48. Lunáticos con reglas lunáticas

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Después de que Christopher y yo nos saludamos felices de volver a vernos, Mia procedió a contarle lo más importante del día. Su reacción no fue para nada cómo creímos la verdad y no sabía si estar agradecida o no.

Ningún grito, palabra o sonido salió de su boca. Tampoco golpeó o arrojó nada. Christopher se mantuvo en silencio, mientras permanecía sentado en el sofá de la casa de los Bravhe. Mia le había contado sin muchos rodeos lo que pasaba y él se puso más blanco de lo que era, lo cual me asustó un poco. De hecho, pensé que se desmayaría.

Tristán estaba disfrutando aquel momento porque reía silenciosamente, mientras que Mia le lanzaba miradas de advertencia para que se comportara.

—¿Chris? —dijo Mia cautelosa—. ¿No vas a decir nada?

—No podré hacer esto sin Cora —dijo en un susurro.

Tristán y yo nos miramos entre sí, mientras que Mia bajó la cabeza y cerró los ojos un momento. Entendía que Christopher tenía miedo especialmente por lo que señalaba la historia en el grimorio de César. Además, él vivió todo el sufrimiento por Mia al ser una criatura no antes vista.

—Donde quiera que esté, Cora nos cuida —dijo ella sentándose al lado de su padre—. Además, nos tenemos a todos nosotros. Tenemos a Cam, a Clemente y a toda la familia de Tristán. Lo que me pasó a mí fue en momentos muy difíciles y la familia de Cora me quería, pero ahora ellos no están.

—Pero habrán otras amenazas, Mia. Eso lo sé mejor que nadie. He vivido por mucho tiempo y he hecho miles de enemigos.

—No hay nada que podamos hacer más que protegernos —señaló Tristán—. No escaparemos porque eso no servirá de nada. Enfrentaremos lo que sea que venga.

—Dios mío —susurró Christopher—. ¿En qué estaban pensando ustedes dos? ¿Acaso no conocen métodos de protección? No, no me digan. Solo necesito un tiempo a solas.

Los tres nos dirigimos a la salida para que tuviera el tiempo necesario para pensar y aclarar su mente. Sin embargo, me detuvo y me pidió que me quedase con él a lo cual no me pude negar.

—Tengo miedo por ese niño o niña, no por mí —comentó.

—Por tu nieto, Christopher.

—Sí, mi nieto. Es mejor empezar desde ya a ocultarlo. Nadie puede saber que es mi nieto —dijo algo enojado—. ¿Sabes el peligro que supone?

—Sí, lo sé, pero no puedes vivir con miedo toda la vida. ¿Crees que Cora hubiese querido eso? —pregunté—. Además, lo único que ese niño aprendería sería a vivir con miedo y sin saber protegerse, lo cual no es justo. Tú y yo sabemos de antemano que no es justo.

—¿Qué más queda por hacer? —preguntó—. Absolutamente nada. Ahora, es mejor que Mia se mude a la academia.

—Sabes que no puede a no ser que haga la ceremonia.

—Entonces, la hará por el bien de su hijo, le guste o no.

—¿No deberías preguntarle primero? Ya no es una niña.

Me miró de mala gana y suspiró en forma de aprobación. No le quedaba de otra porque no podía determinar la vida de las personas como él quisiera, incluso si se trataba de su propia hija.

Después de hablar por un rato más acerca de otras cosas para que se tranquilizara, decidió que era momento de hablar con Mia. Le explicó por qué debía hacer la ceremonia y todo lo que eso conlleva a lo cual ella no reaccionó de buena manera.

—Absolutamente no —dijo Mia—. ¿Estás loco? Un vampiro jamás ha hecho la ceremonia antes. No sabemos si eso puede afectarme y en consecuencia al bebé. Además, sabes perfectamente que no quiero pertenecer a esa alianza de lunáticos con sus reglas lunáticas. Sin ofender, chicos.

Tristán y yo reímos levemente y nos encogimos de hombros.

—Mia, es de suma importancia que protejas a ese niño a toda costa.

—Y lo haré. No te preocupes de eso. Soy una vampira con los malditos poderes de un elemental, ¿qué puede pasarme? Ya no soy esa niñita indefensa que alejaron de sus padres. —Sonrió de medio lado e hizo un gesto con la mano—. Soy la supuesta criatura a la que todos temen y si quieren venir por mí o por mi hijo, se las verán conmigo.

Los Caídos #5 - La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora