Capítulo 22

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Fared

Es el baile, estoy estresado de ver tanta gente y ahora con esto tengo que cruzarme todavía con más personas. Refunfuño cuando la fastidiosa de Ditia se aferra a mi brazo como siempre, es como un gancho que no se me quiere soltar nunca.

Oigo las puertas y veo que el príncipe Alisther se adentra en el salón, aunque mi atención se centra en su acompañante.

Han pasado días, pero parece que fueron años. Ese vestido blanco con dorado, como el que tenía la última vez que la vi, la hace ver preciosa. Todo le queda bien a ella.

Puedo sentir mis pensamientos impuros asomarse, así que dejo de observar a Irina.

De repente me río viendo que Ditia se cae al suelo, así que me burlo.

—¿Qué te pasó? ¿Y esos tacones?

Dejo de regocijarme cuando me doy cuenta no se tropezó de manera natural, aquí no debería haber esa clase de viento.

Giro mi vista hacia Irina, que cuando se da cuenta que también la estoy mirando, mueve su vista hacia Alisther y lo agarra del brazo.

Entrecierro los ojos.

«¿Podría ser?». Me lo pienso.

Aunque no lo analizo mucho, porque su manita en el brazo de ese, me hace olvidar de lo que intentaba entender.

Irina

Siento una mano en mi brazo y soy apartada de los presentes en el salón. Mi espalda choca con una columna de un pasillo contiguo, mientras se oye la música cerca. Me encuentro con sus ojos observarme de manera fija, ni un instante deja de mirarme, así que siento mis mejillas arder, poniéndome nerviosa.

—Ho... hola —le digo tímida, hace días que no veía a Fared.

Se siente raro, pasamos días enteros juntos en ese viaje, ahora estamos aquí y ni una mirada habíamos podido cruzar.

—¿Conseguiste lo que te pedí? —Va directo al punto.

Bajo la vista avergonzada.

—No, no he encontrado ese símbolo en ninguna parte. —Vuelvo a mirarlo—. ¡Juro que he buscado en la mayor parte del castillo, no he estado vagueando ni nada! —digo alterada.

Se ríe.

—Te creo.

Sonrío, mis mejillas todavía se sienten calientes.

—Oh, qué bien.

—Hay que seguir buscando, infórmame de cualquier cosa, ¿de acuerdo? —me pide y asiento, entonces se aleja, dejo de sentir su tacto en mi brazo—. Ahora volveré con la insoportable de Ditia, tú regresa con tu principito.

Frunzo el ceño.

—Ditia —repito.

—¿Qué con ella? —Alza una ceja—. Eso me recuerda, ¿tú la hiciste caer?

Me sobresalto.

—¿Eh?

—Sí, se cayó en la sala, pero no de una manera normal.

Mi sonrojo va en aumento.

—Fue sin querer. —Bajo la vista avergonzada—. Estaba enfadada y el viento solo se movió, no fue a propósito, sabes que no lo controlo —expreso sincera, encontrándome cada vez más nerviosa—. Lo siento, no tengo idea de por qué me enojé.

Se forma un silencio, vuelvo a mirarlo, me observa fijo. Me estremezco cuando siento de nuevo su cercanía, ya que él otra vez se me aproxima. Está a muy pocos centímetros de mi boca.

—Irina, tú...

—¿Sí? —Trago saliva.

Se ríe.

—¿Estás celosa?

—¿Qué? —Me percato.

No lo había pensado así.

—No deberías. —Acaricia mi cabello y mueve un mechón detrás de mi oreja—. Eso está muy mal.

—¿Es malo?

—Muy malo. —Sus labios rozan los míos y siento que todo se tensa en mí, solo puedo oír mi corazón moverse muy rápido—. ¿Recuerdas el día en la taberna? Te puedes ofender otra vez.

—¿Qué me quieres hacer?

Lo miro raro, pero no me muevo ni un centímetro, incluso hasta debería empujarlo, pero no lo hago.

Siento sus labios presionar contra los míos, me cuesta respirar así que por acto reflejo abro mi boca, pero es un error porque segundos después noto como adentra su lengua.

Hace mucho calor.

Me agarro de su ropa, fuerte y no lo suelto. Mis dedos tiemblan. Jamás me habían besado, así que realmente no entiendo lo que está pasando. Gimo en su boca, sus manos recorren mis curvas. Puedo sentir sus dedos acariciar el fino vestido, mientras el tacto de sus labios continúa atacándome sin detenerse en lo absoluto.

Mis piernas tiemblan y mis manos sudan por los nervios. Cada vez se me dificulta más respirar, es como si me estuviera comiendo. Tomo una bocanada de aire cuando se separa de mí, quiere matarme. Nuestras respiraciones continúan agitadas, aunque no ha soltado en ningún momento mi cintura.

Me estremezco cuando se acerca mi oído, entonces contesta al fin a mi pregunta.

—Te haría tantas cosas, niña escandalosa. —Se aparta de mí y mantengo mi espalda en la columna, él se relame los labios sin dejar de observarme—. Vuelve con tu principito —insiste—. Ese sí es un caballero.

Tardo un poco pero reacciono, entonces me voy corriendo.

Belleza del Cielo #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora