58. La naturaleza siempre encuentra su balance

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🌑🧊

Estaba nerviosa, realmente nerviosa y que el suelo comenzara a moverse por segunda vez no ayudó de mucho. Al igual que el círculo de piedra de la mujer en llamas, otro círculo surgió de la tierra, pero este tenía otros dibujos. Eran las fases de la luna.

La piedra se abrió en dos y poco a poco, comenzó a subir una estela de luz blanca azulada. Cuando estuvo completamente afuera y flotando sobre la piedra, tomó la forma de una mujer también muy hermosa. Su piel era de color azul grisáceo, sus ojos plateados y su cabello negro azulado. Usaba un vestido blanco y largo que la hacía lucir como un fantasma, pero uno bonito.

—Camille, hija de los ángeles —dijo sonriendo un poco. Sin embargo, podía notar tristeza y preocupación en su voz y mirada.

—¿Cómo sabes eso? ¿Quién eres?

—Soy la Diosa de la luna. Necesito ir por mi hermana antes de que mate a todos mis descendientes.

—¿A los lobos? ¿Ellos son tus descendientes?

Asintió rápidamente y su cuerpo nuevamente tomó forma de luz blanca, la cual desapareció por los cielos. Nuevamente quedé sola y quise gritar de la frustración, pero no lo hice.

Abrí un portal al laboratorio, ya que no me importaba si los directores me veían o no. Yo solo quería salvar a mi amiga y saber si Tristán estaba allí también. Cuando estuve del otro lado, me quedé petrificada por todo lo que estaba pasando.

Cristal estaba haciendo un campo de fuerza y dentro de él estaban todos los nefilim, elementales, vampiros, banshees y caídos que habían ido a combatir. Fuera de allí estaban los experimentos vueltos locos porque querían atacarlos como fuese, mientras que Ane'leh reía sin parar.

Tal me miró de inmediato y negó con la cabeza rápidamente para que me fuera, pero ya era demasiado tarde porque ya todos me habían visto. Vi que los directores gritaron y me hicieron gestos de enojo, pero no podía escucharlos del todo, así que solo me encogí de hombros.

De pronto, una luz potente explotó por todos lados, provocando que muchos taparan sus ojos, especialmente los vampiros. Estaba bastante segura de que, de no ser por el campo protector de Cristal, de seguro habrían muerto, ya que la Guerrera del Fuego es la hija del sol.

Ella tomó forma frente a todos nosotros y no pude dejar de pensar que era muy hermosa, tanto que atraía la atención de muchos. Era como el oro. Miró a los experimentos vueltos locos que aún querían atacar a los nuestros y negó lentamente con la cabeza.

—Le dije todo el peligro que conllevaría, pero no me hizo caso —mencionó la hija del sol—. Ahora tendré que matarlos a todos aunque no quiera. La naturaleza y el balance así lo requiere.

—Perdón, pero ¿quién eres tú? —preguntó Ane'leh—. No tienes ningún derecho a atacar a mis animales.

—Ellos son algo oscuro y maligno. Deben morir —respondió con una sonrisa la mujer de oro.

Su cabello danzaba como ondas de fuego por todos lados y de sus manos salieron unas potentes llamas. Miró a sus objetivos y sonrió levemente como si disfrutara de lo que estaba a punto de hacer. Sin embargo, algo se interpuso entre ella y los experimentos.

—¿Por qué haces esto? ¿No te bastó con la maldición? —preguntó triste la Diosa de la luna.

—Es mi deber porque le diste poderes a un humano. Estoy limpiando tu desastre —dijo la otra.

—¿Cómo puedes venir a echarme en cara eso si tú también le diste poderes a un humano? —La Diosa apuntó a Ane'leh y todos allí nos sorprendimos mucho—. ¿Vas a negarme que ella es tu descendiente y que por eso tiene el poder de dormir a los hombres?

Los Caídos #5 - La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora