Charmolipi 📀 [LGBTQ+]

35 | clementine

Espero voten y comenten mucho porque escribir sobre esto fue algo muy personal.

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Respiró entrecortadadamente, mientras golpeaba levemente su cabeza con las palmas de sus manos, aumentando la fuerza con la que se golpeaba.

Se detuvo abruptamente al escuchar a su madre entrar a la habitación y fingió seguir dormida.

Cerró los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas caer por su piel, mientras la escuchaba tomar sus zapatos altos y salir de la habitación, cerrando la puerta de la habitación detrás suyo.

Clementine abrió nuevamente los ojos y se acostó boca arriba, apretando los dientes con fuerza, hasta que escuchó la puerta del departamento cerrarse.

Su mamá finalmente se había ido al trabajo.

Con un suspiro, y una respiración para tranquilizarse, cerró los ojos en un nuevo intento por dormir.

No funcionó muy bien, porque volvió a escuchar los gritos, risas y llanto, aumentando cada vez más el volumen, hasta que se volvía insoportable.

Con un jadeo, se levantó de la cama, sintiendo sus manos temblar, al igual que su labio inferior.

Con el mayor sigilo posible salió de la habitación, evitando a toda costa despertar a Serenna o a la bebé Angelique.

Al cerrar la puerta, fue prácticamente corriendo al pequeño cuarto de baño que todos compartían.

Fue directamente a su escondite de marihuana, pero se detuvo antes de tomar la pequeña caja, mirando a su alrededor atentamente.

-Si, las cortinas.-susurró para sí misma, caminando hacia la ventana.-Malditos espías.-murmuró en un gruñido, cerrando las cortinas bruscamente.

Después llevó su mirada al techo, intentando encontrar alguna cámara que la vigilase.

-Ahora las hacen secretas Clemen.-se dijo a sí misma, golpeándose con fuerza la cabeza.-Estupida Clementine.

Se subió sobre la taza del baño y comenzó a palpar el techo, intentando encontrar alguna cámara o micrófono.

Incluso se subió en el lavabo, sin interesarle que pudiera caerse o quebrarse, ella quería, no, tenía que encontrar los objetos con los que la estuvieran vigilando.

Dos horas después de revisar a detalle cada mínimo rincón del baño (tuberías incluidas), sonrió y gateó desesperada hasta su caja, como un náufrago sediento corriendo a una botella de agua.

Cerró con fuerza los ojos al escuchar un montón de gritos, como si hubiese bajado al mismísimo infierno.

Sin siquiera pensarlo, golpeó su cabeza contra la pared, con fuerza.