Capítulo 38

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Miro una vez más la dirección en mi celular.

Más adelante.

Sigo caminando, a paso lento.

El barrio es muy bonito y silencioso. Miro el cielo, está oscuro, parece que fuese a llover pronto.

Freno en seco, y miro rápidamente la dirección en mi celular.

Es aquí.

Una casa, no muy grande ni muy pequeña... Bueno, para una sola persona si debe ser muy grande.

Parece como si no hace mucho la hubiesen pintado. El jardín está bastante cuidado, es muy hermoso. Un caminito de piedras guía mi camino.

Dejo de caminar al ver los grandes ventanales de la casa, tan amplios que me permiten ver el interior de esta sin ningún problema.

El miedo aprieta mi pecho, no sé si fue buena idea venir sola. No quiero encontrar algo que no quiero... pero estoy aquí para algo, no puedo retroceder.

Solo confía, Avril.

Confía en Jean.

Tomo aire y con cuidado me acerco más al ventanal.

Edwin

–Estoy exhausto. –me echo para atrás hasta tocar el espaldar de la silla– El trabajo es demasiado largo, llevamos como 5 horas sin levantarnos –me quejo–, siento que ya no tengo nalgas.

Karina para de leer algo en la computadora y me mira con una ceja enmarcada. –Naaaa no te preocupes, nunca has tenido nalgas, Edwin.

Jean suelta unas cuantas carcajadas, y sigue escribiendo en el portátil.

–Ja, ja. Aquí el payaso soy yo, Kari.

–Sí, eso siempre ha estado claro. –responde con simpleza. Jean para de escribir y gira en su silla hasta verme bien. Su cara con un toque de satisfacción.

A él le encanta ver cómo Karina me deja sin palabras. ¿Por qué? Porque siempre presumo que soy bueno para dejar a las personas calladas, sobre todo si se trata de chicas, siempre lo he dicho, las manejo sin dificultad... bueno, Karina es una excepción. Ella es la que me suele dejar callado.

–¿Sabes? No me agradas mucho, Kari. –digo fastidiado.

–Oh no te preocupes, tu no me agradas nada.

Me atoro con mi saliva, y empiezo a toser. Me debo ver ridículo pues ambos empiezan a reír fuertemente.

Luego de unos minutos retomo mi compostura, pero lo único sale de mi boca es:

–¿Ahh si?

–Sí –afirma sin problema dejándome bloqueado, su sonrisa ensanchandoce cada vez más.

¡Ahhhhh, Karina!

Podría quedarme callado pero eso demostraría que ganó, y antes de que el silencio se extienda, hablo.

–Está bien. Pues... –sin embargo, no se me ocurre qué decirle– pues tú tampoco me...

–Ya Edwin, perdiste, déjalo. –dice Jean divertido, interrumpiéndome– Mejor volvamos a esto –señala los portátiles, y se gira al igual que Karina, quién antes de darme la espalda me guiña un ojo.

–¿Perdí? –me apresuro a decir, logrando captar su atención nuevamente– ¿Y quien dijo que era una competencia? –inquiero.

Jean rueda los ojos, y Karina aclara su garganta, dándome aviso a qué viene nuevamente a atacar.

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