Después de dejar a Adam en la enfermería de la academia de los Hunter, quise volver a Atalana por Will y Daniel, pero me topé con Cristal. Ambas nos miramos y reímos divertidas por la pelea que habíamos tenido cuando no nos recordábamos. Después de eso, me colgué de ella como un koala y seguimos riendo.
—Dios mío. No puedo creer que todo esto haya pasado.
—Somos maldiciones andantes —dije riendo—. ¿No crees?
—Definitivamente. —Me apretó fuerte contra ella y se movió de un lado a otro, haciéndome reír—. Con razón me sentía tan... vacía.
—No te preocupes más porque ya volví —dije fingiendo arrogancia.
—Me alegro tanto —dijo abrazándome aún más—. ¿Ya viste a los demás?
—Me falta Tristán, Mia, Clemente, Declan, Christopher, Nick... Oh Dios, Nick. Mi pobre bebé debe estar preocupado.
—Tu pequeño hermano ya no es pequeño.
—Para mí siempre será pequeño. De todos modos, creo que iré mañana a verlo al igual que a los demás. Sé que es temprano, pero me siento algo agotada. Ha sido un día largo.
—Deberías volver a casa. Francis estará bien aquí.
—Ahora puedo estar segura de eso. ¿Nos vemos mañana? —pregunté sonriendo.
—Claro que sí. —Me dio un par de besos en las mejillas y yo reí divertida.
* * *
Volví a casa, al apartamento, y le envié un mensaje a Daniel para que viniera cuando pudiera. Volver a este lugar era extraño porque ahora sabía que teníamos nuestra casa que probablemente estaba destrozada, pero seguía siendo nuestra.
Me quedé en medio de la sala de estar, liberando mi mente de cualquier preocupación que pudiera provocarme un dolor de cabeza. No sé cuánto tiempo estuve exactamente con los ojos cerrados, pero debió ser suficiente porque escuché la cerradura de la puerta de entrada. Dos hombres rieron y bromearon entre ellos, provocando que mi corazón latiera con fuerza y que sintiera nervios en el estómago.
—¿Estás bien? —preguntó Daniel—. Pareciera que viste a un fantasma.
Will a su lado me sonrió y cerró la puerta tras él. Verlos a ambos allí me hacía muy feliz y la sonrisa de boba que tenía no me la quitaría nadie. No sabía si lo que estaba pasando estaba mal o no a los ojos de otras personas, pero mientras nosotros estuviéramos bien con eso, todo estaría perfecto.
—Adam es padre de Francis —dije sin más.
Daniel asintió y luego sonrió.
—Son iguales. Imposible negarlo.
—¿Francis...? ¿Adam? ¿Qué? —preguntó Will confundido.
—Creí que los guardianes sabían todo de sus asignados.
—También yo —dijo Will—. Los arcángeles olvidaron ese detalle.
—Los arcángeles no olvidan nada. Debe haber un motivo por el cual no te dijeron —mencionó Daniel.
—Hubo un tiempo en que pensaba que eran divinidades muy respetables y ahora pienso que son odiosos —dije fastidiada.
—Dios, debo ir a ver a Adam. ¿Ya le dijiste? —preguntó Will.
—Sí, pero creo que es mejor que esté un tiempo a solas con Francis para que lo asimile.
—Estoy preocupado.
—Will, Cam tiene razón. —Daniel lo miró con una ceja alzada y le dio una palmadita en la espalda—. El chico se acaba de enterar que es padre y debe asimilarlo.
—Okay, pero mañana a primera hora me voy.
—¿Mañana? —pregunté sonriendo—. ¿Te quedarás con nosotros?
—Claro. A no ser que eso sea un problema porque puedo...
—¡No! —exclamó Daniel—. Claro que no, Will. Los necesito a ambos aquí.
—¿Por qué? —preguntamos Will y yo al mismo tiempo.
Daniel se encogió de hombros y se fue a la cocina para evitar mostrarnos su nerviosismo. Will y yo nos miramos y reímos, mientras que él negó lentamente con la cabeza. Se sentó en una de las sillas del comedor que estaba justo al lado y suspiró cansado.
—Will.
—¿Sí? —dijo mirándome de manera tierna—. ¿Está todo bien?
—No hagas ruido —susurré.
—¿Qué...?
Crucé una pierna a cada lado de la silla y me senté sobre él, provocando una risa nerviosa de su parte. Le tapé los labios para que no hiciera ruido como le dije y ambos reímos silenciosamente. Lo abracé por el cuello y atrapé sus labios en un beso rudo y sin ningún cuidado.
—¿No hagas ruido? ¿En serio? —preguntó Daniel interrumpiéndonos—. Mis sensaciones se multiplicaron por mil. Puedo escuchar hasta a las personas del parque. Me parece de muy mal gusto que no me inviten a la fiesta.
—¿Estás cocinando? —pregunté.
—Sí aunque no sea tan bueno.
—Entonces no podemos invitarte —dijo Will, siguiendo el juego.
—Puedo tomarme un descanso de cinco minutos. —Se acercó a nosotros, arrastró una silla hasta nuestro lado y se sentó.
Me incliné un poco hacia Daniel, mientras que Will me sujetaba de las caderas para no caer, y lo besé. Tal como recordaba, sus besos eran dulces, pero apasionados y eso me hacía sentir como si flotara al igual como los ángeles lo hacen con sus alas majestuosas.
De pronto, me separé de ambos, me puse de pie y reí divertida. Ambos me miraron confundidos y me siguieron al sofá, donde nos sentamos los tres. Volteé un poco, tomé a Daniel de la nuca y lo acerqué a mí para besarlo. Hizo un ruido que me hizo sentir como si fuera una especie de Diosa allí entre dos ángeles dispuestos para mí.
Sentí las manos de Will en mi brazo y me arrastró hasta él, separándome de Daniel, para besarme de inmediato. Esta vez fui yo la que jadeó un poco en sus labios y me apegué más a él, consciente de que Daniel estaba mirando todo, probablemente muy emocionado. No sabía porque la situación le provocaba tanto, pero estaba segura de que eso solo pasaba porque se trataba de Will y nadie más. Si fuera otro chico, de seguro, ya ni estaría conmigo.
Daniel acercó su cara hasta estar a un lado de la de Will y me separé para besar a mi novio nuevamente. Will suspiró sonoramente y su aliento cálido chocó contra nuestro beso, provocando una risa alegre en Daniel. Le mordí el labio inferior y después le di un último beso corto a Will para luego volver a mi lugar.
Los tres nos quedamos en silencio por unos minutos, tan solo en la comodidad de nuestro momento tan íntimo y luego comenzamos a reír. Will se recostó sobre nuestras piernas y tomó mi mano, mientras que Daniel acariciaba suavemente el cabello del angelito sobre nosotros.
—¿Estamos locos? —preguntó Will.
—Solo un poco —dije—. De seguro, las señoras de otras épocas se mueren si se enteran de algo así.
—Si ser loco significa ser feliz, entonces estoy dispuesto a que me llamen así y también a que las señoras me apunten con el dedo. —Daniel apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá y sonrió.
Me acerqué a él, apoyé la cabeza en su hombro y después de un rato sentí un olor a quemado que de seguro causaba un incendio. Los tres nos miramos confundidos y de un solo salto, Daniel se puso de pie y se fue corriendo a la cocina.
Will y yo volvimos a reír, mientras lo escuchamos quejarse y maldecir por no saber cocinar como corresponde. Había tenido unos días muy felices, pero este lo estaba amando y creía que no había nada malo en lo que había pasado entre nosotros.
Al menos eso era lo que esperaba.
***
Me salí un poco de la zona de confort con este capítulo jajajaja. Creo que no tengo mucho que decir...
Espero que les gustara 🤷🏽♀️❤️.

ESTÁS LEYENDO
Los Caídos #5 - La maldición del lobo
FantasyCuando la vida de Camille cambia de un momento a otro, debe elegir entre lo que ha creído toda la vida y las historias que un grupo de niños le cuentan. Sin embargo, cuando el pequeño Francis es atacado por uno de los animales salvajes que atacan la...