Había estado hablando con Mia la última semana, ya que aún no podía contarle a su novio acerca del embarazo porque tenía miedo. No fue muy explícita de por qué tenía miedo, pero no insistí porque no quería hacerla sentir mal.
La verdad, me había divertido mucho hablando con ella y se sentía bien tener una amiga. Me costaba un poco poder confiar porque Daniel había sido la única persona cercana a mí durante toda mi vida y conocer a alguien más de la manera en que estaba conociendo a esta chica era simplemente extraño; estaba fuera de mi zona de confort.
Poco a poco, todo volvía a la normalidad; como tal, debía volver a trabajar. A partir de hoy, ya no me involucraría en ninguna investigación que tuviera el sheriff, sino que solo haría mi trabajo: anotar todo lo que fuera de utilidad para él, comprarle comida y café y asistirlo en lo que necesitase. De hecho, estaba pensando en devolverle mi arma.
Apenas puse un pie en la estación, muchos colegas vinieron a saludarme, lo cual me hizo sentir muy bien. El último en saludarme fue el sheriff y también me dio un abrazo fraternal, el cual me hizo querer llorar.
—Que bueno que volviste —dijo con un par de lágrimas en sus ojos. Los demás oficiales rieron un poco y él sheriff les hizo un gesto con la mano para que no molestaran—. Ya no soportaba estar solo con estos odiosos.
—Ya volví para salvarlo de todos ellos.
—Me alegro mucho, de verdad. ¿Cómo está Francis? ¿Daniel?
—Están muy bien. Le mandaron saludos y Francis me pidió que le entregara esto. —Saqué de la cartera la hoja que me pasó Francis y se la pasé. Era un dibujo del sheriff en su oficina, comiendo unas papitas.
—Ese niño me ha ganado por completo. Dale las gracias.
Lo seguí a su oficina porque me quería entregar unos documentos que necesitaba revisar y vi que colgó el dibujo en una de las paredes cerca de su escritorio, lo cual se me hizo un gesto muy tierno.
—¿Todo sigue igual por aquí? —pregunté.
—Claro que sí, excepto que hoy llega un nuevo oficial y esperaba que pudieras mostrarle la comisaría.
—Oh, claro. ¿Cómo se llama?
En ese momento, el sheriff se quedó mirando tras de mí porque un hombre había entrado. Ambos nos quedamos mirando y sentí una extraña sensación en el pecho; una que me hizo querer hablarle de inmediato y preguntarle quién era.
Él nos miró a ambos y se acercó tan solo un poco, dejando en evidencia lo alto que era, además de musculoso. No era exageradamente musculoso, pero sí se notaba que probablemente entrenaba a diario.
—Muy buenos días, sheriff —dijo en un tono serio, pero amable.
—Hola, bienvenido. Sé que este es tu primer día, pero no te asustes porque todos hemos pasado por esto. —El sheriff rio animadamente y luego me apuntó con la mano—. Camille, él es el nuevo oficial, Clemente Wells.
¿Wells? ¿Wells como Tristán Wells, el chico que quiso ver el cuerpo en uno de los ataques?
Pestañeé un par de veces, suspiré y luego sonreí, tratando de olvidar todo eso porque, como dije, ya no quería involucrarme en historias extrañas.
—Hola —dije sonriente—. Soy Camille James, asistente del sheriff. En caso de que necesites algo, puedes pedírmelo a mí.
—Un gusto en conocerte, Camille. Creo que necesitaré que me muestres este enorme lugar.
—Por supuesto.
Intenté ser amable con el hombre, le mostré y expliqué cuánto pude, pero lo único que recibí de su parte fueron comentarios sarcásticos, quejas y muecas desagradables. Por un momento, pensé en lanzarlo por la escaleras, pero esa idea se quedó en mi mente. Cuando nos detuvimos frente a la pizarra que estaba en la entrada, suspiré profundamente y fingí una sonrisa.
—Cada semana y solo un día por supuesto, uno de los trabajadores compra el desayuno para todos nosotros. Es una manera para mantenernos en armonía y tener un lindo ambiente en el trabajo. Como puedes ver, esta semana le toca a Nathán, probablemente lo haga mañana.
—Pobre Nathán. —Me miró fijamente y tragué duro. Su cara era la más angelical que había visto en mí vida y aún así era aterradora. Su mirada era de aquellas que no podías descifrar y también de las que pudieran desnudar tu alma si quisiera—. Tendrá que gastar dinero en personas que no darían nada por él.
—Todos nosotros acordamos esta actividad y te digo aquí mismo que si eres nuevo en un lugar, debes seguir las reglas. No puedes cambiar todo como si... Lo siento, Clemente. Así son las cosas aquí. Espero que puedas adaptarte. —Sonreí nuevamente y él suspiró, mientras reía tan solo un poco, pero no de una manera agradable.
—Gracias por tu ayuda, Camille.
Asentí y me alejé tan rápido como pude para dirigirme a mi oficina. Al entrar, me di cuenta que todo seguía tal cual lo había dejado. Había documentos, papeles, envoltorios de dulces, tazas plásticas de café y un montón de otras cosas sobre el escritorio.
Poco a poco, ordené todo, barrí y abrí la ventana para que entrara un poco de aire. Boté unas flores marchitas que tenía en un jarro y coloqué unas que compré en el camino hacia acá esta mañana. En la estación, había personal de aseo, pero le pedí al sheriff a penas entré a trabajar que no quería que nadie más que yo entrara a esa oficina y él accedió aunque le pareció extraño. La verdad es que me gustaba mi privacidad, incluso en mi trabajo.
Cuando reuní todos los documentos y notas de mi investigación, las metí a una bolsa y pensé en tirarlas a la basura, pero me decidí por guardar todo en un cajón del único estante que tenía allí.
Cuando al fin terminé todo, me senté en la silla frente a mi escritorio a descansar porque estaba exhausta. De seguro, el sheriff me hubiese regañado de haberme visto porque no tenía permitido agitarme tanto debido a los dolores de cabeza.
Tomé el sobre que estaba sobre mi escritorio y lo sostuve entre mis manos un momento, analizando la letra de la persona que había escrito mi nombre en la parte de enfrente.
Sin pensarlo, lo abrí y saqué la carta que había dentro para leer lo que decía:
Estimada Camille:
Esperando que te encuentres bien, queremos decirte que sabemos que en algún momento necesitarás nuestra ayuda te guste o no. No lo decimos nosotros, lo dice el balance. Es ley. Cuando la oportunidad se presente, no queremos que estés desamparada, así que te dejamos el número de teléfono de Joseph porque es el mayor de todos nosotros.
Esperamos que pronto recuperes la memoria.
Con cariño,
Los York (Joseph, Salvador, Thomas, Gael, Charles y April). Del mayor al menor.
PD: Mis cenicientas no te recuerdan, pero me creen. Atte., April.
PD 2: Yo, Thomas, escribí la carta porque tengo la letra más bonita entre todos mis hermanos.
PD 3: No pienses en ser amiga de la loca de April por tu propio bien y seguridad. Atte., Charles.
Reí inconscientemente por los comentarios de todos ellos y me pareció que, a pesar de tener ideas bastantes locas, son divertidos. No quería involucrarme mucho con ellos tampoco, pero de todas maneras agendé el número de Joseph en mi celular solo en caso de que algo realmente importante sucediera.
Sabía que me metería en algún lío pronto, lo presentía, pero esperaba que no fuera nada grave para no dañar a mi familia.
***
Apareció Clementito jajaja Ya había extrañado escribirlo. Y los York son todos unos locos.
Algunos de ustedes me pidieron que les mostrara que había en la carta, así que ahí lo tienen.
¿Les gustó? Espero que sí.
Gracias por leer.
Durante los próximos días, no podré actualizar porque estaré algo ocupada, pero hoy subiré unos cuantos capítulos más para que no se queden con las ganas <3.
![](https://img.wattpad.com/cover/243257836-288-k855963.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Los Caídos #5 - La maldición del lobo
FantasyCuando la vida de Camille cambia de un momento a otro, debe elegir entre lo que ha creído toda la vida y las historias que un grupo de niños le cuentan. Sin embargo, cuando el pequeño Francis es atacado por uno de los animales salvajes que atacan la...