Cambio ambiciones por ilusiones

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No me pagan lo suficiente para hacer todo lo que hago

Ni me dan seguridad social, ni plan de jubilación, ni vacaciones.

Todos aquí me reprochan, me acusan de ser un vago.

¡A ver si al menos Carol me da las gracias, aunque sea en mis imaginaciones!


"Carol, debemos hablar seriamente." —Ensayabas el cómo dar las malas nuevas, al mismo tiempo que redactabas un memorándum sobre la importancia de cerrar la puerta de la balanza. Otra vez la luz fallaba en el cubículo, atestado de papeles viejos desintegrándose en archiveros torcidos. El lugar y las circunstancias eran algo contrario a tu estilo, de hacer planes con detalles nanométricos. — "No, eso suena a imposición. Probemos con algo más casual. Algo como 'Hola, ¿te puedo molestar un Segundo? '". "¡Pamplinas!" "Eso suena peor." "¡Diantre con esta mujer! Todo se lo toma muy mal." —Otra vez te asaltaban memorias a corto plazo de su peculiar sonrisa— "Pensará que todos la ven como un engendro. Razones sobran; nadie puede tapar el sol con un dedo."

Pero sentías que ella no era un engendro. Muy, pero muy debajo de todas las atroces intervenciones debía estar su verdadera personalidad, tristemente opacada por el resentimiento hacia el universo mismo.

"¿Puedo acompañarte?" —"Peor aún, eso me quita autoridad. Si pudiera convencer a alguien más de dar aviso por mí. ¡Nada! Demostraré a todos que soy capaz de hacerlo..." —La malicia se apoderó de ti, tras dar el punto final al memorándum— "¿Para qué notificarle de la misión? Bastará con fingir ser espontáneo. Así podré leer su diario en un descuido. Sí, eso haré: diré que me han dado vacaciones de emergencia... Un momento, ella es bastante inteligente. Encontrará sospechoso que, justo después del infortunado encuentro con ese mequetrefe tenga yo vacaciones..."

Subestimar la capacidad intelectual de cualquier chica, hasta de Peacock, era una sentencia de muerte segura. Debías idear algo, y pronto. Como la manzana de Sir Isaac Newton, la respuesta aterrizó en tu calota; un gran ladrillo de papeles viejos se precipitó desde el archivero hasta tu cabeza, causándote un buen cardenal.

"¡Ay! Encima me caen éstas..." —Interrumpiste tu amarga queja al ver con mayor atención el objeto culpable— "¿Lab-7?... El resto está completamente ilegible. Parece que esto es sólo una página de algo más amplio... No veo nada de interés, más allás de tres o cuatro firmas... ¡Tiene la firma del viejo! Y un sello en otro idioma... Toda e cualquer pessoa que tome conhecimento de asunto sigiloso fica, automáticamente, responsável pela mantenerlo. Parece algo importante. ¡Pero de nada sirve ahora!... si lograse duplicar esa firma con ese sello podría convencer... ¡Eureka! Eso haré."

Usando todas tus habilidades de oficinista lograste falsificar ambas autenticaciones en un inocente pase vacacional. Eso convencería hasta a tus superiores inmediatos, como te viste tentado a hacer. Pero era mejor sólo usarlo para convencerla a ella.

Regresaste la hoja a su sitio, reparando que, cosa extraña, la firma del escualo no figuraba en ninguna parte. Lo más seguro —según tu sentido común— debía ser que tal cosa no lo ameritaba. En el pasado habías escuchado sobre los otros laboratorios, numéricamente ordenados, y sus funciones. De todos, el más convencional era, justamente, el siete."

"¿Cómo habrán resuelto el asunto con el delincuente?" —Una frivolidad: habrían sobornado los del comité a medio cuerpo de policía, o recurrido a las amenazas. Algo no encajaba, con tantas carencias en recursos materiales y tanto soborno tan fácil. Dejaste por la paz el tema y esperaste el amanecer, ansiosamente, soñando otra vez con locos cuentos de hadas en los que tú eras un cascanueces, Carol una pequeña de vestido largo, y esa misteriosa enfermera una mujer-rata con una corona, comandando un verdadero ejército de roedores humanoides vestidos con ridículas cofias clínicas además del mismo uniforme revelador.

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora