Capítulo 9

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Avril.

He estado hablando con Jean desde el martes que salí a receso. Este chico me hace reír un montón, y aunque trato de ser cortante con él, persiste, saca otro tema de conversación y eso me fascina, no deja morir la conversación a costa de todo.

Creo ya haber entendido quién es, me refiero a la persona que jamás vi en el instituto. Él juega voleibol en los torneos anuales, es un excelente jugador. Tal vez jamás detalle mucho a los participantes de los torneos, de hecho solo veía los partidos cuando mis compañeros jugaban, pues no soy mucho de ambientes repletos de gente. Luego de hacer memoria concluí que lo vi a él solamente en dos partidos, uno contra mi curso, y en la final.

En cuanto a él, en todo el sentido de la palabra, me parece alguien muy agradable, divertido, paciente, e interesante, por el momento solo puedo decir eso de él, pues conocer a alguien por medio de un chat no es la mejor opción.

Sigo tratando de ser cortante, aunque acepto que me es muy complicado, él me motiva a hablar, a compartir mis ideas y a expresar mis emociones, es como si supiera mis gustos e intereses perfectamente...

Francamente me siento tranquila y cómoda hablando con él, bueno, mejor dicho, texteando, pues hace una hora me dijo que me quería escuchar, ya saben, hacer una llamada y hablar, y así, nada del otro mundo, decir hola, y ¿cómo estás? y ajá... pero, la verdad ¡yo me quiero morir!

No soy tímida, jamás lo he sido, pero, no sé, siento que sería incómodo. Aunque él sería súper dinámico en la conversación- suspiro- yo solo respondería y agregaría "¿Y tú?", ¡Oh! pero si él espera a que yo sea la que inicie hablando ¡¿qué?!, hablo, de ¿El clima? ¿El receso? ¿El precio del pan?

–Agh no lo sé –chillo.

Ok, ok, ya Avril, simplemente es una llamada –inhalo y exhalo suavemente–, el tema de conversación se irá dando, si piensas en que será incómodo, lo volverás incómodo, ¡así que a pensar positivo!

¡Si! Todo saldrá bien.

Una oleada de seguridad y confianza me rodean.

–¡Qué llame pero ya! –grito con todas mis fuerzas mientras que salto sobre mi cama.

–¿Quién va a llamar? –dice mamá mientras entra a la habitación.

–Un amigo.

–Ya, ¿y por eso pareces una loca?

–No parezco una loca.

–Pues si sigues saltando como un mono, ¿Qué quieres que piense? –dice mientras sigue con sus ojos todos mis movimientos– Suficiente Avril, vas a partir la cama, deja de saltar.

– Vamos mamá, relájate y tómate un soka, la vida es demasiado corta como para preocuparte por cosas como estas...

El celular empieza a sonar fuertemente por toda la habitación mientras que vibra en la mesa. Unos nervios impresionantes me invaden y empiezo a correr por toda la cama.

–No, no, no, no. No estoy lista, ni siquiera he pensado en cómo saludar, ¡¿Que voy a hacer?!– ok, ya no hay seguridad, ni confianza, ni nada, todas se fueron al caño, y las remplazan preocupación e inseguridad.

–¿Quién llama? –dice mamá acercándose a la mesa.

–¡No lo toques! –grito, mientras que salto de la cama y me acerco corriendo a mamá.

–Ya Avril, tranquila...

Freno en secó cuando se me ocurre algo– ¡Ya sé! Contesta y dí que no estoy, que salí a comprar algo. ¡Ma, rápido!

–¡Está bien pero no grites!

–¡No! Mejor espera y...–mamá desliza el botón verde contestando y yo quedo paralizada en silencio.

–¿Aló?... Oh hola, ¿Cómo estás?– escucho atenta la conversación, estoy muy nerviosa, las manos me sudan horrible– yo bien, muchas gracias por preguntar jajaja...

–Corta rápido mamá – susurro con insistencia, sin embargo, parece no fijarse, por lo que empiezo a hacerle señas.–má...

–¿Avril? – gira para verme, y sigo haciendo señas, pero parece no entenderme – este... ay pues que te digo – dice mientras que ríe nerviosa, y pide auxilio con su mirada. Golpeó mi cabeza fuertemente contra la pared, mi mamá definitivamente no sirve para ser cómplice de nada.

– ¡Ay Avril, te necesitan aquí!– me separó de la pared rápidamente, y la miro desconcertada. Así es amigos, mi propia madre me a echado al agua.

–Fue un gusto hablar contigo, ya te paso a Avril – ni siquiera me da tiempo de recriminarle lo que acaba de hacer, pues me da el celular y se aleja rápidamente para salir de la habitación.

Mi corazón está apunto de explotar, siento seca la garganta por lo que antes de hablar paso varias veces saliva, inhalo tratando de colectar todo el aire posible para que me dé potencia, ahí voy –Hey, hola Jean, pensé que no llamarías- rio nerviosamente.

Silencio.

¿Por qué carajos no habla?

Escucho una suave y corta risa, que me pone los pelos de punta

Cuando escucho su voz me sorprendo, y una especie de tranquilidad recorre mi cuerpo.

Dios, help me.

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