40. «EL CONTRATO: PARTE DOS»

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AIDAN X PERSONAJE FICTICIO
ADVERTENCIA: Tema sobre el matrimonio arreglado. (Lean primero y luego a dormir, linduras. No se desvelen que es malo para la salud, se los digo p).

Ellos eran inseparables.

Él le daba sus dulces a cambio de que ella le permitiera besar sus pómulos. Realmente Aidan le daba cualquier cosa porque ella le regalara una sonrisa o una canción de sus labios o jugará con él.

La pequeña lo levantaba cuando caía y lo ayudaba a escalar los enormes árboles de nueces que habían en las fincas.

El pelinegro tenía siete años y T/N cinco cuando su futuro se marco en piedra.

Eran dos pequeñitos inocentes que no conocían la maldad ni el egoísmos de los adultos.

Tan puros que no sabían el mundo que los rodeaba.

Tan buenos que no comprendían la grave situación de que sus familias formaban parte de las grandes redes de mafia.

Ambos aceptaron una propuesta carente de lógica que se basó en una tradición inhumana.

Y estaba planeado, se podría afirmar. A final de cuentas ellos tenían todo bajo control porque eran éstos quienes gobernaban. Sus palabras eran acero que recaen sin dar retroceder.

Y te preguntarás, ¿Enserio un padre permitiría que un hijo fuera encarcelado en una vida así?

Los infantes son masas que hay que amoldarse, les decían los hombres a las madres de los niños, y ellas asentian y callaban como las mujeres dóciles. Todos esperaban que la dulce T/N siguiera el mismo ejemplo en cuanto a comportamiento. A Aidan estaba de más denotar que copiaría el rol de un Alfa que decía y hacia cumplir sus amenazas, que no tenía que levantar la voz para que su perfecta mujer hiciera lo que él deseaba.

Así que la chiquilla fue infundada en los papeles de sumisión y él de dominación.


Pero definitivamente los poderosos  fallaron por retener a esos dos pájaros enjaulados.

Ella se fue desprendiendo de él al presenciar los primeros horrores que a éste le obligaron hacer.

Mientras crecían fueron dándose cuenta que la sangre bañaba sus pies y que sus apellidos tenían la sombra de la muerte.

El pájaro de plumas negras y ojos gemas fue corrompido con los regímenes que se iniciaron a sobreponer en su legado. En su género. El era primogénito, el heredero, el chico y el próximo ascendiente al poder.

La pajarita de plumaje café fue la que sufrió el dolor ajeno de sus hermanas, viendolas lastimadas por las bestias, por el mismo futuro que ella tendría y que ellas querían evitarle.

Él la evitó. La alejó de sus manos sucias. Apartó al monstruo insensible en que se forjó. Y dolió una eternidad verla irse asustada.

Cada luna daba paso a un ciclo cerrado que les decía que el tiempo corría.

Ambos lloraban escondidos debajo de las mantas, pidiendo volver hacer niños a las estrellas fugaces.

El cariño de T/N se convirtió en odio y repulsión, creado por el acorralamiento de ser solo una débil chica, de ya no tener voz ni alas para volar y ser libre, aunque jamás lo fue.

El rechazo que mostraba solo hacia que él sufriera por estar perdiendo a su único rayo de sol tras la tormenta. La necesitaba. La quería. La amaba de la forma más pura que existía, porque a su lado ella era quien lo dominaba. Tal vez la castaña jamás lo vería porque estaba tan sumida en sus problemas que egoístamente solo pensaba en ella y su infierno.

—Nunca te amaré.— Juró fríamente, T/N.

—Lo sé.—Respondió con una sonrisa amarga Aidan, soltando un vapor de humo.

El día de la boda ella fue preparada en las mejores telas blancas, arreglada como una muñequita.

Pero esperó.

Parada en el altar.

Y él nunca llegó a la hora acordada.

Entonces las llamas del Hades se desataron.

La sacaron de ahí hombres armados que atacaron a diestra y siniestra a quien se introducía para proteger a la novia.

Las balas se desataron.

Los cuerpos de los invitados cayeron al suelo.

Gritos salieron descargando el aire del verano.

Quedó inconciente al ser sedada por uno de los matones, pero al despertar se halló con el sonido de las olas y un tronar de gaviotas. Aún vestía su bonito vestido pero ya no tenía su velo y ramo.
Saliendo de la casa muy atarantada divido la figura del chico en la orilla del mar. Se acercó, los pies hundiendose en la arena.

—¿Qué pasó, Aidan?— Susurró al colocarse a su lado de brazos cruzados. La brisa sopló sus cabellos meciendolos en el aire.

—Terminó.— Contestó.

—¿Qué? —Fruncio su entrecejo. De pronto los recuerdos le vinieron como luces parpadeantes.—¿Por qué había un tiroteo en la boda? ¿Por qué no apareciste? ¿Cómo es que estoy aquí?—Las preguntas salieron hechas un enredó de confusión y temor.

—Tomé mi lugar.—Aidan volteó su rostro de las aguas azules hacia ella.—He matado a mi padre y al tuyo.

Un silencio cayó. T/N lo observó entreabriendo los labios en escepticismo. Un oleaje de espuma roso hasta sus tobillos. Pensaba en su confesión, en su significado y los problemas que traería. —¿Acabó? — Tragó saliva, insegura.

—Sí.

—Soy el nuevo al mando de la mafia.
—Había un atisbo de acidez en su voz

T/N finalmente salió del trance.

—Te van a matar… Estas… Dios, Aidan.—Acunó los hombros del chico.— Has roto las leyes de esta mafia.—Sarandeó.

—Y no me importa porque compramos nuestra libertad.—Murmuró.

—¿De qué hablas?—Retrocedió.

—De que eres libre.

ONE SHOTS ° [A.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora