31. ¡Daniel!

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Tosí exageradamente, provocando que el agua saliera de mi boca e inhalé profundamente. Daniel estaba a mi lado derecho y al izquierdo una chica morena, que fue quien tenía las manos en mi pecho. A nuestro alrededor había más personas, vecinos más que nada, observando el espectáculo.

—¿Qué diablos estabas pensando, Camille? —exclamó Daniel enojado.

—Necesitaba... necesitaba verlo —dije con apenas un hilo de voz.

Estaba un poco mareada y la garganta me dolía mucho.

—Deberían ir al hospital a revisar que todo esté en orden —dijo la chica de antes.

—Claro, muchas gracias por tu ayuda. —Daniel sonrió amable y ella junto con los otros vecinos se fueron poco a poco.

—Lo siento, pero valió la pena.

—Casi mueres. ¿Acaso pensaste en Francis o en mí? ¿Pensaste en lo egoísta que fuiste?

—Estoy haciendo esto por todos nosotros. Además, estoy más que viva.

—Si no llego a tiempo, hubieses muerto allí en el fondo de la piscina.

—Por eso te mandé el mensaje.

Se pasó las manos por el cabello con notable frustración y después me abrazó, suspirando fuertemente contra mi oreja, lo cual me provocó un escalofrío. Creo que de verdad se había asustado mucho más que otras veces y me sentí muy mal por hacerle algo así.

De pronto, me agarró de las mejilla, rozó sus labios contra los míos y con voz suplicante dijo:

—No vuelvas a hacer una estupidez como esa, Addie, por favor. No te pongas en peligro.

—Te lo prometo —dije a pesar de que sabía que no podría cumplir una promesa como esa, no después de lo que me dijo Will.

Asintió y me besó suavemente para luego ayudarme a ponerme de pie. Insistí en que podía caminar, pero se negó rotundamente, así que me cargó todo el camino desde la piscina hasta nuestro apartamento. Una vez dentro, me mandó a tomar un baño, así que no pude negarme.

Una vez que me bañé y cambié de ropa, fui a la sala de estar y me senté a su lado en el sofá. Tomé su mano con cuidado y lo observé por un rato. Daniel claramente no era una ilusión, no podía serlo porque lo que sentía por él era lo más real que había sentido en la vida. Nuestro amor era algo que iba más allá de estúpidas historias de ángeles, nefilim y todas esas criaturas.

—¿Lo viste? —preguntó. Sabía exactamente a quién se refería, así que de manera breve y con mucha cautela le conté lo que William me había dicho. Al principio, me miró confundido, pero después asintió dando a entender que entendía lo que le decía.

Se sacó la camisa y yo me quedé como una boba mirándolo a lo cual rio suavemente, pero después me dio la espalda. Yo no entendí qué pretendía hasta que me explicó lo que pasaba.

—Toda mi vida he tenido esas dos cicatrices. No son notorias, son solo dos líneas difusas de un color algo blanco, pero siempre me parecieron extrañas. Supuestamente eran marcas de nacimiento, pero si la historia que me dices es cierta, entonces, puede que sí sea un caído por más raro que suene.

—Nunca me las mostraste —dije.

—Me avergonzaba de ellas.

—Nunca debes avergonzarte conmigo, Daniel. Te aceptaré tal como eres. —Pasé mis dedos por sus cicatrices y sentí un leve mareo, así que alejé las manos de inmediato.

—¿Qué pasó? —preguntó mientras se daba la vuelta.

—Me mareé al tocarlas. ¿Crees que me estoy volviendo loca?

—No, no te estás volviendo loca.

Me abrazó fuertemente y yo me dejé envolver en sus brazos cálidos por un momento. Después pensé en Francis y en que debía ir a recogerlo a casa de Nathán como acordamos. Ya no aguantaba estar un segundo alejada de mi pequeño, especialmente ahora que todo esto estaba ocurriendo.

—Debemos ir por Francis —dije dándole un beso en el mentón.

—Lo sé, pero podemos aprovechar cinco minutos, ¿no? —Me besó el cuello suavemente y bajó hasta repartir besos por mi clavícula, lo cual me hizo reír—. ¿No te gusta eso?

Lo alejé con las manos y aproveché que estaba sin camiseta para repartir besos por su hombro izquierdo, pasando por su pecho hasta su hombro derecho. Cuando comencé a dejar besos por su cuello, lo escuché suspirar nervioso y sonreí levemente.

Su piel ardía contra mis manos a medida que acariciaba su abdomen de arriba a abajo y, con una sonrisa traviesa, posó sus manos sobre las mías para dirigirlas lentamente hacia la orilla de su pantalón. Lo miré inmediatamente y sus ojos negros se veían más oscuros de lo usual si es que eso era posible, lo cual hacía que su cabello rubio contrastara mucho más con el color de ellos. Sus mejillas se tornaron de un color rosado suave y abrió la boca tan solo un poco.

—Soy todo tuyo por cinco minutos, Addie.

Alejé mis manos del borde de sus pantalones para llevarlas a su cabello y sonreí divertida. Le di un beso en los labios que lo pilló desprevenido y antes de que pudiera reaccionar, me alejé de él.

—Tenemos que irnos. Ya pasaron más de cinco minutos de seguro. —Me puse de pie, me coloqué la chaqueta que estaba en una silla y lo miré impaciente.

—Camille Adelaide James, me las pagarás — dijo apuntándome con un dedo. Se puso la camiseta y se acomodó el cabello—. No hemos hecho nada, ya sabes, por más de un mes. Me tienes en abstinencia.

—No podemos con Francis aquí. Sería inapropiado.

—Pero Francis no está ahora —dijo reclamando como un niño pequeño—. Además, la primera vez que estuvimos juntos, Francis estaba en su habitación.

—Eso fue diferente. Ahora vamos porque ya no aguanto estar lejos de él. Sabes que estos ataques me tienen paranoica. — Me acerqué a la puerta de entrada y de pronto, sentí un golpe en mi trasero.

—Te dije que me las pagarías y mi venganza aún no comienza.

—¡Daniel! —exclamé avergonzada—. Eres impredecible.

—Lo sé, mi amor, lo sé. —Me besó la mejilla, sonrió para burlarse de mí y salió primero que yo, ya que sabía que también me vengaría y yo era mucho peor con mis venganzas que él.

Amaba a Daniel más que a ningún hombre en el mundo y eso me hacía pensar en que si algo le pasaba, moriría de tristeza. Él era y siempre había sido mi vida y eso no cambiaría jamás. Por eso, debía ayudarlo y así poder recuperar todos nuestros recuerdos. Debía intentarlo aunque me costara más de lo necesario.


***

Estos dos juntos son una bomba de diversión y también, hay que decirlo, de amor jajaja ❤️.

Espero que les haya gustado y muchas gracias por leer siempre ❤️.

PD: Sé que el próximo capítulo les encantará, especialmente por los York ajajjaja.

Los Caídos #5 - La maldición del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora