Capítulo 19

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Ay no puedo creer que voy a hacer esto.

Realmente no exagero al decir que soy una fracasada bailando. ¿Tienen alguna prima que en todas las reuniones familiares se la pasa sentada mirando el celular? y ¿qué le huye a todo primo o tío que la quiera sacar a bailar? ¿Sí? Bueno, esa persona en mi familia, soy yo.

¡Vamos, si se puede, todo sea por tu celular Avril! –me animo internamente.

Respira.

Tranquila.

Solo es un baile, nada del otro mundo, no hay exagerar ¿Verdad? 

¿Verdad?

Oh no. No quiero hacer el ridículo, todos aquí, incluyendo a Jean se van a burlar de mí.

Mis manos empiezan a sudar, y yo empiezo a temblar ligeramente. Le rezo a Dios mentalmente para que me ayude y evite que haga el oso.

¿Dios? Por favor ayúdame. Te prometo que si me salvas de esta, iré todos los domingos a misa. ¡Pero ayuda! –suplico mirando el cielo.

Y como si Yisus me escuchara, la música se acaba y la estabilidad vuelve a mí inmediatamente.

¡Oh eso fue rápido! Creo que alguien arriba quiere que purifique mi cochina alma. 

¡Eres grande Yisus!

Giró para ver a Jean, con mi mirada busco transmitirle que perdió.

–¡Rayos! –doy una palmada– Se terminó la canción–digo con fingido pesar–. Lamentablemente nuestro baile tendrá que esperar. Y como esto no es mi culpa, exijo mi celular de vuelta –extiendo mi mano.

–¡Oh no! No te preocupes. Esto se soluciona fácilmente –su tono lleno de satisfacción–. Permíteme –se aleja de mí, hasta llegar a los músicos en el escenario. La cantante asiente varias veces, y Jean se gira con una gran sonrisa.

Otra canción.

<<Reproducir música–volumen bajo–min 0:40>>

Los músicos tocan una canción suave, y melodiosa. En otra ocasión lo disfrutaría pero ahora me es imposible.

Los nervios me consumen, otra vez, y no sé qué hacer. Miro a diferentes lados buscando una posible solución, pero obviamente no hay nada.

¿Díos? ¿Estás ahí? ¿Qué te parece si me ayudas nuevamente?

Jean finalmente se posa frente a mí, con una dulce sonrisa, que me tranquiliza un poco.

–¿Lista?

–No. Dame cinco minutos.

–En cinco minutos ya no habrá canción. –dice tiernamente.

–Pero... -busco una excusa pero no se me ocurre nada.

–Pero...? –dice esperando que hable de una vez.

–Jean, es qué... –no sé cómo decirle sin sonar ridícula.

–¿Qué pasa? Me puedes decir lo que sea. –da un paso hacia mí, cruza los brazos y frunce el ceño.

–Es que... en serio... -suspiro rendida- en serio no sé hacerlo –digo finalmente, sin fuerza, casi en un susurro. Bajo mi mirada, avergonzada.

No puedo creerlo. Quiero que la tierra me trague y me escupa en otro lugar.

–Soy realmente patética, lo sé. Puedes pensar lo que quieras, pero, no quiero verme ridícula.

–Avril... es imposible que llegue a pensar que eres patética o ridícula –dice negando con la cabeza–. Mira a toda esta gente, nadie te conoce, ¿Verdad?

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