Dedicar canciones y escribir cartas eran cualidades propias de Madeline Carson.
Mason era lindo, dispuesto a sonreírle al mundo sin mostrar lo que verdaderamente estaba pasando.
Ella se atrevió, él la leyó.
¿Cómo terminará la historia?
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Ambos sabían que después de esa noche, nada volvería a ser igual.
Madeline al día siguiente aún podía sentir las mariposas revoloteando cuando al despertar sintió el olor tan característico de Mason a su lado; y en el momento en que recordó que habían dormido juntos, no había vuelta atrás.
Por otro lado el chico, se había quedado una hora contemplando como dormía, la forma en que su pecho subía y bajaba lentamente, y sus labios entre abiertos se veían perfectos a pesar de que su pelo rojo estuviera en toda la almohada, haciendo que le picara la nariz.
Nada importaba porqué después de la primera noche que durmieron juntos, su conexión se hizo más especial, más... De ellos.
En la casa había una habitación a la que Maddy nunca quiso entrar del tiempo que llevaba ahí, estaba al final del pasillo y tenía una gigante nota musical en su puerta; bastante llamativa cómo para ignorarla, pero también bastante grande para tener miedo de invadir la privacidad de alguien si entraba. Las dudas la carcomian lentamente, pero no quería preguntar nada.
- ¿En qué piensas? -Le preguntó el chico, que estaba sentado al lado de ella mientras desayunaba.
-Hay una puerta... Al final -dijo después de unos minutos, Mason no le sacó la mirada de encima en ningún momento-, creo que es lo único que no conozco.
-Solía ir ahí de pequeño, para escaparme de la realidad, ya sabes... Es un cuarto de música -explicó-, ¿Quieres conocerlo?
Cuando el peli negro le mostraba cosas así, a Maddy se le llenaba el corazón porque sentía bastante especial que él le contara sobre sus cosas.
Y para Mason mostrarle el cuarto que tantas veces había servido de refugio y en el cuál no guardaba recuerdos exactamente lindos; era una prueba gigante. Sólo había entrado allí un par de veces, sobre todo cuándo intentaba calmar su ansiedad en el proceso de desintoxicación. Solía cantar y tocar el piano o la guitarra porque era lo que le daba vida.
La música era y siempre será algo importante, porqué en ella ambos se habían refugiado, quizás no de los mismos problemas, pero si había servido con el único fin: Calmarlos.
En el momento en qué él dijo eso, Maddy no lo dudó; le tomó de la mano y subieron al segundo piso, ese gesto hizo sonreír al chico, quién con su otra mano libre intentaba comer la tostada.
La chica tenía muchas expectativas, y no se equivocó en ninguna; era una hermosa habitación color crema incluso más grande que la de él o ella; en su interior tenía las mismas notas musicales repartida por sus paredes, y estaba un hermoso piano junto a su banco en el centro, también había una guitarra acústica, eléctrica y un ukelele. Era todo costoso, se le veía por lejos; pero lo que más resaltaba no era lo caro, era el sentimiento de paz que embargaba el cuerpo cuando entrabas y sobre todo cuando veías el piano, que permanecía brilloso, cómo si no tuviera ningún uso; y que también era de un hermoso color rosa, ni muy chillón ni muy pálido.