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Tras pasar unos minutos entre sus brazos, me pregunto si acceder a pasar aquí la noche ha sido una buena idea.

—¿Cómo voy a ducharme por la mañana? —digo.

—Puedes ducharte aquí.

Me besa en la mandíbula. Sus labios sobre mi piel me nublan la razón.
Sabe muy bien lo que se hace.

—¿En la casa de la fraternidad? ¿Y si entra alguien mientras me estoy duchando?

—Uno: la puerta se cierra por dentro. Dos: yo te acompañaré —dice entre beso y beso.

No me gusta su tono, pero decido ignorarlo.

—Vale, pero me gustaría ducharme ahora, antes de que se haga más tarde.

Asiente, se levanta y coge los vaqueros. Sigo su ejemplo y me pongo los pantalones, pero sin bragas.

—¿Sin bragas? —se burla.

No le hago caso. Pongo los ojos en blanco y le pregunto:

—¿Tienes champú? Ni siquiera me he traído el peine. —Estoy empezando a ponerme nerviosa de pensar en todas las cosas que no tengo aquí—. ¿Hisopos para los oídos? ¿Hilo dental?— continúo.

—Relájate. Tenemos hisopos para los oídos. Creo que también tenemos algún cepillo de dientes de sobra, y sé que hay uno o dos peines por ahí. También es probable que haya bragas de todas las tallas en alguna parte, por si también necesitas eso —me informa.

—¿Bragas? —pregunto antes de comprender que se refiere a las que se han dejado otras chicas—. Lo mismo da —añado, y se parte de la risa.

Espero que ella no coleccione las bragas de todas las chicas con las que se ha acostado.
Me acompaña al baño. Me siento más cómoda de lo que imaginaba con ella aquí, pero sólo porque ya he estado varias veces en este cuarto de baño. Abre el grifo y se quita la camiseta.

—¿Qué haces? —pregunto.

—¿Ducharme?

—Ah. Creía que iba a ducharme yo primero.

—Dúchate conmigo —dice tranquilamente.

—¡No! ¡De eso, nada! —me río. No puedo ducharme con ella.

—¿Por qué no? Te he visto desnuda y tú me has visto a mí. ¿Qué problema hay?

—No sé... Es que no quiero.

Sé que ya me ha visto desnuda, pero esto parece demasiado íntimo. Incluso más íntimo que lo que acabamos de hacer.

—Vale. Entonces, tú primero —concede, pero en su voz hay una nota de irritación.

Le sonrío con dulzura, me desvisto e ignoro su tono quejumbroso. Me pega un buen repaso y luego mira hacia otra parte. Compruebo la temperatura del agua y me meto.
Ella permanece en silencio mientras me mojo el pelo. Está demasiado callada.

—¿Lauren? —la llamo. ¿Me habrá dejado sola en el baño?

—¿Sí?

—Creía que te habías ido.

Aparta la cortina y mete la cabeza.

—No, sigo aquí.

—¿Qué te pasa? —le pregunto frunciendo el ceño, preocupada por ella.

Menea la cabeza pero no dice nada. ¿Se ha enojado como una niña porque no dejo que se duche conmigo? Me dan ganas de invitarla a que se meta, pero quiero que entienda que no puede salirse siempre con la suya. La oigo sentarse sobre la tapa del váter.
El champú y el gel huelen mucho a almizcle. Echo de menos mi champú de vainilla, aunque éste servirá. Habría sido mejor que Lauren se quedase a dormir en mi habitación, pero Bella estará allí y no quiero tener que darle explicaciones. Tampoco creo que Lauren fuera tan cariñosa con ella cerca. Me molesta pensarlo, así que procuro no hacerlo.

Después de ella [Camren G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora