52. «CONDENADA»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO ADVERTENCIA: Escena grotesca y trastornos mentales. Aviso de una vez que deben tomar aire, calmarse y no hacer malos comentarios.  Sólo quiero mostrar este OS porque pensé en este tema. No lo odien realmente, es sólo ficticio.


Bar:

Su sonrisa me cautivó esa tarde de otoño en Vancouver. Las hojas estaban pintadas amarillas, rojas y anaranjadas; se desplazaban por la tierra debajo de las raíces de los árboles. Era tan genuina, enamorada de la vida, de sueños y metas que éso me nublo, lo dejé entrar. Porque él pudo lograr acelerar mi corazón tras recitar esas palabras de Mario Bennett. Lo recuerdo. Traía una bufanda café  chamarra negra, pantalones negros y un adorable gorro de reno.

No debí dejar que me llamará la atención.

Pero era tan adorable bajo esa crispada ventisca fría. Sus mejillas y nariz pintadas por un bermellón a causa de lo mismo, Dios, solo quise abrazarlo  e imaginé inconscientemente las mañanas en la cama junto a él, siendo libre en mi inicio universitario. Fue mi error. ¿Por qué tuve que caer tan rápido por él? ¿Por qué fui una maldita adolescente con ganas de enamorarme, de probar la adrenalina de unos besos, de ser acariciada y de probar la libertad a mi manera?

Maldita sea. Debí esquivar esa mirada verde brillando. Pero su intensidad, el juego en ellos me atrajeron tal como un mosquito yendo tras la luz, una luz que iba a electrizarme y consumirme hasta solo quedar en un cadáver frito. Esos orbes hicieron que de volverme loca me provocarán pesadillas.

Los odio.

Debí sospechar.

¿Por qué no lo hice?

Las cosas estaban allí enfrente mío.

Es algo misterioso, manda a callar si haces preguntas profundas en su vida, su actitud controladora y algo obsesiva que, si bien lo vi romántico al principio, ahora es aterrador e inaceptable.

El lobo disfrazado de cordero.

Ya es tarde, me digo.

Estoy paralizada.

Está ahí, el cuerpo tendido en la alfombra, manchando su cubierta esponjosa y peluda. La sangre escurre espesa y pegajosa.

—¿Ves lo que has hecho que haga, Bar?—Su voz es ronca, peligrosa.

Elevó mis ojos a su rostro. Ya no hay inocencia y la ternura que me hechizo. Es agresión, es rudeza y aridez en sus facciones y en su piel, y todo en él desprende gran intimidación que me hace sollozar. Está parado a unos metros de mí, cargado un martillo oxidado en su mano.

—N-o te-nías… No…porque matar-la.

—No tenía porque meterse donde no la llaman. Ella se lo busco.

Estoy temblando, llorando sin control y no puedo dejar de mirar el cadáver de María, el cual está plagado de marcas veolaceas y rojas. Su cabeza está destrozada… La ha roto con su martillo, el que utilizamos para reparar la puerta aquel febrero hace un año. Es por lo que aún no grito, porque tiene esa herramienta y no tengo una salida libre en la que correr. Tampoco creo tener la suficiente valentía. Tengo miedo. Mucho a decir verdad. Siento que tropezare y él me alcanzará. Aidan no está bien. Temo terminar como mi amiga, esa que intentó ayudarme y esconderme de Aidan después de discutir por medio de una llamada donde le dije que terminabamos la relación. No se lo tomó bien por los gritos y amenazas que profeso. Estábamos encendiendo leña en la chimenea, yo metía las ramas secas del bosque cuando en una hora del reloj él apareció bajo el marco de la puerta. Ni siquiera pudimos cerrar a tiempo o correr escaleras arriba. Nos había encontrado. Me encontró.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora