51. «ALMA GEMELA: SEGUNDA PARTE»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO
ADVERTENCIA: OS basado en el mundo de los lobos donde tienen almas gemelas. Usualmente a las mitades de los lados respectivos se le conoce como mates, o Omega y Alfa, estos son los lob@s que llevan adentro en sus almas.

El salón comunitario estaba atestado de gente bailando y comiendo. No había un solo rincón donde las risas se mezclaban con los villancicos o la música navideña. El veinticinco de diciembre estaba en todo su apogeo. Aidan se estremecía cuando los juegos pirotécnicos reventaban en el cielo oscuro. Su dedo índice recorría el borde del círculo de su vaso de café. Estaba sentado en una silla, su espalda un poco doblada, perdido en sus pensamientos y ciertamente un tanto decaído. Su pecho vibró al ser preso por un aroma y calor. Alguien había tapado sus ojos. A Aidan le regresó la vida.

—¿A divina quién soy?— Preguntó una voz juguetona. Él sonrió como un maldito idiota enamorado.

—No lo sé.—Le siguió el juego.—¿Puede que una duende preciosa?—Un golpe aterrizó en su brazo.

—Creí que nos llevabamos bien.—Camila se posicionó enfrente suyo en una mirada acusadora pero no molesta.—Mira que yo me vestí bonita para ti.—Se hizo la indignada, girando en sus talones. Un suspiro escapó de los labios de Aidan. Si ella supiera que para él ya era preciosa, que no importaba que se pusiera.

—Te ves preciosa.—Murmuró en voz baja. Ella sonrió tímidamente y Aidan, oh, él se derrito ante esa sonrisa.

—¿Quieres bailar?—Camila extendió el dorso de una de sus manos hacia él. Lo amaba mucho. Aidan no sabía bailar pero no le importó en absoluto. Sólo tomó su mano y supo en ese momento que no la quería soltar jamás. Fue una corriente que les pasó desde la punta de sus pies hasta el cuello; sus lobos se reconocían. Sus pies bailoteaban en el suelo de mitropiso. Caminaron a la pista entre risas sueltas, el pelinegro colocando una mano en la cintura y las dos de ella en sus hombros, los ojos fijos, sonriendo.—¿Te gusta el tiró al blanco?— Inquirió.

—Nunca lo he hecho.—Admitió.—Pero estoy seguro que sabes hacerlo muy bien.

—¿Cómo lo sabes?—Lo miró, parando un instante.

Aidan se encogió de hombros.—Siento que me has lanzado un flechazo al corazón, Camila…—Él pareció pensar un segundo.—Camila, tu nombre suena increíble.—Dijo de la nada haciendo que ella escondiera su rostro en el cuello del pelinegro. Es como si al fin estuviera en paz teniéndola en sus brazos. La estaba abrazando y le encantaba. —¿Puedes enseñarme a manejar una flecha?—Susurró en su oído. Ella lucía tranquila en donde estaba, oliendo su cuello donde salían las feromonas del aroma de él. Aidan retuvo su aliento, tomándose el tiempo para cepillarle el cabello provocando que ésta a su vez se acorrucara más.

—Te enseñaré.—Prometió alzando su rostro. Aidan pudo ver en ese espacio el color de sus iris, y olfateo el suave olor a fresas que desprendía de sus labios pintados de balsamo. Aidan supo inmediatamente que estaba perdido. Tenía que hacerlo.—¿Puedo besarte?
—Camila pareció esperar esa pregunta porque asintió. No pudo resistirse a besarla. Sus caras se acercaron en sincronía, abismados por los sentimientos que crecían en sus pechos, queriendo hacer eso y unirse. Todos se encontraban en su propia burbuja así que ellos se desconectaron. Ese era su momento en donde se conocían.—Sal, por favor, conmigo.—Pidió en un susurro. Su aliento golpeaba los labios de Camila con la que tenia pegada su frente.—¿Sabes patinar? ¿No? Yo te voy a enseñar.

—Sería un buen inicio.—La chica dejó un beso en la comisura de sus labios. Le fascinaba los besos de Aidan. Él le encantaba.

—¡Volteen!—Un flash los dejó momentáneamente ciegos al girar en esa misma dirección. Una mujer les sonreía, traía una cámara instantánea y vestía en un suéter rojo, diadema de astas de renos y pantalones negros de vestir. —Soy la madre de Camila.—Se presentó abrazandolo, Aidan fue tomado por sorpresa.—Sé que serás alguien importante en la vida de mi hija.

—-Hola, señora.—Palideceo.

— Dime señora Rogers. ¿Así qué cómo saben los besos de mi hija?

—¡Mamá!—La castaña regañó.

—Oh, bueno...—No sabía que decir.

—Ahgg, que asco, no me digas.—Le dijo al separarse, apretandole un hombro. Pasó por su lado y le guiño a su hija mientas le hacía entrega de una foto. Era la misma que les tomó. Camila solo se encogió avergonzada a la vez que se la enseñó al ojiverde.

—Salimos bien.

—¿Me la puedo quedar?— Interrogó con timidez el adolescente.

La chica se la entregó.—Pero deberás tomarte otra conmigo.

Aidan entendió que quería pasar otro año a su lado y estar en la próxima fiesta navideña. Sus manos tomaron las mejillas de la joven, profundizando un beso.—Hecho.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora