Dedicar canciones y escribir cartas eran cualidades propias de Madeline Carson.
Mason era lindo, dispuesto a sonreírle al mundo sin mostrar lo que verdaderamente estaba pasando.
Ella se atrevió, él la leyó.
¿Cómo terminará la historia?
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—No hay nada que hacer, lo lamento —le dijo Kat con un hilo de voz, el corazón de Mason se partió en mil pedazos y retrocedió hace años atrás, cuando lo único que quería era que él muriera, sin embargo ahora, que ya no estaba; le dolía un infierno.
Sintió la mano de Mad a su lado, él la miró y sólo pudo abrazarla. Sus lágrimas eran silenciosas mientras estaba escondido en su cuello mientras pensaba "Mason estás soñando, vas a despertar mañana y vas a leerle ese escrito que tienes en tu habitación, vas a decirle cuánto lo amas"
Y es que una de las cosas que más nos atormentan cuando alguien se va, es el hecho de no haberle dicho cuánto los amamos, y retrocedemos a los tiempos donde tuvimos la oportunidad de decírselo, de estar junto a ellos y hacérselo saber, sin embargo, no lo hicimos.
—Está bien amor, él está en un lugar mejor... —escuchó decir a su chica, qué lo abrazaba fuerte contra su pecho.
Ella estaba igual de conmocionada qué él, German se había vuelto un padre a pesar de que nunca habían hablado por la condición de él, sin embargo, nunca olvidaría qué cuando vivió con él, era él que le tomaba la mano para tranquilizarla cuando ella le contaba sobre su vida. A veces no necesitamos mayor conexión con una persona, solo sentimos él cariño que nos dan y lo recibimos gustosos.
—Ya no está... ¿Qué haré ahora? —preguntaba desesperado—, Mad, ¿A quién voy a leerle mis cosas? ¿Quién me escuchará? —Sus sollozos se hicieron más pronunciados mientras sentía que su mundo se desmoronaba. Y qué no sería capaz de enfrentarlo.
Y entonces recordó a la mujer que los había cuidado todos estos años, la qué daba la cara cuando Mason se peleaba en la Escuela, la que buscó la casa para que se pudiera rehabilitar y qué estaba en estos momentos, igual de derrotada que el chico, Kat Viera estaba sentada sola, mirando hacia el suelo del hospital mientras pensaba que pudo haberlo hecho mejor, pero que ya no había nada que hacer. De pronto sintió a alguien sentándose a su lado, levantó la vista y lo vió, con sus ojos rojos mirándola como un niño que no sabe que está pasando. Vió al mismo niño que estaba acostado esperando que su papá despertará hace cinco años.
—Ya no está, Kat —su voz sonaba rota, cómo si no le quedaran fuerzas para hablar—¿Qué haremos ahora? —Se largó a llorar, el instinto de madre de Kat lo abrazó, y Mason sintió esa tranquilidad que le daba cada vez que se metía en problemas y después de regañarlo lo abrazaba.
—No te librarás de mi, si eso piensas —ella intento reír, sabiendo que no sería un buen momento, pero a pesar de las lágrimas una pequeña sonrisa apareció, también la tranquilidad de saber que no se quedaría solo.
La familia es para siempre, todos sabemos eso; sabemos que una relación puede terminarse, puede romperse en cualquier momento. Pero no el lazo familiar, y ellos ya eran familia aunque no llevaran la misma sangre. Para Mason, Kat era su madre. Como dicen por ahí, Madre no es la que engendra, sino la que cría.