44. «JUGANDO CON EL DEMONIO: SEGUNDA PARTE»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO
ADVERTENCIA: No jueguen con cosas malditas o pueden traerles consecuencias. Este OS menciona sus rasgos de Aidan pero hace revelación de su identidad en la parte final.

—El otro mundo puede ser inestable.—La voz profunda de aquel chico sonaba sumamente seria y fría—. Es un arco de muerte en el que nadie puede saber que tan verdadero son los relatos que los humanos dicen saber. Es una puerta que alberga oscuridad. Es un portal que huye de la luz. ¿Y aún así se atreven a jugar con ella sintiéndose con la valentía de adentrarse a un mundo incierto?

«La desaparición de siete adolescentes de quince años tiene al pueblo en una gran conmoción. Todo sucedió este treinta de octubre en la celebración de Hallowhen en que los chicos salieron a divertirse y no volvieron nunca a casa. Después de la noche que, claramente, se convirtió en las más aterradora para sus respectivos padres, las autoridades y un escuadrón de guardabosques se han puesto en una exhaustiva investigación y búsqueda para traer de vuelta a los pobres jóvenes a los brazos de sus padres. Se hace un llamando de ayuda a los pobladores de Chapter. Si usted sabe algo, hable. Hasta aquí mi reporte».

Hanzel tembló mientras sostenía el control remoto del televisor, presionado el botón rojo de apagar. La estancia quedó silenciada sin la voz de la reportera. Suavemente se podía escuchar las aspas del ventilador en el techo. Sus ojos enfocaron al muchacho pelinegro vestido de un traje oscuro, su mirada verde intensa la enfocaron; sonreía estirando las líneas rojas de sus labios, la piel blanca hacia resaltar las cicatrices rosas de su rostro y de éste un olor parecido al azufre se desprendía.

—¿Qu-é haces aquí?— Preguntó temerosa. Ya ni siquiera podía distinguir la realidad de un sueño, las pastillas para dormir la tenía un poco fuera del lugar.

—Primero que nada, buenos días, bastarda.— Saludó él a la vez que se acercaba para sentarse a su lado. La sintió crisparse a centímetros, fue precisamente oír su piel erizarse, el miedo boicoteando su estómago y ahogandola en la ansiedad. Rió burlón, la risa poniendo más nerviosa a la pelirroja.—Te vez como la mierda.— Seguía hablando tan normal, amando el hecho de ser un demonio y ella una humana a su merced, una pequeña rata en sus manos a la que destruiría porque a los demonios le gusta jugar y ella significaba un juego difícil de ganar.

—¡Hanzie, amor! ¿Todo bien?—Llamaron desde la cocina. Ambos giraron a esa zona, Hanzel queriendo llorar y el otro gozando de la escena.—¿Me estás hablado?— Inquirió su madre.

—Parece que nos oyó.—Canturreó inocente el demonio.—¿Debería disculparme?— Se rió entre diente viendo el pánico en la adolescente.

—S-sólo fue-e la te-le.— Trató de quitarle peso para no dar sospechas.

Estaba sudando frío. Todo su cuerpo tenso y la respiración lenta. Su espalda se puso rígida tras el respaldo del sillón al escuchar unos toques en la puerta principal. La paranoia seguía en gran escala subiendo sin dejarla poder estar tranquila. El sonido de unos suelas repercutió en el silencio de la sala donde estaba él y ella. La voz de su madre se elevó una tonada al decir que no abriera, que ella lo haría. La menor esperaba que viera al chico trajeado pero no sucedió. Atenea pasó sin darle importancia. Hanzel la vio de reojo; mandil puesto, vestido, zapatos de tacón, cabello bien recogido en un moño alto, y su infalible y preciado rosario de madera colgado de su cuello. Hanzel ni siquiera podía ver una cruz desde la noche ante pasada. Todavía no podía orar o acompañar ese mismo día a su madre a la misa, por lo que tuvo que ser honesta, se sentía mal para salir y estar toda la mañana en la Iglesia rodeada de hermanos cristianos. Atenea solía ser muy protectora y comprensible por lo tanto dejó que se quedara en casa. Hanzel no sabía si fue la mejor decisión dado que tenia miedo de quedarse sola pero era peor si pisaba los terrenos sagrados. No le diría a su madre pero había pasado esas horas bajo la ensoñación de las pastillas para dormir. Cada que cerraba sus ojos podía ver ese rostro de cicatrices, ojos verdes y sonrisa perfilada, podía oír la risa demente del ente maligno y sentir las caricias heladas en su cuello, en el que aún seguían aquellas marcas violacesas igual que en su pecho. Las heridas no parecían sanar. Usaba blusas de cuello alto para desaparecer las heridas recientes. No se había bañado por temor adentrarse a la tina de mármol y ser ahogada de nueva cuenta. Ropa larga y caliente rodeaba su cuerpo delgado. Nadie podía quitarle las ojeras encima de sus pómulos salientes. Y ahora aquel ser oscuro estaba a una distancia nimia de su cuerpo. No lo veían al parecer así que se preguntó si se estaba volviendo loca. Un ateo diría que está loca y ciertamente la posibilidad cobraba vida en cada instante. Es ilógico, porque el humano siempre pensará de tal modo solo por no conocer lo sobrenatural, cuando no conoce algo inusual suele tomarlo como imaginación y negación, pero ella que había vivido una situación espeluznante, una muy grave, ¿Cómo debía tomárselo? ¿Qué se debía hacer? Su respuesta se resumía a no saber. Por más que buscará una solución estaba atrapada.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora