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Me vuelvo hacia la ventanilla del coche; no quiero ser la primera en hablar.
Pasadas un par de manzanas, Lauren enciende la radio y la pone a todo volumen. Pongo los ojos en blanco pero trato de ignorarlo. Hasta que no lo soporto más. Odio su gusto musical, y me está dando dolor de cabeza. Sin pedir permiso, bajo el volumen y Lauren me mira.

—¿Qué? —salto.

—Caray, parece que alguien está de malas —dice.

—No, sólo es que no quería escuchar eso, y si alguien está de mal humor aquí, ésa eres tú. Antes te has portado fatal conmigo, y luego vas y me mandas un mensaje pidiéndome que me quede a dormir contigo. No lo entiendo.

—Estaba enfadada porque has sacado el tema de la boda. Ahora que ya hemos decidido que no vamos a ir, ya no tengo por qué estar de mal humor —replica en tono tranquilo y seguro.

—No hay nada decidido, ni siquiera lo hemos hablado.

—Sí que lo hemos hablado, y ya te he dicho que no voy a ir, así que déjalo de una vez, Karla.

—Puede que tú no vayas a ir, pero yo sí. Y esta semana pienso ir a casa de tu padre a aprender a hacer pasteles con Karen —le digo.

Aprieta los dientes y me mira fijamente.

—No vas a ir a la boda. Y ¿qué pasa?, ¿de repente Karen es tu mejor amiga? ¡Si acabas de conocerla!

—¿Y qué si acabo de conocerla? ¡A ti también acabo de conocerte!

Agacha la cabeza y me siento fatal, pero es la pura verdad.

—¿Por qué estás tan respondona?

—Porque no pienso permitir que me digas lo que debo o no debo hacer, Lauren. Olvídalo. Si quiero ir a la boda, iré, y me gustaría mucho que vinieras conmigo. Podría ser divertido, a lo mejor hasta te lo pasas bien. Significaría mucho para tu padre y para Karen, aunque a ti eso parece darte igual.

No dice nada. Deja escapar una larga bocanada de aire y yo me vuelvo otra vez hacia la ventanilla. El resto del trayecto transcurre en silencio, estamos demasiado enfadados para hablar.
Cuando llegamos a la fraternidad, Lauren saca mi bolsa del asiento de atrás y se la echa al hombro.

—¿Por qué eres miembro de una fraternidad? —le pregunto. Llevo queriendo saber la respuesta desde que descubrí que tenía una habitación aquí.

Respira hondo, echamos a andar hacia los escalones de la entrada.

—Porque, para cuando llegué aquí, todas las residencias de estudiantes estaban llenas, y ni de coña iba a vivir con mi padre. Así que ésta era una de las pocas opciones que me quedaban.

—Y ¿por qué te has quedado?

—Porque no quiero vivir con mi padre, Camila. Además, mira qué casa: está muy bien, y tengo la habitación más grande. —Sonríe pegada de sí misma y me alegro de ver que se le está pasando el enojo.

—¿Por qué no te vas a vivir fuera del campus? —le pregunto.

Se encoge de hombros. Es posible que no quiera tener que buscarse un trabajo. La sigo a su habitación en silencio y espero a que abra la puerta ¿De dónde le viene la obsesión de no dejar que nadie entre en su cuarto?

—¿Por qué no dejas que nadie entre en tu habitación? —pregunto.

Lauren pone los ojos en blanco al tiempo que deja mi bolsa en el suelo.

—¿Por qué siempre haces tantas preguntas? —gruñe, y se sienta en una silla.

—No lo sé... Y ¿por qué tú nunca las contestas? —replico y, cómo no, ella me ignora—. ¿Puedo colgar mi ropa para mañana? No quiero que se arrugue de estar en la bolsa.

Después de ella [Camren G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora