boca abierta, a ella y a sus hoyuelos—. Venga, puedes quedarte en
bragas y sujetador.

«¿En serio pensaba que iba a venir aquí y que me quitaría la ropa para nadar con ella?» Algo se remueve en mi interior, y siento una extraña calidez al pensar en estar desnuda en el agua con Lauren. Pero ¿qué me pasa con ella? Nunca antes había tenido esta clase de pensamientos y menos hacia una chica.

—No pienso nadar en ropa interior, pervertida —Me siento en la suave hierba—. Me quedaré aquí a mirartr—le digo.

Frunce el ceño. Ahora lleva puesto sólo top deportivo y un bóxer ajustado, y la tela negra se ciñe a su cuerpo. Es la segunda vez que la veo sin camiseta, y es todavía más fascinante aquí, a plena luz.
—Eres una sosa. Y tú te lo pierdes —dice simplemente, y se lanza al agua.
Me quedo mirando la hierba, arranco unas cuantas hojas y jugueteo con ellas entre los dedos.
Oigo a Lauren gritar desde el arroyo:

Después de ella [Camren G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora