Capítulo 7

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Fared

Maldita sea, esto no está funcionando, esto va de mal en peor.

Me mantengo sentado a un costado de la cama y me revuelvo el cabello ¿Por qué mierda se me ocurrió alzarla de esa manera? Ahora no puedo quitarme la imagen de su bonito trasero.

Qué inapropiado, soy un perverso.

Contrólate, maldita sea.

Oigo dos golpecitos en la puerta de mi habitación de la posada, así que me sobresalto, reacciono entonces me levanto y contesto.

—¿Sí?

La puerta se abre de manera lenta y veo a Irina entrar al cuarto de forma tímida.

Creo que me titila un ojo.

—¿Qué haces aquí? —le digo molesto y la veo de mala manera.

—Fared, creo que vi una rata en mi cuarto, mátala —pide nerviosa.

—¿Es en serio?

—¡Sí, es enorme! —Levanta los puños.

—Pídele al posadero.

—No puedo, está durmiendo. —Hace puchero.

—Irina, es una maldita rata, tienes un dragón de mascota, deja de fastidiarme.

—¿Mascota? —Se indigna y se cruza de brazos—. Doru es mi compañero, no una mascota.

—Sí, como sea ¿Te puedes ir? —Alzo una ceja.

—¡No, hay una rata! —insiste y baja los puños.

Bufo.

—Por los dioses, que me den la paciencia que no tengo.

—¿Por qué me odias? —Hace puchero otra vez.

Me estremezco.

—¿Odiarte?

—Sí, me tratas mal.

—Trato a todo el mundo mal. —Alzo una ceja.

—¿Y Jacky, qué?

—¿Qué con Jacky? La trato igual de mal o peor, no sé de qué hablas.

—Se llevan bien, yo los vi —declara y me río.

—Nos entendemos, pero eso es todo, la muñeca y yo vivimos situaciones parecidas —refiriéndome al maltrato psicológico.

—¿Por qué muñeca? —pregunta curiosa y ladea la cabeza.

—Porque es una muñeca.

—¿Y eso qué significa? —Frunce el ceño.

—Que es sexy y manejable, aunque lo de manejable ya no tanto. —Me río de nuevo.

—Así que sexy... —Se queda pensativa.

—Sí, tú eres una niña escandalosa, para nada sexy.

Lo dice el que se quedó pensando en su trasero por horas, qué hipócrita.

Qué perverso.

Qué mierda, aleja esos pensamientos de ti, los quiero muy lejos.

—Vete a matar a tu maldita rata —le digo y frunzo el ceño.

Se sobresalta.

—¡No! Fíjate tú, por favor.

—¿Quién te consintió así para que le tengas miedo a una rata? Puedes encargarte tú misma de esta.

—¡Qué no! —expresa avergonzada y puedo notar sus mejillas rojas, incluso aunque esté oscuro.

Podría agarrar esos cachetitos sonrojados y unir mi boca con la suya, es demasiado tierna.

No, hombre, no.

No olvides tu promesa, estúpido.

Maldito trasero bonito, que me hizo recordar que tengo pensamientos impuros con esta mujer.

Necesito irme con una prostituta pronto y olvidarme de esto.

Belleza del Cielo #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora