24. Una verdadera amistad

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Cristal

No supe cuánto tiempo pasó exactamente, pero al despertar ya me encontraba en la enfermería de una de las academias. Había otros chicos allí, totalmente inconscientes, pero no por las mismas razones que yo, sino por otros ataques que hubo en los últimos días. La enfermera que se dio cuenta que desperté me preguntó cómo estaba y me administró unos medicamentos para que me sintiera mucho mejor. No me dejó hacer ninguna pregunta porque me informó que mi familia estaba esperando afuera y que dentro de un rato podrían pasar.

Sin embargo, minutos después de que abandonó la enfermería, Declan entró casi corriendo y con una mano sobre el pecho. Tras él venían mis padres y más atrás Noel con una expresión realmente triste.

—Dios mío, Cristal, mi amor, ven aquí. —Declan estiró sus brazos y me abrazó estrechamente.

—Me duele aún —dije riendo un poco.

—Lo siento, lo siento. —Me agarró de ambas mejillas con sus manos y me dio besos por toda la cara—. ¿Estás bien?

Sus lindos ojos celestes me miraron atentos y sonreí para que estuviera tranquilo, pero sabía que eso no sería suficiente. Para Declan nada era suficiente, especialmente un gesto tan reconfortante como una sonrisa.

—Estoy bien, lo juro.

Se separó de mí y dejó que mis padres se acercaran también para ver cómo estaba. Ambos me acariciaron el cabello y me besaron la frente delicadamente.

—Pensamos que...—Mamá se quedó en silencio y sus ojos se aguaron, lo cual me hizo sentir mal.

—No llores, mamá, estoy bien. —Tomé su mano y la acaricié un momento.

—Lo importante es que ahora estás mejor —mencionó papá—. Oh, mi linda Cristal, me alegro tanto de que despertaras.

—Gracias —susurré—. ¿Los chicos están afuera?

—Sí y alguien que no pensé que vendría —respondió mamá.

—¿Christopher? —pregunté sin pensar. Su nombre salió de mi boca como si tuviera vida propia y ni yo entendí por qué.

—Quiero hablar con Noel primero. A solas, por favor.

Ellos accedieron y salieron de la habitación junto con Declan, dejándonos a Noel y a mí para hablar tranquilos. Estiré mi mano para que se acercara y lo invité a sentarse a mi lado en la camilla. Lo abracé y le di un beso en su mejilla para demostrarle que todo estaba bien.

—Estoy maldito —susurró con voz seria, pero triste.

—¿Qué? No, no, jamás vuelvas a decir eso.

—Soy venenoso, Tal. Casi te maté. —Posó sus ojos azules como el cielo nocturno y vi que los tenía lleno de lágrimas como las estrellas adornan el cielo, las cuales se rehusaban a caer.

—Noel, fue un accidente. Escúchame, eres un alma bondadosa y no dejes que nadie te diga lo contrario, ¿si? Solo debes aprender a controlarte. Además, fue mejor que me pasara a mí a que lo intentaras con alguno de tus amigos. No tengas miedo porque yo estaré siempre para ti.

—¿Lo prometes?

—Claro que lo prometo. No dudes de eso.

—¿No estás enojada entonces? ¿No tienes miedo?

—Jamás tendría miedo de ti y no, no estoy enojada.

—Te quiero mucho, Tal. —Se aferró a mi cuerpo con sus pequeños brazos y no pude hacer más que abrazarlo de una forma protectora. Jamás imaginé sentirme así por un niño, pero haría lo que fuera por él. Noel era como una luz que iluminaba mi camino y estaba agradecida de tenerlo en mi vida.

—También te quiero mucho, de aquí al infinito.

Ambos reímos divertidos y después de estar un rato abrazados, se fue para que los demás pudieran entrar a verme. Pensé que Kenneth sería el primero en entrar, pero me sorprendí al ver que se trataba de Christopher. Estaba preocupado, claramente y su piel blanca tenía un ligero tono azulado que cada vez desaparecía un poco más.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Yo debería preguntar eso, no tú.

—Estoy mejor ahora. ¿Por qué estás azul? —Rei un poco y él me miró serio.

—Porque tú estás azul. ¡Dios! ¿Qué rayos pasó? Pensé que iba a morir del dolor.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Sentí lo que tú sentías y no fue nada bonito, lo cual me perturbó porque ni siquiera sé por qué lo sentí.

—Apuesto a que fue la maldición. ¿En qué diablos pensaban los arcángeles? Nunca nadie será tan poderoso como para combatirlos.

—Sé lo mismo que tú. Cristal, tengo miedo —confesó.

Christopher, el gran y temido vampiro, acababa de confesar que tenía miedo y no entendía por qué. Este era un momento digno de una película dramática, pero no dije nada porque no quería incomodar.

—¿Por qué tienes miedo?

—Todo es muy raro. Esta maldición es extraña y no la comprendo. Además, ya llegó a un nivel físico máximo. —Me mostró la cicatriz de su brazo y pude ver las formas de unos pequeños dedos marcados allí—. Es una quemadura y se supone que siendo vampiro, debí curarme, pero no. ¿Cómo te quemaste?

Me miré inmediatamente el brazo y vi que lo tenía vendado, pero supuse que también tenía quemaduras.

—Fue Noel, pero no tiene idea de lo que le pasa, Christopher. No quiero preocuparlo, así que no digas nada, por favor.

—No lo haré, tranquila. Solo venía para asegurarme de que estabas bien y de que también lucías como un pitufo.

—Muy gracioso. Tú eres un vampiro pitufo ahora. Que buena mezcla.

Ambos nos miramos y reímos alegremente, lo cual sirvió mejor que cualquier remedio porque olvidé el malestar que aún sentía. Después de que se despidió y salió de la habitación, dándome una última mirada, Kenneth entró cautelosamente. Me observó desde la puerta y suspiró profundamente al verme despierta, como si fuera un gran alivio para él.

Se acercó a mí y tomó mi mano para depositar un suave beso en ella, lo cual se me hizo un gesto muy lindo. Tomé la suya y también le di un beso, provocando una risa nerviosa de su parte. No faltaron palabras para entender lo que me decía tan solo con una mirada. Se alegraba de que estuviera bien y eso valía más que nada en el mundo para mí.

—Ven —pedí—. Acércate.

Se agachó un poco para quedar a mi altura y acaricié su nariz con la mía, lo cual lo hizo sonreír. Después pegué mi mejilla contra la de él, sintiendo la textura y el calor de su piel, mientras que suspiré profundamente... por él.

Me tomó suavemente de la cintura y me abrazó con cuidado de no lastimarme porque, como dije, aún me dolía el cuerpo. Rodeé su cuello con mis brazos y así nos mantuvimos por un largo rato, tan solo abrazándonos.

Kenneth era quien me daba tranquilidad y me sentía protegida junto a él. A veces no deseaba más que pasar días enteros a su lado, haciendo cosas tan humanas como un dibujo o cocinando a pesar de que apestábamos en ello.

Después de tener nuestro momento a solas, entraron los demás. Blas y Mia corrieron a abrazarme, Tristán me abrazó también, pero con más cuidado, Adam me dio un beso en la sien y Jasmine uno en la mejilla. Si bien no pasábamos tanto tiempo juntos, siempre estaríamos allí cuando uno de nosotros más lo necesitara y eso, para mí, era una verdadera amistad.


***

Ya está junta la pandilla de nuevo ❤️😥. Solo falta una integrante.

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Los Caídos #5 - La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora