26. «DISCULPA»

1.9K 120 12
                                    

AIDAN X PERSONAJE FICTICIO
ADVERTENCIA: OS sad.

2022; año nuevo.


Ella me miró a lo lejos. Fue una fracción de segundos pero me captó entre todo el gentío de personas, entonces su sonrisa se desvaneció como fuegos artificiales. Desde donde me encontré parado pude ver que mi presencia la había golpeado, tanto que sus pies retrocedieron hasta darse la vuelta, tomó el abrigo colgado en el respaldo de la silla apresuradamente, cerca de salida se despidió de sus amigas y se avistó a la puerta. Huía, ella huía de mí, pero yo no estaba dispuesto a dejar que se fuera esta vez.

Di el primer paso distante del grupo de personas que me acompañaban en una plática monótona pero una mano se entorno alrededor de mi muñeca.

—¿Aidan? ¿Amor?—Natalia me miró sin comprender la situación.—¿A dónde vas?—aleje su mano de mi brazo. Me retiré lejos de ella y me dirigí a la misma dirección de la chica. Me llamó repetidas veces pero bloque su voz con el pasar de los segundos. Apenas pise la acera miles de gotas cayeron sobre el traje que esa noche usaba. La música sonaba alta adentro que nisiquiera me percaté que afuera llovía a cántaros. Pero no importó, solo ella me importaba. Mire de un lado a otro desesperado. Mi vista era dificultosa entre los telones de agua fría, hasta que la vi a lo lejos dirigiéndose a un taxi.

Tenía que impedir que se marchara para siempre no sin antes oír lo que tenia que decirle.

—¡Ana!—la llame corriendo a ella. Su cuerpo se detuvo ante mi voz, estaba de espaldas y aún así pude saber que seguía igual de linda como la primera vez hace dos años atrás. —¡Ana, escuchame! —me detuve a una distancia, no quería que se fuera. Su cabeza giró sobre su hombros. Su imagen me tocó el corazón. La ultima vez que la vi solo la hice llorar y ahora ella estaba aquí, tan cercas y a la misma vez tan lejos. Mechones mojados se pegaban en su frente y mejillas, sus dientes castañeban y un vaho de vapor helado salía de sus labios rojos.

—No tengo nada que escuchar viniendo de ti.—Su postura fue firme.

—Por favor...

—Todo acabó cuando te fuisteis. No hay que discutir nada. Sólo vete, estaba mejor sin ti.

Me lo merecía. Su rencor me pertenecía.

—Se que te hice daño y que no puedo simplemente venir de la nada. Pero por favor escucha lo que tengo aquí.—Me llevé una mano al pecho. Mi piel estaba tan congelada y mis huesos calaron bajo la tela. Ana mordió su labio y cerró sus ojos. Por un segundo me pregunté si los rocios de agua eran sus lágrimas, si lloraba Mi corazón estaba herido pero tal vez un poco más completo con saber que la tenía ahora mismo. —Disculpa por nunca demostrarte cuanto te amaba.

—Aidan...

—Perdon ¿sí?—ella negó.—Disculpa por nunca haber respondido ese mensaje de texto. Disculpame por haber huido y haber roto tu corazón. —Mis palabras perdieron cordura. La voz se me quebranto tanto como el alma.—Disculpa por permitir que nos alejaramos.

—Para—su voz sonó mucho más triste que la mía. Ahí la imagen de chica firme se hizo trizas, se rompió como una taza de porcelana al tocar el suelo.

—Ana, disculpa haber hecho promesas que nunca pensé cumplir. Disculpame de verdad por no haber luchado por nuestro amor.

Las onda de vientos y brisa fría golpearon contra ambos aún así allí estábamos enfrentado el pasado.

Su delicada fisonomía se removió en el abrigo rosa, vio a todos partes pero no a mí. Sorpresivamente gritó.

—Te odio, te odio por regresar, por el daño que nos hicimos y nunca aclaramos, te odio por seguir presente en mi vida—se acercó rápidamente; sus pasos eran feroces—. Te odio porque a pesar de todo te perdono.—Su respiración chocó con la mía y eso me volvió loco.—Lo hago, enserio que lo hago.

Mi mano se elevó hasta llegar a su mejilla. Retiré una hebra de cabello y la coloque detrás de su hombro. Su tono se había tornado oscuro con la lluvia, aun así su piel oliva resaltó.

—Nunca podré perdonarme a mí mismo. Perdón, Ana.

—No te culpo y no deberías seguir haciendolo.—Su tonillo apenas fue un murmuró audible.—Sabes que odio verte herido. Tendrás que perdonarte —se hizo atras—porque me dolerá que tu sufras por mí.—Allí lo comprobé. Las gotas que transcurrían por sus mejillas eran saladas no de agua. Sus orbes estaban llenos de una capa cristalina.—Te quiero.

Agache mi cabeza. Mi pulso se aceleró.
¿Cuántas noches no había soñado con oír de nuevo esas palabras?

—Igual te quiero.—Pronuncie por lo bajo.—Nunca deje de hacerlo.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora