»Confianza.

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Yo nunca hubiese imaginado que lo mío fuese la inspiración; en verdad… nunca la había tenido. Cuando era pequeña, no era igual a las otras niñas, esas niñas que creen en príncipes, unicornios, elefantes rosas, amor verdadero ni nada por el estilo. Hasta podría decirse que lo repugnaba ¡Iu!

Yo era… madura, hasta cierto punto claro. Recuerdo una vez, cuando yo acababa de cumplir siete; mi padre vino a casa con una princesa de esas dé a metro y medio: vestido rosado ampón, cabello rubio y ojos azules. Me puse de colores y se la bote a la cara, después salí corriendo y me encerré en mi habitación; que para entonces era diminuta considerando que mi padre aun no llegaba al éxito y muy apenas podía mantenernos a Elizabeth y a mí.

Mis padres golpearon la puerta de mi habitación muchas veces, pero no abrí -si lo sé, era berrinchuda desde entonces-  Elizabeth me grito que dejara de ser tan niñata ¿Lo pueden creer? ¡Por favor! Que éramos pobres, que la estaba jodiendo y que me llevaría con un puto psicólogo a la mañana siguiente ¡Porque estaba loca! Anthony le rogo que se callara, pero se puso histérica y termino gritándole a él también. Casi pude jurar que escuche un golpe y después todo se silenció. Me preocupe mucho, pero no me puse a llorar. Abrí la puerta y mi padre aún seguía ahí con la muñeca rota ahora de un brazo. "Perdón, papi" dije y lo abrace. Esa noche los dos dormimos juntos, me ayudo a pegarle el bracito a la princesa y si… al día siguiente mi querida madre me llevo a un loquero, y de los más caros.  ¡Agh, mi madre!

Disculpa… - una vocecita me hace salir de mi ensoñación y parpadear en busca del dueño. Un pequeñito de cabello rizado -como nido de pájaro- de no más de siete años, me miraba desde una distancia considerable con sus orbes azulitos y rasgados. Sacudí la cabeza atontada antes de volver al chiquito quien hacia una mueca - ¿Perdón? - balbuce. El niño rizado señalo hacia mis pies. ¡Oh! El balón de futbol - ¿Podrías lanzarlo? - susurro. Sonreí anchamente y asentí dándole una ligera patadita para que el esférico llegara a el - Gracias - sonrió mostrando dos enormes y lindos hoyuelos para después salir corriendo a donde al parecer su madre lo esperaba. Me quede medio embobada observándole saltar a los brazos de su madre. El niño era muy parecido a… ¡Dios! Ya tenía que estar delirando.

Me froto el rostro con ambas manos y observo a mí alrededor. No me había dado cuenta de que ya había obscurecido. Apago rápidamente la laptop y echo todo al bolso mientras me coloco el suéter un poco después tiritando de frio. Me cuelgo la mochila y me sacudo los pantalones bañados en pasto antes de comenzar a caminar hacia la placita de centro. La gente comenzaba a retirarse poco a poco, así que imagine que era pasada de las ocho de la noche. Aquí en Carolina, no es como en las Vegas o NY; aquí normalmente es raro que alguien tras noche. Tal vez fue eso por lo que escogí vivir en ella… no estoy segura. Y prefiero no estarlo. Solo vivir el momento. Aunque eso conlleve tantas responsabilidades.

Mi celular suena en la bolsa ¡Mierda! A buena hora la eh dejado dentro. Suspiro con frustración revolviendo el contenido, cuando finalmente lo encuentro la llamada ha parado ¡Genial! ¿Por qué siempre sucederá lo mismo? Me siento en el borde de la fuente para esperar que vuelva a sonar. Lo hace. Contesto.

Hola pa - me es inevitable sonreír aunque él no pueda verme - Hola cariño ¿Dónde estás? ¿Trabajando? - estiro las piernas, las tengo demasiado delgadas, esquelética - Ahm… no, solo trabajo los fin de semanas - lo cual era perfecto ahora que lo veía. Si seguía así no tendría problemas cuando volviese a la universidad - ¿Entonces? Hace más de una hora que estoy sentado a tu puerta y nadie abre - salte desprevenida casi cayendo a la fuente encendida - ¡¿Qué estás en dónde?! - balbuce. Él se rio - Como ya oíste… ¿No piensas venir a abrirme? - ¡Había vuelto! Me reincorpore y comencé a dar grandísimas zancadas rumbo a la carretera más cercana. Tenía que conseguir un taxi lo más rápido posible - ¡Obvio sí! Ya voy para allá… ¡No te vayas! - le grite y el volvió a carcajearse. Ese Anthony era un caso.

Una vez más, ¡Admítelo Preston! ✔✔ [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora