17.

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Perspectiva de Mason.

—¡Por fin despertaste! ¡Casi me matas del susto! —Kat pegó un grito que inmediatamente calló con su mano—, disculpa, la emoción.

Me sentía confundido, por no decir más; terriblemente adolorido, mi cabeza dolía infiernos y ni idea tenía del porqué.

—¿Que paso? —es lo primero que pregunté, porque si te encuentras en un hospital no vas a preguntar qué hay para comer, sería medio estupido.

—Te encontramos desmayado en tu cuarto con un charco de sangre alrededor de tu preciosa cabeza —dijo Kat con normalidad— por suerte te encontré, actué rápidamente y te traje hasta aquí. 

Los recuerdos comenzaron a llegar, yo pensando en mi madre, sintiendo como si no pudiera respirar, y mi último recuerdo fue ver todo negro.

—Estaba teniendo una crisis —le dije sin mirarla, era un tema delicado—, recordé a mamá... Todo fue, raro.

—Está bien, sabemos que eso puede pasar; pero no pasa nada, ahora estás bien—respondió sonriendo.

—¿Papá? —pregunté, preocupandome de que estuviera solo, lo dejé solo.

—Tu papá está bien, no le comenté lo que pasó y le dije que habíamos tenido un inconveniente de hombres, tu sabes que me cree —se carcajeo— debió pensar que tenías algún problema en tus testículos o algo así.

Sonreí, al mismo momento en que el doctor cruzó el umbral de la puerta con unos papeles en una tabla.

—Buenos días, pequeño dormilón —me miró fijamente, se acercó a mi y me empezó a observar mis pupilas con una luz, me hizo seguirla y luego me preguntó "como estuvo esa siesta de una semana"

Mi cara debió ser un poema, porque ambos me miraron con una cara un poco asustada; Kat me explicó que mi golpe hizo que estuviera una semana en estado de inconsciencia mientras algo llamado derrame cerebral había aparecido debido a la contusión, pero que dentro de esa semana me habían hecho exámenes y había desaparecido. Literal estuve en un coma inducido porque de otra forma hubiese muerto. Que noticias más esperanzadoras.
También me comentó el doctor que ya podría irme a mi casa con un sumo reposo de siete días, de todas formas no pensaba salir con un parche que cubría la mitad de mi cabeza. No estaba para preguntas ni para que la gente supiera mi triste vida fuera de ser el chico lindo y popular.

El primer día lo pasé prácticamente durmiendo y escapandome de mis pensamientos; cuando estaba muy encerrado  o por un tiempo largo tiendo a pensar mucho y mi mente solo descansa cuando duerme. El doctor me había recetado una cierta cantidad de pastillas, unas para calmar los dolores, otras que me hacían dormir como si no hubiese un mañana y me obligó a avisarle a Kat si es que me sentía mal debía avisar pues el derrame podía ser mortal.

A veces odio mi vida, pero no quiero morirme aún; tengo dieciocho años y aunque haya pasado la mayoría en condiciones precarias se que puedo cambiar el destino y ser alguien feliz. No me puedo dejar rendir por las cosas malas que me pasen.

El segundo día parecía cualquier cosa dando vueltas en la cama, mínimo hasta el día cinco no podía levantarme más que a ir al baño o semi sentarme al comer; y por si fuera poco, extrañaba las cartas de la chica misteriosa. Me la imaginaba como una chica retraída, bajita de esas que se ocultan en los libros o que se sienten opacada por las chicas superficiales y populares; de todas formas, su letra, su forma de dirigirse a mi y lo que causa en mi pecho y estómago le podrían ganar a cada una de las cosas superficiales y físicas. Ella tenía mi corazón, se lo estaba ganando de a poco.

Para cuando el día seis llegó, ya tenía casi quince páginas escritas de cosas que pensé y que pienso actualmente; cosas del amor, de la angustias, de lo difícil que era cargar con el peso de no decepcionar a las personas que realmente confían en mi. De tantas cosas que llegaba a dolerme la mano derecha de tanto escribir.

Y así caía rendido, ya me levantaba para hacer más cosas, podía bajar a buscar un vaso de leche y sentarme a conversar con Kat o darle señales de vida a papá; cosas simples pero que ya involucraban más que mis cuatro paredes.

Y ahora, en el séptimo día me encontraba viendo en Netflix una serie que estaba en tendencia actualmente —según instagram—, que me pareció más buena de lo que esperaba. Hasta que me dormí.

Desperté con la sensación de ser observado, y aunque me daba miedo abrir los ojos lo hice y lo que vi, me sorprendió mucho más que cualquier cosa que haya presenciado en mis dieciocho años de vida.

Una chica estaba sentada en la silla cercana a mi cama, y me miraba con unos ojos celestes profundos; su pelo era rojo con esas tonalidades que mi cabeza no había podido olvidar desde ese día que la vió risueña, o distraída. Al verme despertar, abrió los ojos de forma graciosa como si se fueran a salir de sus orbes. Y antes de que pudiera decir cualquier cosa dijo: —Sé que te debes estar preguntando porque rayos hay una chica sentada como si fuera su casa, pero tengo una explicación —respiró profundo, tanto que en silencio que nos consumía se logró escuchar —, Soy la chica que te dice todo con canciones.

 Y antes de que pudiera decir cualquier cosa dijo: —Sé que te debes estar preguntando porque rayos hay una chica sentada como si fuera su casa, pero tengo una explicación —respiró profundo, tanto que en silencio que nos consumía se logró escuchar ...

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Holi, ya me está gustando hacer notitas de autor, pero este capítulo va dedicado a la chica que me dijo que quería saber que pensaba Mason, o lo que sentía, aquí esta nuestro bebe chiquito.

Me faltan palabras para agradecer de verdad sus votos y sus comentarios, para los escritores —o intento de estos—, significa más que cualquier cosa.

Y por cierto, que se hayan conocido no quiere decir que las cartas o las canciones desaparezcan; era porque ya no aguantaba que no se vieran a la carita.

Las amo muchooo♡

Te lo digo con canciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora