18.

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Ambos se miraron, Mad ansiosa esperando por la respuesta a su declaración; Mason, analizando que la chica que le enviaba las cartas era la misma que no podía dejar de pensar desde que se encontraron, parecía surreal que fueran la misma persona.

Y no es que Mason nunca haya visto a Mad, al contrario de lo que ella pensaba, desde el día uno que llegó a Park High School la vió, solo que su mente había bloqueado esos recuerdos. Pero como no recordar a la chica con el cabello más precioso que haya visto, ahora todo calzaba, las dos veces que se habían encontrado; sus sonrisas tímidas a la mitad del pasillo o los aplausos eufóricos que le daban cuando terminaba de exponer alguna cosa; ella siempre  había resaltado entre tantas chicas lindas.

Y por otra parte, la chica estaba aterrada, el no decía nada, solo la miraba como debatiendo algo dentro de sí mismo. ¿Y si de verdad lo había asustado? Osea, ella estaba ahí en su cuarto después de mandarle cartas, era un gran —y quizá muy apresurado— paso. De todas formas le echaría la culpa a su terapeuta cuando se lamentara por hablarle.

—Maldita sea —habló Mason—, eres más hermosa de lo que imaginé.

La chica se sonrojo mientras sonreía y bajaba la mirada, pensando en alguna respuesta que darle sin parecer una estupida.

—Bueno... Tienes un parche en la cabeza, no puedo decir lo mismo —bromeó, y le pidió a todos los dioses que por favor el no se lo tomara enserio, porque se veía jodidamente hermoso y sexy.

Por un momento se olvidó de sus cicatrices y de que el chico estaba sin polera frente suyo.
Pero también recordó que estaba vulnerable, y visualizó las ojeras de color morado que yacían bajo sus ojos negros y profundos.

—Disculpa que haya venido... —la chica se disculpó de la forma más penosa que puede existir después de que alguien le haya dicho que se veía preciosa —, es que... bueno... es...

Mason sentía una sensación cálida en su estómago al ver a Mad sonrojada, aunque realmente no sabía su nombre, y como si Mad pudiera ver a través de el, respondió: —Soy Madeline Carson, compartimos casi todas las clases y soy la loca obsesionada que te dedica canciones.

Cuando el chico sonrió, Madeline sintió que sus piernas fallaban y si no fuera porque estaba sentada, posiblemente se hubiese caído allí mismo.

Hablame》 pedía la chica mentalmente mientras se miraban fijamente; había algo en Mason que jamás había visto en otro chico, y el sentía una conexión especial mientras miraba sus ojos azules, casi perdiéndose en ellos.

—Bueno, me alegro que estés bien —Mad se levantó de la silla, preparada para irse de allí con la cabeza en alto —Disculpa mis cartas, pensé que te habías ido.

El corazón de Mason se estrujó, no quería que se fuera, no cuando ya había tenido la dicha de conocerla,  de saber quien era la dueña de esas cartas que guardaba en su clóset junto a sus cosas que consideraba de valor; así que como pudo se levantó y le agarró la mano. Como la primera vez que se tocaron, la conexión eléctrica fue instantánea, y ambos se miraron y luego bajaron la mirada donde yacían sus manos entrelazadas.

—Aún estoy algo defectuoso por el golpe—Mason señaló su cabeza donde estaba el parche mientras reía, y Mad le rezó al Dios de la perfección por haber hecho tal hermosura y ella tener la dicha de verlo en todo su esplendor. —No sé si es tarde para decirlo, pero amo cada una de las palabras que me escribes; quería encontrarte, pero luego paso todo esto y bueno, no pude... Extrañé tanto tus cartas, extrañe tanto descubrir música gracias a ti y tararearlas todo el día porque me hacían recordar a ti, y ahora que te encontré...

—A ver —Mad soltó sus manos de una forma suave —Yo fui la que te encontré, que vine hacia a ti, solo para aclarar.

El rió, y la chica le pidió a los dioses que no lo hiciera más porque o si no se derretirá ahí mismo.

—Como sea, Madeline, ya te ví, y ahora que sé quién eres, no quiero dejarte ir. —Mason, siguiendo sus impulsos inconscientes la abrazó, intentando traspasar sus sentimientos a través de este gesto tan puro. Agradecimiento porque le había subido el ánimo cuando no sabía cómo seguir, ternura porque ella le hacía creer en que alguien podía amarlo, en que alguien lo iba a querer a pesar de todos sus demonios. Felicidad porque estaban ahí ahora, juntos; a el sin importarle estar sin camiseta y que pudiera ver sus cicatrices, no me importaba nada más que el hecho de tenerla ahí, en sus brazos. Eran tantos sentimientos que, aunque no lo dijeran, ambos no querían que ese abrazo acabará.

Se habían encontrado. Y no podían estar más felices por eso.

Te lo digo con canciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora