28 | dorian

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Llevó una nueva papa frita a su boca, se limpió en el pantalón y continuó apretando los botones del control, intentando meter un gol

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Llevó una nueva papa frita a su boca, se limpió en el pantalón y continuó apretando los botones del control, intentando meter un gol.

-¿Quieres una papita?-preguntó sin dejar de mirar la televisión.

-No gracias.-murmuró Gilbert, leyendo su libro de biología.-Oye Dorian, ¿no planeas ayudarme con la tarea acaso?

-En cuanto le gane a este bastardo.-murmuró, llevándose otro puñado de papas a la boca bajo la atenta mirada de Gilbert.

Solía preguntarse si él era el único chico que se preocupaba excesivamente por su peso.

Suspiró, dejándose caer de espaldas sobre el colchón.

-¿Vendrás al recital verdad?-preguntó en voz baja, frunciendo el ceño.-Dios, quisiera que hubiera una palabra menos gay para eso.

Dorian soltó una risita, mientras asentía.

-Si, suena medio gay.-admitió divertido.-Y si, obviamente iré.

-No se si quiero que el resto de chicos vaya, siento que van a reírse de mi.-bufó, cerrando los ojos.

-Tal vez los que no son nuestros amigos...bueno, elimina el tal vez, el resto de chicos del equipos son unos idiotas, lo sabes.-dijo serio.

Gilbert apretó los labios, sabiendo perfectamente a lo que se refería su amigo.

Cuando Dimitri recién entró en la escuela y se unió al equipo de fútbol, solían dejar ropa interior femenina dentro de su casillero, o maquillaje, cosas aparentemente pequeñas que afectaban demasiado a Dimitri.

A veces aún escuchaba comentarios desagradables en las duchas, pero al menos ya no eran tan obvios.

No desde que el entrenador sacó al quarterback unos días antes del torneo, el chico perdió su oportunidad de ir a una universidad con un excelente programa de deportes.

-Si, odio que en nuestro equipo hayan tantos mononeuronicos.-murmuró Gilbert.

Dorian rió, no sabía porque ese insulto le causaba tanta gracia.

-¿Recuerdas cuando fueron a la clase de danza a reírse de ti y Charline les gritó lo patéticos que eran?-preguntó con una enorme sonrisa.-Amo a esa mujer.

-Si.-dijo Gilbert sonriendo.-Charline da un montón de miedo pero igual es genial.

Unos cuantos golpes en la puerta de la habitación llamaron la atención de ambos adolescentes.

-Dorian, la pizza llegó.-avisó su madre en cuanto abrió la puerta.-Bajen a comer.-murmuró en voz baja.

-Oh si.-celebró el nombrado en voz baja, pausando el videojuego.

-Uhmmm, creo que ya me voy.-susurró Gilbert, cerrando su libro de texto al igual que su libreta.

-No seas tonto cielo, quédate a comer, hay suficiente para todos.-susurró su madre con una ligera mueca que pretendía ser una sonrisa.

-Si, podemos terminar la tarea después de comer.-ofreció Dorian, colocándose un calcetín de patitos.

-Esta bien.-murmuró derrotado el moreno.

Mientras bajaban por las escaleras, las manos de Gilbert comenzaron a sudar y cuando el olor a pizza chocó con sus fosas nasales quiso llorar de solo pensar en la cantidad de grasa y carbohidratos que ingeriría.

Dorian dejó una pequeña palmada en la pequeña cabeza llena de rizos de su hermano menor, Terry, quien lo miró mal y le lanzó un pepperoni directo al ojo.

-Ya niños.-dijo la mayor en voz baja.

Ella siempre hablaba lento y despacio, no hay un solo recuerdo en la memoria de Dorian, desde que Terry nació, en donde ella hubiese elevado la voz o hablado más rápido, ni siquiera cuando peleaba por teléfono con alguna persona de los servicios públicos.

Tal vez fuera su adicción a los calmantes.

-¿Como te ha ido Gilbert? Hace mucho que no venias por aquí.-dijo la mujer, llevándose dos pastillas a la boca.

-Ma, Gilbert vino la semana pasada.-informó Dorian en un susurro, tomando una rebanada de pizza.

-Ah, cierto.-murmuró mirando fijamente el hielo flotando en su agua.

-Toma mamá.-susurró Dorian, colocando el plato frente a ella.-¿Quieres que le ponga ketchup?

Después de unos largos quince segundos, la mayor asintió débilmente.

Dorian preparó la rebanada de pizza bajo la atenta mirada de Gilbert.

A él siempre le había entristecido la situación en casa de Dorian, su padre se había ido hace cuatro años, unos meses después de que Terry naciera, su madre tenía depresión post parto y a el hombre le hizo perder los nervios, así que solo se fue.

Dorian se hacía cargo de prácticamente todo, pagaba las cuentas con la pensión por discapacidad de su madre y con su sueldo, el chico tenía dos empleos y con suerte podía tener ratos libres una vez a la semana, como el de esa tarde.

A veces ni el mismo Dorian creía que pudiera ir a la universidad, no sin dinero ahorrado para la matrícula y no sin tiempo para poder mantener a su pequeña familia a flote.

Y eso le dolía a Gilbert, su amigo era la persona más inteligente y brillante que hubiese conocido en toda su vida, el sueño más grande de Dorian era trabajar para la Nasa y que no pudiera lograrlo por falta de tiempo y recursos era una mierda.

Además sabía que no tenía que sentirse culpable, pero no podía evitarlo.

Mientras él tenía tres padres amorosos que se preocupaban por él, Dorian tenía una madre que parecía más un fantasma de la misma.

-Gracias cariño.-agradeció la mujer un par de minutos después de que Dorian dejara su pizza lista frente a ella y le diera un beso en la frente.

-De nada.-respondió, limpiándole la boca a Terry.

-¿No comes, cielo?-preguntó la rubia en un susurro, mirando a Gilbert, que miraba fijamente la rebanada frente a él.

-Si, si.-respondió nervioso, tomando la pizza, para darle una pequeña mordida.

Lo odiaba.

Odiaba sentir esa opresión en su pecho o escuchar todos esas voces y risas de su pasado que se burlaban constantemente de su aspecto.

Se aguantó las lágrimas, respiró profundamente y continuó comiendo, fingiendo que eso no le afectaba en absoluto.

Para su mala suerte, Dorian siempre había sido jodidamente bueno estudiando a las personas.

Y ya tenía bastante tiempo observando y estudiando el comportamiento de su mejor amigo.

Quien, Justo como se lo esperó, en cuanto terminó la tercera rebanada, se excusó con una sonrisa y se fue casi corriendo hasta el baño.

Solo para confirmarse a sí mismo lo que pasaba con su amigo, lo siguió al baño y pegó su oído a la puerta, escuchando las ligeras arcadas de Gilbert.

Mentiría si no dijera que se le rompió el corazón.

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Charmolipi 📀  [LGBTQ+]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora