Capítulo 43

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—Hasta donde sé, el instituto no queda por aquí. —Giro, encontrando a Julián quién sonríe.

¿Es en serio? 

Julián está sentado a mi lado, seguramente se dirigía al instituto pues tiene puesto el uniforme y lleva una mochila. El olor a gel llega hasta mi nariz.

Vaya que esta ciudad es pequeña.

—¿Puedo saber qué haces aquí? —inquiere, mientras se acomoda en la banca, deja su mochila en el espaldar y se recuesta.

—No. —respondo de forma automática.

—¿No? —sonríe coqueto y se acerca buscando mi mirada —¿Por?

—¡Porque no! —exclamo fastidiada.

—Wou —alza las manos demostrando que es inofensivo— parece que no estás de buen humor.

Ohh, te aseguro que no.

No respondo nada por lo que el ambiente se vuelve incómodo. Él asiente, como si por fin comprendiera que no quiero hablar—. Entonces, así las cosas, me voy.

Que te vaya bien.

Julián se para de la banca, toma su mochila y la cuelga en su hombro derecho. Espera unos segundos parado, pero no digo nada.

Suspira —Bueno, hasta pronto. 

—Adiós. —pronuncio con simpleza.

Exhala y empieza a caminar por el mismo camino por el llegué al parque. En este momento prefiero estar sola, para eso vine aquí, es un lugar tranquilo y poco transitado… Jamás pensé encontrar a alguien que me conociera.

—¡Oye! —Pego un brinco al sentir que gritan prácticamente en mi oído. No tengo que darme la vuelta completa para ver a Julián que nuevamente está sentado en la banca, a mi lado. Su ceño fruncido. —¿No me vas a pedir que me quede? —pregunta, casi como si estuviera ofendido.

—¿Qué? —inquiero confundida— ¿Por qué haría eso?

—Pues una persona decente lo haría. 

Bufo —¡Ay, por favor!

—Sí, y también pediría disculpas por ser tan grosera.

—Pero... que.. yo no soy…bueno —me enredo al tratar de justificar me. —¡Uhhhh! —bajo mi cabeza hasta que mis manos la cubren. Parezco frustrada y… sí lo estoy.

¿Fui grosera? 

Sí un poco.

¿Debería disculparme? 

Seguramente.

¡Pero no quiero!

Él ayer me ayudó, sería lo minimo… Bahhh

Suspiro y acomodo mi postura. Julián tiene los brazos cruzados, una ceja enmarcada, y una pequeña sonrisa llena de satisfacción. 

Abro la boca para empezar a hablar pero me arrepiento al verlo, su expresión grita "Adelante, dilo, te espero".

—Ja, ya no lo voy a decir. —Digo fastidiada. 

No le daré ese gusto.

—No es necesario, sé que lo lamentas —dice divertido por lo que ruedo los ojos—. Ahora, ya que sabes que está mal ser grosera —me señala, como si me advirtiera que debo responder a lo que sea que pregunte—, ¿Cómo estás? —Su postura y tono cambian completamente, ahora es tierno y amigable, como si me quisiera transmitir que está dispuesto a escuchar.

Tal cual, como ayer.

Sonrío —Estoy… frustrada, molesta… triste —respondo suavemente sin dejar de sonreír —y hambrienta —agrego al recordar mi pésima mañana y el pan que dejé a medio morder.

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