Capítulo 4: No estudies en la UBA

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A la mañana siguiente me encontré con algo impresionante, por los cultivos que planté el día anterior ya estaba casi listos algunos, mientras otros prácticamente podían ser cosechados al momento.

-Supongo que serán las diferencias por estación o algo así. -Dije mientras tomaba mi regadera para regar los cultivos, en ese momento tomé una de las naranjas que estaba creciendo y comencé a pelarla para comerla, cuando de pronto escuché un grito desde mi espalda.

-¡¿Quién eres tú?! ¡Identifícate! -En ese momento vi a la chica conejo de pie frente a mí portando un cuchillo, aunque por alguna razón, no se veía peligrosa con él.

-¿Quieres una naranja? -Dije mientras le ofrecía una.

-Sí, gracias. -Dijo sonriente mientras la tomaba y  suavemente la pelaba para comerla.

-Está bastante dulce. -Dije.

-Sí, realmente es la mejor época del año para ellas.

-Y eso que no probaste comerlas al solcito, eso si que se siente agradable. 

-Sí... -En ese momento se levantó de golpe y volvió a apuntar su cuchillo hacia mí.

-Se me olvidaba ¡¿Quién eres tú?! ¡Identifícate! -Pero que cambio de actitud tan radical.

-¿Tienes un cuchillo? Eso es muy útil, luego si puedes préstamelo para preparar el almuerzo.

-¿Qué almorzaremos?

-Bueno, aún no lo decido, pensé en un salteado de verduras.

-Momento... ¡No cambies de tema! ¡¿Quién eres tú?! ¡Identifícate! -En ese momento solo la miré un poco molesto.

-¿No deberías primero presentarte para preguntar el nombre de otros? 

-Oh, lo siento, soy Emi, de la tribu conejo. -Dijo mientras extendía su mano.

-Carlos, enseñaba Ética en la UBA.

-¿Qué es la UBA?

-¡Un sitio horrible! Las mujeres me miran feo, los hombres me insultan, los niños me gritan boomer y las niñas machirulo opresor ¡Y ni si quiera sé ¿Por qué? -Dije al borde del llanto.

-Suena como un sitio horrible. -Dijo temerosa.

-Ah no, es un bonito sitio tomando en cuenta que estás en Latinoamérica.

-¿Qué es Latinoamérica?

-Un sitio al que jamás planeo volver.

-¿Una prisión? -Dijo temerosa.

-No creo, en las prisiones puedes comer tres veces al día y no tienes miedo de que el banco te quite tu casa, sería más bien como un país donde todos vivíamos como esclavos. -En eso ella arqueó una ceja.

-A los esclavos por ley se los debe alimentar tres veces al día y dar un día de descanso a la semana.

-¿Espera? ¿Los esclavos viven mejor que lo que yo vivía?

-Latinoamérica... supongo. -Dijo.

-Me cago en todo. -Suspiré.

-Como sea, gracias por la naranja y eso, pero creo que debería retomar mi camino a... cualquier otro sitio. 

-Ahora que me acuerdo ¿Cómo está tu herida? -En eso ella revisó su costado donde notó la venda, además de como a mi camisa le faltaba una parte.

-Espera ¿Tú hiciste esto?

-No es bonita, pero es lo que pude hacer en el momento. -Dije mientras me encogía de hombros.

-¿Por qué me ayudaste?

-Te veías en problemas y no me costaba nada. -Dije calmado.

-Realmente no entiendo a los humanos. -Dijo mientras desviaba la mirada.

-No hace falta entendernos para respetar nuestros deseos.

-Aún así, como dicta la ley conejo, ya que me salvaste, debo darte algo a cambio de igual valor. -Sé lo que pensaría varios de ustedes "Cógetela puto" pero debo recalcarles una vez más, que no soy furro.

-Exclamó el furro... -Se escucho en el viento.

-¡Vete a la mierda Diosa al menos déjame narrar! -Grité mientras lanzaba los dos dedos medios al cielo.

-¿Qué? -Hora de salir de este apuro.

-Bueno, no sé si está en tus posibilidades, pero la verdad me gustaría un refugio, si puedes conseguirlo, te lo agradecería. -Tras esto ella sacó una tienda de una tela hecha de parches y varias ramas.

-No es un palacio, pero este es el refugio que tengo, por si lo quieres. -¿Me sentía mal por tomar esto de esa chica? Más mal me sentía de dormir a la intemperie.

-Te lo agradezco, con esto puedes considerar saldada tu deuda conmigo.

-Oh no, soy yo quien debería agradecer que te conformes con tan poco. -Tras ello se dio media vuelta mientras se iba, pero cada quince metros podía ver como miraba hacia atrás, por lo que al final solo suspiré.

-Sabes, si te quieres quedar, puedo preparar almuerzo para dos. -En ese momento volvió casi al instante frente a mí.

-¡¿En serio?! ¡Gracias! Espero que cocines algo bien rico, yo armaré la tienda por ahora. -Dijo sonriente mientras iba cerca del árbol a preparar todo.

-Supongo que es verdad que si dejas a los conejos solos se mueren de tristeza...

Mi pequeña Villa en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora