Capítulo 18

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Avril

Le doy un sorbo a mi limonada para aclarar mi garganta antes de hablar.

–Así que... ¿Desde cuándo cantas? -pregunto curiosa.

Jean ríe abiertamente mostrando sus perfectos dientes.

–Desde hace una semana.

–Oh bueno, eso dice mucho.

–Ay ¿acaso estuvo tan mal? –dice mientras se acomoda en su puesto.

–Pues, me sorprende que no te hayan tirado tomates, y que los niños no hayan llorado asustados –digo con tono burlón.

–Auch –se agarra en pecho como si le doliera de forma dramática.

Rio– Bueno, la verdad no estuvo nada mal. –acepto.– ¿Y también tocas la guitarra hace una semana?

–No, con ella llevo un largo tiempo. Tal vez –hace memoria–, tres años.

–Guau. La verdad, fue muy bonito lo que dijiste, tu presentación y todo. Es muy cautivador.

–¿Quieres decir que cautive? –suelta de forma pícara.

–¿¡Qué!? No, quiero decir que si fuera otra persona, hasta de pronto estaría cautivada pero, no, para nada, no es mi caso–me apresuró a aclarar.

–Oh bueno, entonces no sirvió para nada, porque no busco cautivar a otra persona que no seas tú.

Paso saliva, y busco rápidamente qué decir.

–Jeje... Este... guau eres talentoso, la verdad, eres bueno en muchas cosas.

–¿Tu crees? –pregunta incrédulo, alzando una ceja.

–¡Claro! Eres sorprendente –sonríe-. En cambio yo, no soy buena en nada.

Bufa –¿Qué dices? Eso ni te lo crees tú misma.

–¡Es en serio! No sé tocar ningún instrumento, en la danza doy pesar, en el estudio soy un asco y... guau soy patética.

Jean ríe abiertamente por todo lo que acabo de mencionar.

–¡No te rías de mi trágica existencia! –exijo, fingiendo estar afectada.

–Mientes totalmente. Te subestimas mucho Avril, y no eres capaz de ver lo talentosa que eres -dudo y parece que él se percata, por lo que continúa–. Por ejemplo, en el teatro, ¡eres increíble! Y escribiendo, hasta donde sé cada obra que montas junto a Karen, es escrita en gran parte por ti. Eso es de admirar.

–¿Tu crees? –pregunto suavemente.

–No creo, estoy seguro de eso.

–Muchas gracias. Hasta hace un momento pensé que mi vida era miserable.

–Jajaja pues me alegra decirte que te equivocas. No sabes cómo me encantaría volverte a ver en un escenario.

Volver. En otro momento me hubiera sentido apenada al saber que Jean me ha visto actuar, pero en este momento, me siento segura y risueña.

–Pues te invito a mi presentación final. ¿Te gustaría ir? –pregunto alegre.

–¡Me encantaría! -exclama.

La presentación final es muy especial para mí. Pues las mejores obras de teatro del año son presentadas ahí. No todos pueden entrar claramente, solo las personas invitadas por quienes se presentan.

–¡Super! Es un día bastante importante para mí, espero que no faltes. -lo señalo con un tenedor.

–Jamás faltaría.

–Me alegra saber que estarás allí. –quedamos durante un momento en silencio compartiendo la mirada y antes de que se vuelva eterno, hablo– A todo esto, no he visto mi celular.

–Ya te estabas tardando en preguntar por él. Después de todo, estás aquí por tu celular ¿No? –se levanta de su asiento hasta posarse al lado mio– pero te lo entregaré después de –extiende su mano– una canción. –la música es suave, resultado de la guitarra, la batería, el teclado y la voz melodiosa de una mujer en el escenario.

–¿Una canción?

–Si, solo una. No pido nada más. ¿Me permites? –mueve su mano, para que la tomé.

–No sé si recuerdes pero, hace un momento, cuando hablábamos de todas las cosas en las que fracaso, mencioné a la danza. Esa es una de las principales, que pena que no la resalté en ese momento, pero lo estoy haciendo ahora así que... ¿Entiendes? –digo nerviosa.

Jean sonríe a punto de desbordar carcajadas. Está disfrutando esto.

Abre la boca para responder, pero se ve interrumpido por el tono de llamada de un celular, que es el mío. Lo saca de su bolsillo y lo acerca a mí. Lanzó mi mano con intención de agarrarlo pero lo aparta rápidamente y cuelga.

–¿Lo quieres? Ya sabes que debes hacer. –inquiere con tono pícaro. –Así que si deseas tener tu celular, me avisas –dice antes de tomar asiento nuevamente.

–¿Sabes? Hasta hace un momento todo iba bien. –trato de sonar molesta.

–Estoy de acuerdo. ¿Tenías que ponerte difícil? –se hace el ofendido. Burlase de mí se está volviendo una costumbre para él.

Pasan algunos minutos, y yo sigo debatiendo internamente que hacer. ¿Jean? Me mira divertido porque sabe que no me quedara de otra que ceder.

Suena mi celular una vez más y Jean mira la pantalla.

–Tu mamá te va matar si sigues sin contestar –finge estar preocupado.

–Ugh bien. Está bien acepto. –suscito.

–¿Disculpa? Mmm no, se venció mi invitación. Ahora tú me debes invitar, es lo justo ¿Qué te parece?

–¿Yo? ¿invitarte? –rio incrédula.

–Sí, tú invitarme, a menos que, no quieras tú celular de vuelta. –mi risa se desvanece. Nuevamente suena mi celular y Jean cuelga – Y no creo que tengas mucho tiempo la verdad.

No puede ser que me este haciendo esto.

–Tenias bien guardadita, esa faceta. Ayer era 'si no quieres, no hay problema' y ahora ¡me manipulas con mi celular para conseguir lo que quieres!

–Yo no diría que te manipuló –dice ofendido.

–Pues yo sí.

–Bueno, tal vez. Llámalo como quieras. Yo no tengo afán, puedo esperarte todo lo que tú quieras. El problema es que –mira mi celular– ella no –dice refiriéndose a mi mamá.

Me paro, de mala gana, y le extiendo mi mano.

Me mira divertido pero no sé para.

–¿¡Y ahora qué!? –grito irritada.

–¿Así invitas a alguien? ¿No le dices nada y solo esperas a que se pare como si nada?

–¿Bailas? -digo entre dientes.

–Ahora que lo recuerdo, ayer me hiciste un desplante bastante feo cuando te invite a bailar.

–¡Jean! – voy a colapsar.

–Bien, está bien. Sí, bailo –dice divertido y se levanta.

Ay no puedo creer lo que voy a hacer.

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