Capítulo 42

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Rebecca

Askar me ha pedido que no salga de los aposentos, pero necesito averiguar solo la maldición. Después de todo soy la única que entiende más del tema, fui criada por sacerdotisas. Además no pretendo acercarme a Kael, así que su sueño no se cumplirá.

He sido muy cautelosa para llegar hasta aquí, nadie me ha visto y he cerrado las puertas, nadie puede seguirme.

Estoy en la guarida del culto. Camino por la sala y descubro el lugar donde calculo que Irina fue atacada. Hay una jaula, una plataforma, velas y la sangre fue limpiada, pero todavía quedan manchas secas.

Reviso algunos libros y oigo el sonido de una cortina moverse, así que frunzo el ceño. Me sorprendo al ver a Kael, estoy segura de que cerré las puertas.

—¿Cómo entraste? —pregunto confundida.

Sonríe.

—Hola. —Camina despacio y toca la plataforma, sus dedos rozan el concreto de forma suave—. Es triste todo lo que pasó aquí —opina.

—Sí —contesto en un tono bajo.

Se me acerca y toma el libro que tengo en la mano, lo abre pasando cada página.

—No creo que encuentres mucho aquí —aclara.

—Los textos antiguos hablan de la maldición, pero no cómo deshacerla.

—Supongo que Jaelyne es la única que puede hacer eso.

—Para eso debería recordar y si ocurre, todas lo haríamos, porque la única forma de recuperar la memoria es con el artefacto, pero eso significaría la muerte de Irina.

—Sí, muere en el acto y de forma muy dolorosa —expresa triste—. La Belleza del Desierto fue muy cruel.

Cierra el libro y se acerca a mí, siento su respiración mientras apoya el objeto de nuevo en el estante. Pudo moverse, para que no haya proximidad entre nosotros y no invadir mi espacio personal, pero no lo hizo.

—Nos odiaba y envidiaba —agrego—. Pero Jacky ya no es así.

—Cierto. —Alza la vista a mirarme, aunque sin alejarse ni un centímetro—. Ahora se llevan bien.

Me observa fijamente. Decido moverme a un costado, para alejarme de su cercanía. Camino por la sala, revisando más libros. Kael me sigue con la vista en todo momento, causa escalofríos.

Entiendo porque Askar me quiere lejos de este hombre, Kael se comporta bastante extraño.

—No has cambiado nada —opina.

—¿Disculpa? —Lo miro dejando otro libro en su lugar.

—No importa qué vida tengas, siempre me rechazas.

—Si lo dices porque me alejé de ti, pues me parece muy inapropiado de tu parte lo que hiciste, soy una mujer casada y tú estás con Jacky, no entiendo tu comportamiento.

Se ríe.

—Perdón, no fui específico. Hay formas de deshacer la maldición, sin necesidad de que recuerden y sean heridas —Me cambia el tema.

—¿Y cómo sabes tanto?

—¿Tienes tu collar? —consulta.

—¿Eh? No ¿Por qué?

—Mierda —se queja y luego suspira, bajando la mirada—. Bueno, no importa, ya llegué hasta aquí, adelantaré pasos.

—¿De qué hablas? —Lo observo confundida.

Gira su vista hacia mí.

—Océano, eres muy inteligente, por eso Desierto te envidia tanto, ella es más poderosa, pero sabe que tú puedes superarla cuando quieras, aunque nunca entendió que a ti no te interesa el poder, así que te quitó lo más preciado, el afecto.

—Me estás asustando, Kael —digo nerviosa.

Sonríe con malicia.

—Ese es el punto, no soy Kael.

Tomo una bocanada de aire al sorprenderme.

—¿Cómo?

—Soy Morket en el cuerpo de Kael, el dios de las tinieblas. Tomé su cuerpo prestado, ya que el ritual no se concretó y no pude salir. Aunque claro, él puede mover su físico a su antojo cuando toma consciencia de estar presente, pero ni sé da cuenta que estoy aquí en realidad.

Estoy estupefacta.

—¿Y por qué me lo estás contando? ¿No crees que pueda explicarle la situación?

Se ríe.

—De hecho creo que eres una excelente mujer, tienes el don para convencer a cualquiera.

—¿Entonces?

—Serás la primera. —Me mira con mucha seriedad.

—¿La primera? —Enarco una ceja.

Alza la mano.

—¿Ven conmigo, Océano? No recurramos a la violencia.

—Adivinaré, están cerradas las puertas. —Retrocedo.

—Sí, tú las cerraste. Ven conmigo, Océano —insiste.

Trago saliva.

—¿A dónde?

—A casa. Te extraño, de verdad.

—No iré contigo, soy una mujer casada, tengo una vida aquí. —Muevo mis dedos.

—No uses tu poder contra mí, Océano, estás débil, no es bueno para tu salud. Además, lastimarás a Kael, él no tiene la culpa. Pasemos esto de la manera más tranquila posible.

—No. —Me giro para irme, pero me agarra de la mano, deteniéndome, tironea de esta y me atrae hacia su cuerpo, o mejor dicho el de Kael—. Suéltame.

—Ni con tu vida de diosa, ni con tu vida de humana, nunca me has querido. —Acaricia mi mejilla y me observa fijamente—. Y yo que te estimo tanto, Océano. Desierto no entiende tu potencial, es una mujer muy celosa, pero me encanta que ahora se lleven bien, así siempre debió ser.

—Déjame ir —insisto.

—¿Sabes lo que más me duele? Que esa rivalidad hizo que Cielo sufriera, Cielo siempre sufre y eso me duele.

—No me importa, no sé de qué hablas, ya no soy esa persona, así que deja de... —Me callo cuando siento los labios de Kael sobre los míos.

Me agarro de su ropa con fuerza, no logro soltarme. Percibo que pierdo el aliento, no puedo respirar. Se lleva mi energía, casi que me desvanezco. Mi agarre se afloja cuando me siento débil, entonces separa su boca de mí. Respiro con agitación y me levanta entre sus brazos. Las puertas se abren solas mientras avanza por los pasillos. Mi vista está borrosa y el sonido se escucha tenue, pero me doy cuenta que ya estamos fuera de la guarida.

—Ah, el marido —expresa Morket y visualizo a Askar frente a nosotros, reconozco en un vilo su cabellera rojiza—. Te mandé a hacer mucho papeleo, pero parece que mi trampa para distraerte no funcionó, ahora tendré que encargarme de ti de otra manera.

Belleza del Cielo #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora