36. «RECONTRANDOSE CON UN MARTES 13»

1.5K 130 7
                                    

AIDAN X LECTORA
ADVERTENCIA: Ninguna.


T/N:


—Esos perros te persiguieron media cuadra.—Aidan rió.—Tu vestido se rompió de la parte trasera cuando intentaste cruzar el jardín de tu casa.

Solté un gruñido ante su comentario. —Era si no mal lo recuerdo un arbusto de rosas, el tul se enredó y mis piernas se pincharon.

—Ese era tu vestido favorito.—Me dice y asiento.

—Fue una lástima que quedará en la basura.

Él me sonríe.

—Yo siempre pensé que te veías mejor en botas de lluvia y vaqueros y tu impermeable.

Sonreí.

Pronto Él se queda quieto en el columpio y yo me muevo en el mío suavemente.

Mis pies se arrastran y baten las piedras bajo mis zapatos.

Los engranajes de las cadenas rechinan y es todo lo que escucho. La noche se siente fría, triste y desolada en el parque.

Pero no lo es totalmente. Hay melancolía y felicidad en el ambiente.

Aidan terminó de recordar el día en que me tropecé de la bicicleta enfrente de la casa de su abuela y dos perros me persiguieron por toda la calle.

—¿Recuerdas la vez que ganastes tu primer premio en la feria de Ciencias cuando teníamos catorce?—Comente.

—Tu hiciste un feo volcán que explotó dos minutos después. Nunca lo olvidaré, la mezcla salió disparada contra la directora García.

Cerré los ojos y reí muerta de la vergüenza. Habían pasado años y me seguía sintiendo culpable por eso. —Al parecer mi hermana tiene razón, estoy salada.

Aidan se queda en silencio y me dice algo que no espero.—¿Por qué nunca pudimos estar juntos, T/N? Fuimos grandes amigos.

Es mi turno de quedarme quieta y mirar la banca más cercana. ¿Por qué? Busco algo rápido que responder pero ni siquiera lo entiendo. Yo siempre lo ame, el me amo, pero nunca lo dijimos. Éramos solo dos críos cuando él se convirtió en el primer chico que me besó, que me hizo hacer las peores locuras, desde escapar de casa para huir madrugadas en la moto de su hermano y viajar hacia una colina abandonada donde las estrellas se veían hermosas. Fue él quien me invitó a saltar de su mano desde una roca enorme cuando íbamos a los lagos con amigos, el que me salvó de reprobar matemáticas e insisto a cumplir mi sueño de patinar sobre hielo. Y luego pienso en las ocasiones en que él tenía a una chica en sus brazos mientras le decía te amo en las fiestas en que lo acompañaba. También recapacite en los chicos que tuve por temor a vivir prendada al pelinegro.

Lo volteo a ver despacio.

—Porque éramos eso, amigos, Aidan.

Aidan… Su nombre baila en mi lengua.
Incondicional, agradable, divertido, rebelde pero educado.

Me encontré con él después de una eternidad. Ya no es el niño imperativo que conocí ni el adorable de la clase cuando tenía seis años, tampoco el preadolescente de sonrisa coqueta que enamoró a cada chica.

Pero paremos.

Regresamos cuatro horas atrás o más bien cinco años atrás.

Fue en casa de Susana, una vieja amiga del colegio quien me invitó a ir a una reunión que se celebraría con amigos precisamente esta noche. Hacía cinco años que no la veía ni nos contactabamos, no desde el último curso de la secundaria. Yo me mudé luego del divorcio de mi padres a Francia con mamá y había dejado todo atrás con mi padre cuando tenía quince años. Mis amigos, mis recuerdos, las risas… Una parte de mí se quedó en este lugar, Toronto. Después de mucho regrese a ver a papá cara a cara y no atreves de una pantalla. Al encontrarme con Susana no dudamos en vernos otra vez, entonces ella me invitó esta noche a su pequeña celebración y Aidan llegó también ahí. No lo vi venir porque no pensé que nuestros caminos se volverían a encontrar tan pronto. Sabía que al volver me iba a topar con algunas personas y él entró en mi lista. Pero fue más veloz de lo intuía. Entonces lo mire entrar de nuevo en mi vida. Su piel era más blanca con la iluminación de las lámparas chinas en el jardín trasero de Susana que colgaban en hilos. El cabello negro  hacían sobresalientes sus ojos y labios. Usó un traje de tres piezas color negro que me robó el aliento. Y no lo reconocí al istante. Todo en él era nuevo. Había crecido y mucho. Su altura sobrepasaba dos cabeza de la mía y aunque es delgado se veía que se había ejercitado todos este tiempo. No era la copia de un modelo de Calvin Klein, no, éste era un chico lindo sacando de un libro o anime. Todo en el gritaba aventura y diversión. Justo cuando Susana nos presentó Aidan ya me había reconocido desde antes. Estaba emocionado y yo igual. De repente todo fluyo. Nos pusimos al corriente de nuestras vidas, experiencias y venimos a parar aquí. El viejo parque en que jugamos de pequeños. Nadie notó nuestra ausencia. Los viejos amigos de Toronto se volvían a unir.

Ahora él me observa.

—Nunca deje de pensar en ti desde que te fuisteis.—Confiesa. Yo no respondo porque fueron escasas las veces que volví a recordarlo en los últimos años y porque hubieron chicos que me hicieron olvidar. Supongo que él igual. Pero en este momento algo revolotea en mi pecho, un salto de felicidad y calidez. Ninguno tiene a nadie y estamos flotando en algo hermoso.

La Luna brilla, las estrellas lo hacen y presiento que algo de nosotros también comienza a brillar.

—¿Donde estuviste todo este tiempo?
—Mi pregunta es apenas un tonillo mudo. Cuando se lo digo no me refiero a donde estaba viviendo sino porque no a estado a mi lado desde hace mucho.

—Para serte sincero ni yo lo sé... Pero cuando te vi partir en ese avión te llevaste algo, T/N, una parte de mí.

—¿Qué cosa?

—Mi corazón.

Una sonrisa se derrite en mi rostro. Me acerco, él hace lo mismo y por fin nos besamos. Una de sus manos se pega a mi cuello atrayendo más mi cara con la suya. Es casi imposible no vernos tan ansiosos por obtener todo del otro. Siento sus dedos recorrer mi mandíbula hasta ahuecarse en mi mejilla derecha para profundizar su lengua en mi boca. Las dos lenguas se entrelazan, bailando. Tengo que bajarme del columpio para seguir el baile de nuestras lenguas. Él me mueve hacia él hasta que quedó sentada en su regazo. Las cadenas se mueven y nos columpiamos. Ninguno quiere soltar la conexión espeluznante. Mis manos están llenas de electricidad que sé que si me toca él podría sentir como estoy al borde de morir electrocutada por su manera de ponerme a sus pies. Y luego sin imaginar lo siguiente, perdemos el equilibrio y caemos de bruces al suelo.

Me quedo buscando aire por el beso y el golpe. Busco con la mirada a Aidan cuando la encuentro él está boca arriba sacudiendo la tierra de su traje. Una risa de su boca sale agrietando el viento con su voz ronca.

—Creo que me traes mala suerte, T/N. Pero me gustaría que fueras mi martes 13.

Sonrio.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora