21. «CUATRO SEMANAS: PRIMERA PARTE»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO ADVERTENCIA: Traición y una actitud idiota de Aidan. +Sin editar el OS+

Andrea:

Conocía el camino a su casa, habían sido tantas veces que pase tardes ahí junto con Aidan haciendo tareas mientras su madre preparaba la cena y nos vigilaba continuamente cuando nos veía tan cercanos y empalagosos. Pero por alguna razón, hoy me sentí una intrusa en aquella bonita vivienda, me sentí una extraña ajena a la vida de la familia de él. Y aunque tenía la aprobación de los padres de mi novio se sintió mal la acción. En el fondo, por mas que lo negará, sabía bien la razón del porqué esa sensación infragante en mí. Cuatro semanas atrás las cosas cambiaron entre nosotros, no se si fue algo que hizo Aidan o yo, pero los mensajes dejaron de ser correspondidos y me evitaba cada que coincidiamos. No sabía la fuente de su comportamiento tan hostil. Al principio pensé en que yo hice algo malo pero por mas que medite no tuve respuestas. Traté de arreglar las cosas, de veras intente. Para mi mala suerte él no me permitió acercarme correctamente. No pude resolver las cosas la anterior mañana en clases cuando le pedí un intermedio para hablar. Al final gracias a los consejos de mi amigo Nohan me arme de valor.

Mis dedos presionaron el botón del timbre. El sonido se hizo presente entre el silencio del aire y el trineo de las aves. Pocos segundos oí unos pasos detrás de la madera blanca, la puerta se abrió y detrás de ella una mujer me recibió con una sonrisa amable.

—Andrea.

Sonreí tímida.—Hola.

—Es una sorpresa que estés aquí, pasa.—Se puso a un lado y me cedió la entrada. Yo enseguida entre, mis manos jugando nerviosamente bajo las mangas de mi sudadera, esa que Aidan me regaló en mi cumpleaños. —¿Cómo has estado?—Preguntó a mis espaldas la mujer.—Tu mamá me dijo que estas cursando en patinaje.

—Estoy bien.—La miré. Su rostro mostró preocupación. Tenía la misma manía de morderse el labio de su hijo.—Mis clases van increíble. Aprendí muchas cosas.—Asintió mientras me guiaba a las escaleras de la segunda planta. Nos detuvimos allí.—¿Puedo saber si está Aidan aquí? Necesito pláticar con él.

—Él está arriba en la pequeña biblioteca, estudiando.—Señaló.—No está solo, esta con una amistad haciendo un proyecto.

—El proyecto de química, lo recuerdo. Me tocó con con mi mejor amiga.

—Eso suena tiempo de chicas.

—De hecho sí.

Posó una de sus manos en mi hombro. —Bueno, no te quitó más el tiempo, sube.

—Gracias. No le quitaré mucho tiempo. —Le sonreí antes de subir los tablones de las escaleras y perderme entre los pasillos. Conocía el camino, la última puerta al final del corredor derecho. Mis nudillos golpearon la superioridad de la madera caoba suavemente pero nadie respondió. Llame el nombre de Aidan pero tampoco.

Giré el polmo y entré.

En el suelo estaban libros desparramados, hojas de máquina, una computadora y lápices regados. Los propietarios eran nada más y menos que Aidan mi novio, y Hannah una linda alumna de clases, quienes estaban de pie inclinados el uno al otro. La cercanía entre ellos era tan prominente al punto de besarse y tocarse. Las manos de él se sujetaban a los lados de las caderas de ella, y la pelirroja a su vez lo tomaba de las mejillas profundizando los besos. Tan absortos para darse cuenta de mi presencia. Me gustó por un momento no ser vista. No quería que vieran mis ojos cristalizados y lo débil que lucía ahora.

Tomé una gran bocana de aire para tomar valor y empezar hablar con el tono más severo que pude. —¿Así que la tarea esta muy interesante?—Ellos se separaron asustados. Sus cabezas giraron hasta la voz y cuando se dieron cuenta de quién era la responsable se asustaron más. Los ojos esmeraldas de Aidan aterrizaron en mí.—Jamás creí que fueras capaz de hacer esto.

—Andrea…—inicio a decir suplicante.

Las lágrimas se hicieron presente.

—Finalmente se te dio muy bien hacerme creer que eras diferente. —Sollozos salían de mi boca.—Yo de verdad confíe en ti.

—Escuchame…

—Ni siquiera mereces que te escuche.
—Limpié las gruesas lágrimas que caían por mi rostro, algo claramente inútil, no dejaban de caer, parecía una fuente en plena primavera.—¿Cuánto?

Aidan fruncio su entrecejo.—¿Qué cosa?—Tembló.

—¿Hace cuánto que me mientes?—Mi mente iba a mil por horas. He visto tantas escenas igual y creo que cuando estás en una situación parecida  los pensamientos fluyen concisos y te hacen preguntarte cosas que pasaste por alto. Como la vez que dijo que estaría con su abuela cuidandola. —¿Haces cuanto me engañas?

La pelirroja miró enseguida a Aidan. Se removió incómoda y se ajustó la blusa.
— Dile o se lo diré yo.—Se dirigió al pelinegro.

Ohhh…

Así que sí me engañó más tiempo.

Volque más furiosa mi mirada a Aidan.

—Sí, dime, quiero saber.

—Cuatro…—relamio sus labios con la punta de la lengua, su mirada jamás se conectó con la mía.—Cuatro semanas.

Cuatro semanas en que lo llame y no contestó, en que lo busque y huyó, en que lloré y él beso a otra.

Con el corazón destrozado y la ira sufragado mis emociones eleve mi mano tan rápido que me sorprendió,  arranqué el collar que me regaló de un jalón, y se lo tire en el pecho.

—No quiero nada de ti.—Me di la vuelta pero él trato de detenerme.—¡Sueltame!—trate de apartar su mano de mi brazo.

—Tan solo déjame darte una explicación.—Se oía tan desesperado.

—¿Una en que que los implique a ustedes en una obra de teatro y me digan que sólo actuaban el beso de Romeo y Julieta?—Solté irónica.—No gracias, no compro ese cuento.

—Andrea—, Hannah llamo a mis espaldas. La vi. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.—Lo siento. Nunca quisimos hacerte daño.

Su voz tan bonita en ese instante se me hizo imposible de aguantar.

—Lo hicieron de todas formas.—Mi voz quebró. Todo mi yo se quebró en mil pedazos.—Me dañaron horrible y nunca los voy a perdonar por esto. Por mentirme.—Me solté de un movimiento brusco lejos del pelinegro.—Déjame ir.—Asintió en silencio y me cedió el paso a la salida.

Baje las escaleras sin miedo a caer. Estaba tan conmocionada que ni siquiera podía pensar claramente.

—¿Andrea a donde vas llorando?—La voz de la madre de Aidan me detuvo justo antes de salir de casa. Se notaba genuinamente interesada. Traía una bandeja de vasos con agua y rodajas de sandía. Aún así sonreía.

Le sonreí apenas.—A casa. Voy a casa.

Eso la descoloco más.

Su rostro se volvió serio.

—¿Algo salió mal?— Su tono bajo. Su aura maternal se convirtió en una peligrosa.—¿Mi hijo hizo algo malo? ¿Te lastimó? Dime y lo voy a repreder.

—Beso a otra chica.—Sin más, salí de ahí.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora