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Cruzo corriendo la puerta trasera y veo a Lauren caminando de un lado a otro en el porche. No sé qué puedo hacer para ayudar, dada la situación, pero sé que prefiero estar aquí afuera con ella a enfrentarme a su familia en el comedor después del numerito. Aun así, me siento culpable, ya que he aceptado la invitación a pesar de que Lauren no quería. Si de pronto ella comenzara a quedar con mi madre, sé que no me haría mucha gracia. «Ja, seguro que ella permitiría que eso ocurriera», señala mi subconsciente.
Como si me hubiera leído el pensamiento, Lauren me mira enfadada. Cuando me acerco a ella, se aparta.

—Lauren...

—No, Camila, para —dice tajante—. Ya sé que me vas a decir que tengo que entrar y disculparme. Pero no voy a hacerlo ni de coña, ¡así que no gastes saliva! ¿Por qué no vuelves dentro, disfrutas de la cena y me dejas en paz de una vez?

Doy un paso hacia ella, pero lo único que consigo decir es:

—No quiero volver adentro.

—¿Por qué no? Encajas de miedo con sus remilgadas y aburridas personalidades.

«¡Ay! ¿Qué hago aquí otra vez?» Ah, sí, eso es: ser el saco de boxeo de Lauren.

—¿Sabes qué? ¡Genial! Me voy. ¡No sé por qué no puedo dejar de intentarlo contigo! —grito, pero espero que no me oigan dentro.

—Porque no eres capaz de captar la indirecta, supongo.

En cuanto las palabras salen de su boca, siento que se me forma un nudo en la garganta.

—Ya me ha quedado bien clara —replico.

Permanezco mirando el patio de piedra e intento tragarme la punzada de dolor de sus palabras, pero es imposible. Cuando levanto la vista para mirar a Lauren, sus fríos ojos se encuentran con los míos.

—¿Ya está? ¿Ésa es tu respuesta? —Empieza a reírse y se revuelve el pelo con las manos.

—No te mereces ni un minuto más de mi tiempo. ¡Ni siquiera te mereces que te hable, ni que esa buena gente se moleste en organizar una cena para que tú la fastidies! Eso es lo que haces, fastidiar cosas, ¡fastidiarlo todo! Y ya me he hartado de ser una de esas cosas.

Las lágrimas me empapan la cara cuando Lauren se acerca a mí. Retrocedo, y tropiezo con algo. Me sujeta, pero me agarro a una silla del patio en su lugar. No quiero ni necesito su ayuda.

Al levantar la vista, noto que parece agotada. También lo percibo en su voz cuando dice por lo bajo:

—Tienes razón.

—Ya lo sé. —Y me aparto de ella.

A una velocidad que no esperaba, me agarra de la muñeca y tira de mí hacia su pecho. Me apoyo contra ella sin dudarlo, con unas ganas tremendas de tocarla. No obstante, he aprendido la lección, siento la alarma en los latidos de mi corazón acelerado bajo mi pecho. Me pregunto si Lauren también puede oírlos, o notar mi pulso en su mano. Su mirada está cargada de rabia, y sé que la mía es un reflejo de la suya.
Sin previo aviso, estampa los labios contra los míos, y el ímpetu de su boca me resulta casi doloroso.

Su reacción está tan movida por la desesperación y el deseo que estoy perdida. Perdida por Lauren. Perdida en el salado sabor de mis lágrimas en nuestros labios, perdida en sus dedos enroscados en mi pelo. Desliza las manos desde mi cabeza hasta mi cintura, y me levanta hasta la barandilla del porche.
Separo las piernas para ella y se coloca entre ellas sin despegar un solo instante la boca de la mía. Nos enredamos la una en la otra en una ola de calor y gemidos. Mis dientes rozan su labio inferior, lo que la hace gruñir y apretarme aún más contra sí.

Después de ella [Camren G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora