Dedicar canciones y escribir cartas eran cualidades propias de Madeline Carson.
Mason era lindo, dispuesto a sonreírle al mundo sin mostrar lo que verdaderamente estaba pasando.
Ella se atrevió, él la leyó.
¿Cómo terminará la historia?
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Mad había dado unos cuantos besos, sabía cómo iba la cosa, sin embargo, un tímido Mason no sabía cómo hacerlo, actuó por sus impulsos y su inseguridad se incrementó.
—Soy un pésimo besador —dijo apenado en cuanto se separaron. La chica a su lado río sonoramente mientras negaba—, perdón, debería haber practicado con el espejo o algo. Me siento tan tonto.
—¿Es tu primer beso? —Mad preguntó timida.
Él asintió apenado, primera chica que le gustaba y había sido un mal besador. Quería enterrarse allí mismo; que lo tragará la tierra, que le pasara un elefante por arriba...
Bueno, quizá estoy exagerando, pero si se sentía mal.
—Si te sirve de consuelo, yo tampoco he dado muchos —la confesión hizo sonreír al chico, quien la miraba con la mayor adoración — solo sé que tienes que seguir el movimiento de la otra persona, es como bailar, sigue a tu compañero y déjate llevar. Sigue tus instintos, ¡Rauw!
Mason frunció sus cejas y lo siguiente fue un ataque de risa, su acompañante le pegó un golpecito en su brazo; el se disculpó mientras intentaba dejar de reír.
—Es... Es qué hiciste... ¡Hiciste Rauw! —estalló nuevamente en risas.
A Madeline no le molestaba escuchar su risa, y en su mente su consciencia pensaba "Joder, es que hay en algo que esté chico no se vea bien"
—Me gustas mucho, Mad —la miró, aún con la sonrisa en sus labios—, es que no lo entiendo, nisiquiera puedes imaginar lo que me ocasionaban tus palabras y lo feliz que andaba. Me diste vida, Madeline.
Aunque la última frase que Mason dijo podría sonar extraña, era justamente lo que Mad le daba, le daban ganas de seguir viviendo a pesar de toda la mierda que a diario pasaba; y eso, era maravilloso para el chico que había pasado por tantas cosas; que pensó que jamás podría amar a alguien pero en secreto leía libros de amor, deseando tener uno que lo llenara completamente. Y aún incluso cuando no sabía quién era, lo estaba volviendo loco; y ahora que tenía a la pelirroja frente a él, no podía creerlo.
—¿Puedo besarte? —le preguntó, porque realmente aunque fuera un mal besador por el momento, deseaba sentir los labios suaves de ella junto a él.
—Creo que eso no se pregunta, Mason —ella rió y se acercó a él, mientras enredaba las manos en su cabello y unía sus labios junto a los de él. Sus pulsos se aceleraron y la corriente eléctrica se desplazó por sus cuerpos.
¿Qué se hacía después de un beso? ¿Se sonreían y se daban las gracias? ¿Se ponían a hacer como si nada hubiese pasado?
Fue una pregunta que siempre pensó el chico, pero que ahora, después de tener uno real, se dió cuenta que si estás con la persona ideal, no te preocupas por eso.
Pasaron toda su tarde juntos, Mad contándole de su vida —dejando pasar los detalles de la violencia por parte de su padre— y Mason la escuchaba atentamente, queriendo recordar cada una de las cosas que le contaba; registraron sus números en los teléfonos de cada uno, comieron helado; en donde Mason descubrió que el helado de limón y fresa era su sabor favorito, al igual que él de Mad.