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Una hora después, tras las advertencias de mi madre sobre los peligros de las fiestas y los estudiantes masculinos (usando un lenguaje que tanto a Shawn como a mí nos ha resultado bastante incómodo oír de su boca), por fin se dispone a marcharse. Como de costumbre, me da un abrazo rápido y un beso, sale del cuarto e informa a Shawn que lo esperará en el coche.

—Echaré de menos tenerte por ahí todos los días —me dice él con ternura, y me estrecha entre
sus brazos. Inhalo su colonia, la que le regalé dos Navidades seguidas, y suspiro. Parte de su intensa esencia
se ha evaporado, y entonces me doy cuenta de que echaré de menos esa
fragancia y la seguridad y la
familiaridad que me transmite, por mucho que me haya quejado de ella.

—Yo también te echaré de menos, pero hablaremos todos los días —le
prometo, y aprieto los brazos alrededor de su torso y entierro la cabeza en su cuello—. Ojalá empezaras aquí este año también—. Shawn mide sólo unos centímetros más que yo, pero me gusta que no sea mucho más alto.

Mi madre solía bromear conmigo cuando era pequeña y decía que un hombre crece dos centímetros por
cada mentira que dice.
Mi padre era bastante alto, de modo que no voy a poner en duda su lógica.

Shawn acaricia mis labios con los suyos..., y entonces oigo el claxon del
coche en el aparcamiento.
Mi novio se ríe y se aparta de mí.
—Tu madre es muy persistente. —Me da un beso en la mejilla y se
apresura a salir por la puerta
mientras grita—: ¡Te llamo esta noche!

Una vez sola, pienso en su presurosa salida durante un instante y empiezo a deshacer las maletas. Poco después, la mitad de mi ropa está perfectamente doblada y guardada
en un cajón de la pequeña
cómoda; el resto está colgada en el armario. Hago una mueca de dolor al
ver la cantidad de prendas
de cuero y de estampado animal que llenan el de mi compañera. Aun así, la curiosidad se apodera de
mí y me sorprendo pasando el dedo por un vestido confeccionado con una especie de metal y por otro cuyo tejido es tan fino que es prácticamente inexistente.

Al sentir los primeros síntomas de agotamiento tras las emociones del día, me tumbo en la cama.

Una extraña sensación de soledad comienza a apoderarse de mí, y no ayuda en nada que mi compañera de cuarto se haya ido, por muy incómoda que me hagan sentir sus amigos.

Tengo la impresión de que no pasará mucho tiempo por aquí, o, peor aún, que tendrá invitados con demasiada
frecuencia. ¿Por qué no podía tocarme una chica a la que le gustase leer y estudiar? Supongo que
podría ser algo positivo, porque tendré la pequeña habitación para mí sola, pero todo esto me da
mala espina. Hasta ahora, la universidad no está siendo como yo imaginaba o esperaba que fuera.

No obstante, me recuerdo a mí misma que sólo llevo unas horas aquí.

Mañana será mejor. Tiene
que serlo.

Cojo mi agenda y mis libros de texto, relleno mi horario con las asignaturas del semestre y anoto las posibles entrevistas para el club de literatura al que quiero apuntarme; todavía no lo tengo decidido, pero he leído las opiniones de algunos estudiantes y me gustaría informarme un poco más.

Quiero intentar buscar a un grupo de gente con intereses similares a los
míos con los que charlar. No
espero hacer muchos amigos, sólo los justos con los que poder quedar e ir a
comer de vez en cuando.

Planeo una excursión fuera del campus para mañana, y así comprar algunas cosas que necesito para
el cuarto. No quiero atestar mi lado de la habitación como lo ha hecho Bella, pero me gustaría añadir
algunas cosas mías para sentirme un poco más como en casa en este
espacio con el que no estoy
familiarizada. El hecho de no tener coche todavía me dificultará un poco
las cosas. Cuanto antes
consiga uno, mejor. Tengo bastante dinero entre las estrenas que me dieron por mi graduación y los
ahorros que conseguí trabajando en una librería en verano, pero no estoy
segura de querer sufrir el estrés que supone tener un coche ahora mismo.

El hecho de vivir en el
campus me proporciona
acceso total al transporte público, y ya he estado investigando un poco las
líneas de autobús.
Mientras pienso en los horarios, las chicas pelirrojas y los chicos poco
amistosos repletos de
tatuajes, me quedo dormida con la agenda en la mano.

A la mañana siguiente, Bella no está en su cama. Me gustaría conocerla,
pero eso va a ser difícil
si nunca está. Quizá uno de los chicos que estaban ayer con ella era su
novio. Por su bien, espero que
sea el rubio.

Cojo mi bolsa de aseo y me dirijo a las duchas. Puedo decir ya que una de
las cosas que menos
me va a gustar de vivir en una residencia de estudiantes va a ser el
momento de la ducha. Ojalá las habitaciones tuviesen su propio cuarto de baño.

Bueno, es incómodo, pero al menos no serán mixtas.

O... eso pensaba yo y ¿quién no lo pensaría?. Cuando llego a la puerta
convencida, veo que hay dos figuras impresas en el cartel, una masculina y una femenina. «Uf.» No me puedo creer que permitan esto. Y no me puedo creer que no leyese nada al respecto cuando estaba investigando sobre la WCU.

Veo una ducha abierta y paso apresuradamente entre los chicos y las chicas semidesnudos, corro
la cortina hasta que está bien cerrada, me desvisto y dejo la ropa en el
colgador exterior palpando a
ciegas con la mano al otro lado de la cortina. El agua tarda demasiado
tiempo en calentarse, y durante todo ese rato estoy temiéndome que alguien abra la fina cortina que separa mi cuerpo desnudo del resto de los chicos y las chicas presentes.

Todo el mundo parece sentirse cómodo con los cuerpos semidesnudos de ambos géneros paseándose por ahí; de momento, la vida universitaria me está resultando muy extraña, y sólo llevo aquí dos días.

La ducha individual es minúscula y apenas hay espacio suficiente para
poder estirar los brazos por delante de mí.
Mi mente viaja hasta Shawn y mi vida en casa. Distraída, me vuelvo, le doy con el codo a la ropa y la tiro al suelo mojado. El agua cae sobre ésta y la empapa por completo.

—¡Venga ya! —gruño para mí mientras cierro el grifo del agua con rabia y me envuelvo con la toalla.
Recojo la pila de prendas empapadas y corro por el pasillo, esperando con
todas mis fuerzas que nadie me vea.

Llego a mi cuarto, introduzco la llave en la cerradura y me relajo al instante en cuanto cierro la puerta al entrar.

Hasta que me vuelvo y veo a la chica pelinegra, tatuada y grosera tirada sobre la cama de Bella.

Después de ella [Camren G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora