Capítulo 15

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Irina

Llevamos horas caminando, oigo el sonido de los grillos, veo el enorme túnel, se nota que al fondo se abre paso para llegar al bosque, aunque ya hay hierbas por todas partes.

Nos detenemos.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Fared se da la vuelta y mira a Doru.

—¿No era que iba a estar en el aire? —Señala a mi dragón.

Me río.

—No quiere dejarme sola, y no me puede ver si cruzamos por aquí. —Doru gruñe mirándolo enfadado y lo tranquilizo tocando su trampa—. Ya, ya, pequeño.

—No es pequeño —aclara Fared y me vuelvo a reír.

—En eso tienes razón.

Avanzamos con Doru por el camino hasta que lo cruzamos, fuera del túnel que no es muy largo, está el gran bosque, cubierto por la noche, los árboles y la luz de la luna.

Ahora los grillos se escuchan mejor, creo que puedo oír ranitas también. Huele a tierra mojada, debe haber un arrollo cerca, porque también se nota el sonido del agua.

—Estate alerta —me avisa Fared—. Estamos en la zona de las ninfas, las comúnmente llamadas sirenas de los bosques, son muy peligrosas porque solo les importa proteger su territorio.

Alguien está cantando.

—"Váyanse de aquí" —se oyen en susurros.

Y la advertencia se repite seguidas veces.

Viendo que no nos movemos, se escuchan pisadas en las ramas de los árboles, como dando unos saltos sobre estas. Visualizamos a varias mujeres con orejas puntiagudas y ropas verdes para camuflarse entre las hojas. Tienen arcos y lanzas apuntándonos.

—Linda bienvenida. —Sonríe Fared y desenvaina su espada.

Los susurros se siguen oyendo en el bosque, son sus susurros, hablan muy bajo y hay una melodía a la vez, es extraño pero causa escalofríos.

Mi dragón ruge cuando somos atacados y unas ninfas son golpeadas por él. Fared se defiende con su espada y yo esquivo las armas. Doru tira fuego, pero lanzan sogas contra él, que detienen su trompa. Fared continúa encargándose de algunas pero son demasiadas. Unas locas que los hacen marearse con su canto.

Si seguimos así este viaje habrá sido para nada, no lo permitiré. Saco mi lanza que cuelga de mi espalda y miro al cielo, los árboles lo tapan un poco pero lo puedo ver. El viento comienza a surgir, se forma una tormenta, mi cabello comienza a ser rubio y mi trenza se desata, mientras cada hebra se mueve con la ventisca. Mi respiración es agitada, pero no me detengo. Empieza a llover, intento controlar dónde caen los rayos y logro mi cometido, las ninfas retroceden, se retiran.

Pierdo el equilibrio al gastar toda mi energía en esa tormenta.

—¡Irina! —grita Fared corriendo hasta mí y me ataja.

Lo poco que noto es que mi cabello vuelve a ser castaño, el clima sigue igual de tormentoso y se oye un murmullo a lo lejos.

—Creo que se fueron —opino en un sonido leve.

—Te subestimé. —Sonríe tocando despacio mi labio inferior—. Hiciste bien, pero no vuelvas a intentar algo así, es peligroso para tu salud —expresa preocupado mientras me sigue sosteniendo.

Me río.

—Sí, es agotador —Intento inclinarme pero el cansancio no me deja—. ¿Oyes eso? —pregunto cuando escucho los murmullos más de cerca.

—Mierda —se queja.

—¿Qué sucede? —cuestiono ya que mi vista está borrosa.

—El culto de las diosas te vio.

¿Y eso qué significa? ¿No son los que vinimos a buscar? ¿Por qué sería malo que me vieran?

Tengo mucha jaqueca, debo dejar de pensar, y de hecho lo hago, porque al cerrar los ojos, de tan cansada que estoy, termino perdiendo la conciencia.

Belleza del Cielo #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora