Capítulo 35

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–Ohhh, te aseguro que estuve a punto de marcarte. –le digo a Jean y empiezo a caminar por toda la habitación mientras enrollo una parte de mi pelo.

–¿Segura? –pregunta incrédulo.

–Sí... bueno eso pienso. No sabía si llamarte o no, así que una moneda me ayudó a tomar la sesión.

–Que fue... positiva?

–Sip.

–Y ¿Si le ibas a hacer caso? –inquiere neutro.

–Mmm supongo que sí...

–¿Segura? –insiste.

Paro de caminar– Pues la verdad no sabía si llamarte, aunque la moneda me dijo que te llamará, lo hubiera considerado nuevamente, pues pensé que estabas muy cansado y no quise incomodar.

–Vaya, que considerada –responde divertido.

–¡Te juro que fue así! –digo suavemente, y me apoyo en la cama– Tenía muchas ganas de escuchar tu voz, lo juro. –confieso.

–Ahhhh ¿Sí? ¿Tantas ganas que dejaste que dejaste tu decisión al azar? –me dice, pero aunque pareciera molesto, sé que no lo está.

–¡Vamos! Ya te expliqué, a pesar de que enserio quería hablar contigo, no quería ser inoportuna.

–A ver si te creo ¿Cuántas ganas tenías de hablar conmigo?

Pienso que contestar, y mi mirada cae en la ventana, a través de ella, el oscuro cielo –Bueno, si quieres saber... cuenta todas las estrellas del cielo. –digo tiernamente y siento como mi cara arde.

Gracias al cielo que no me está viendo.

–Ohh bueno –dice simple–, eso es demasiado... triste.

¿Dijo triste?

Frunzo el ceño ligeramente, confundida.

–¿Triste? –inquieto tratando de confirmar lo que escuché. No creo que haya dicho triste, tal vez dijo... viste? ¿Chiste?... Bueno eso no tiene sentido.

Escucho como ríe bajo –Sí, de hecho es bastante triste.

–¿¡Qué!? ¿Cómo que triste? ¡Trato de decir cosas bonitas y tú no las valoras! –le recrimino.

–Jajaja –escucho nuevamente su risa ronca– es bonito no digo que no –acepta–, pero hubiera sido mejor si te hubieras asegurado que hoy en el cielo se ven las estrellas.

Abro la boca para hablar pero la cierro rápidamente.

Oh, pero... usualmente aquí el cielo en la noche está despejado, es que es... imposible.

–Ou, ¿no se ve ninguna? –inquiero avergonzada– ¿Seguro?

–Ninguna. –confirma– Realmente no querías escuchar mi voz ¿Eh? –se burla.

–Puff ¡Claro que sí! –me levanto de la cama y abro la puerta para salir al balcón–, es imposible que hoy no hayan estrellas, siempre las hay, no imaginé que hoy sería la excepción, yo... –me detengo al encontrarme con él oscuro cielo, que aunque podría intimidar a cualquiera no lo hace, porque un mar de estrellas hacen que se vea inofensivo.

–¿Qué pasa? –inquiere en un tono tranquilo.

–Que veo muchísimas estrellas. ¿Cómo es posible que tú no las veas?

–Sí las veo –afirma–, sólo que a la quería ver, era a ti.

–No entiendo...

–Tal vez no todo lo que buscas está en el cielo – dice para luego colgar. Miro mi celular confundida, bajo mi vista lentamente, y recorro la calle solitaria, hasta que lo encuentro.

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