Esto es malo...

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No quiero verte cerca de mis amigas

Ni que hables mal de nadie que me importe.

Lo mismo va para con sus familias.

¡Entre nosotras no habrá quien te soporte!

Perturbado y desmoralizado, mas no abatido por completo, intentaste seguirle discretamente el paso. Pero algo te lo impidió. Siendo precisos tenías un reluciente objeto oscuro lleno de dientes puntiagudos plantado justo en tu frente.

—¡¿Qué horas son estas, doc?! —El bocón de siempre, con su agraciada, pero ingenua anfitriona a su espalda, te saludó a su manera. Por cierto, la pobre muchacha estaba físicamente impedida para hablar o darte la cara, cortesía del parásito. Siendo un ente polimorfo, había tomado una forma vagamente humanoide.

—Eh... yo... bueno... estaba...

—¡Bah! ¡Sí, sinvergüenza! Ya decía yo que sí eras un hombrecillo hecho y derecho. Debes perdonar a mi niña, se atrevió a poner en duda tu hombría ante su amiguita. Al menos tengo otra cosa menos de preocuparme, no te lo tomes a mal, doc. Lo que sí me molesta es que hablen mal de un colega en mi presencia. ¡Grrr! Si hubieras escuchado.

"¿De qué diablos hablas?" —Estabas entendiendo más bien poco. Nada sencillo mantener una conversación con tanto salivazo y palabras sumamente soeces, menos con un tentáculo suyo alrededor de tu hombro.

—¡Uh! ¡Hmmmp! ¡Hmmmmp! —Precisamente, la "niña" se sacudió furiosamente en ese momento.

—No hagas caso. —El bruto notó tu atención hacia la quejosa. —A éstas hay que saber conducirlas.

—¿Se-señor, puedo...?

—¡Qué no me llames señor, cara...dura! —Rugió. —Y habla como hombre, doc. Nada de temblar. ¿Entendido? Ahora al grano, al fin y al cabo, los dos somos machos. Bueno, tú más o menos, pero eso lo corrijo yo. ¡Aprende a vivir!

"Sigo sin entender qué está pasando aquí

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"Sigo sin entender qué está pasando aquí... espera, tal vez sea una oportunidad para averiguar algo. ¡Cierto! Éstos dos podrían saber algo que sí me interese." —Una maligna inteligencia brilló en tus ojos durante un breve instante. De la nada, interrumpiendo al grotesco individuo, tendiste el cebo, sutil y cuidadosamente:

—¡Ah! Es verdad, seño... ¡Samson! Debes saber mucho de la vida...

—¡Puedes apostarlo! —Fanfarroneó— A mí nadie me embauca con cuentos.

—¿Puedo saber para qué me has citado?

—¿Eso? Una sorpresilla... espero que te gusten grandotas. ¡Claro que te gustan las grandotas! Conozco bien a los hombres... mayor razón para que no te acerques a esta niña. —Se sulfuró repentinamente— No más de lo debido, se entiende.

"Por las buenas, cualquiera." —Una gruesa gota de sudor resbaló por tu cabeza, lo suficientemente fría como para seguir con tu improvisado plan:

—Descuida, no es ella quien...

—¡Ajá! —Te sacudió alegremente— ¡Ya me parecía que tenías una meta! De todas maneras, espero que te agrade la sorpresilla. Es bueno probar opciones... pero ya me ha entrado la curiosidad. ¿Quién es la afortunada? ¿Está por aquí?

—No. —"Ha mordido el anzuelo... todo a su tiempo" — Se trata de una conocida de...

—¡¿La profe Victoria?! —Intentó adivinar, dejando de amordazar por un breve instante a la irritada Filia. Algo dijo la pobre, pero rápidamente fue silenciada de nuevo.

—No, esa mujer es algo mayor y muy estricta. —"Sin olvidar que le gusta dar varazos a mansalva." —Hablaba de una conocida de tu anfitriona... una amiga.

—Anda, ya me parece... pero, no te la recomiendo. Tres palabras: está echada a perder.

—Fueron cuatro. ¿Y cómo que echada a perder?

—Imagina un flan lleno de tanto moho que se ha puesto azul. Encima no recuerdo que pasó con esa, ni me interesa saberlo. ¡Aunque sí que me gustaría decirle algunas cosas a cierto gusano miserable!

—Dejémoslo para otra ocasión. ¿Y cuál es la sorpresa?

—Dime primero quién es... cuenta, cuenta. ¡Ah! ¡Ya lo tengo! —Gruñó triunfalmente.

—¿Sabes algo de su pasado?

—¡Imposible de decir! Sería entrar en demasiados detalles, muchos detalles. Te sugiero que si quieres seguir con los huesos sanos no vuelvas a preguntarme... la mocosa no puede saber algunas cosas... ¡Ya lo capto! Más bien te gusta ésa y te da pena... tienes gustos muy raros. ¿Qué le ves? Si no tiene nada destacable ni por delante ni por atrás, ni a los lados, ni arriba, ni abajo. A ese "Painwheel" deberían cambiarlo por "Plainwheel". La cosa más grande que tiene es la boca, como la de uno de esos pajarracos que guardan peces. ¿Sabes cómo se llaman?

—¿Un pelícano? —Rechinaste los dientes ruidosamente.

—¡Sí! Un pelícano ¡Uf! Debes ver cuántos perros calientes puede engullir de una sentada... ¡Ni hablar de lo que dice de ti!...

Sobra decir lo rabioso que estabas por dentro, con tan vulgar descripción. Pudo más tu curiosidad que tu ira y decidiste seguir con la vaga esperanza de sacar algo útil de tan boba conversación.

—¿Así que opina algo malo de mí? —"¡Vaya! ¡Oh! ¡Nadie lo esperaba!"

—Al igual que esta mocosa. Decían que eras un niñito de mamá que le tenía miedo a las mujeres y que no vendrías a...

—¡Ya estuvo bien! —Se libró su anfitriona y le cerró la bocaza al indiscreto esperpento con ambas manos. Estaba de un humor de perros. — ¡No dijimos eso! Lo que dijo Carol fue que te creía decente, y que no vendrías a lo que te había dicho éste, y yo le creía, hasta ahora. Encima, dices que tiene una papada de pelícano, y a otra amiga la llamas "echada a perder". ¿Cuál es tu problema? ¡¿Cuál es tu problema?!

Debiste corregir una conjetura tuya: la anfitriona sí que podía ser atemorizante sin ayuda del parásito. Quizá no tanto por la amenaza de recibir tortazos como por lo incisiva que era cuando se lo proponía.

—¡Gracias por decepcionarla, Sin-lo-que-sea! —Siguió con su airada queja— Y por favor, que no te vea cerca de ella ni de su familia. ¡Nunca! ¡Ya nos vamos! —Siguió batallando por cerrarle la boca al dientón, quien alcanzó a arrojarte un pase de entrada para algo llamado "Live Peep Show".

Ésa era la gran reunión sorpresa; ni motociclistas vikingos ni nada. Sólo un pedazo de papel engominado impreso en tinta sepia. Un insignificante papel, carente de todo valor venal fuera de algún sitio deplorable.

Y regresemos a dónde estabas, cuando el día llegó a su fin, arrinconado en un escondrijo, lejos de todos. Seguías rumiando todas las peripecias sufridas en esa infausta jornada. No seamos funestos: podías jactarte de unos modestos triunfos pese a todo.

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora