Beber hasta quedar tonto es repelente
Yo no pensaba ir a ese sitio, con tanta gente
Te llevaré de vuelta al laboratorio, conmigo
Agradece que no eres, todavía, mi enemigo.
—Adelante, Sin, adelante. Cuidado con pisar la alfombra. —El Subdirector jugó con un péndulo de Newton antes de seguir— de acuerdo a este reporte no has tenido progreso alguno con Carol. Por el contrario, cada día está peor que el anterior. Tendremos que darte el incentivo adecuado.
—¿I-incentivo? —sentías un escalofrío recorrer tu rostro.
—Sí. Mira esta rosa en la cúpula de cristal. Si no logras averiguar el pasado del espécimen antes de que caiga el último pétalo, sin trucos como robarle el diario y ese tipo de fechorías, tendremos que encontrarte otro uso.
—¡Todo menos eso! —rogaste— ¡Misericordia!
—Hasta que el último pétalo caiga. Ni un día más.
Entre más observabas el entorno, más bizarro era: el anciano doctor estaba sentado en un trono de oro y piedras preciosas, en lugar de bata llevaba un manto de púrpura, como el del despótico rey Franz Renoir. En su escritorio estaba una bola de cristal, reflejando todos los momentos en los que la chica estuvo a punto de destrozarte.
—¿Y bien, a qué esperas? Pídele que te cuente sus secretos. —Amenazó— ¿No ves que está aquí mismo?
En la mesa apareció una rana fijada a una plancha de disección, con alfileres. La peor sorpresa fue examinarla: se parecía en todo a Carol, incluidas las cicatrices y las venas varicosas. Una diminuta corona, fijada con suturas a su cráneo, brillaba bajo la lámpara.
"¡Ayuda!" "¡Ayuda!" gemía débilmente la criatura.
"Estoy soñando. Estoy soñando. Sólo es un sueño."
—¡Claro que es un sueño! —Dijeron a coro el viejo, la caricatura de Carol, y el trono. —Es un producto del etanol en tu cerebro. Y sí, estás viendo lo que tu cabeza te sugiere.
—Ya me lo figuraba. —Te llevaste la mano a la frente—. ¿Y por qué una rana?
—Es por tu nula empatía. —Respondieron todos a coro— Le tienes mucho pavor con algo de asco a Carol. No es para menos, ya son tres veces que has estado a punto de terminar duro y frío como un lavabo.
—Sí, ya lo creo que sí. Si el psicoanálisis acierta, deberían darme ustedes alguna solución ahora.
—Termina con esto, niño. Somos fragmentos de tu imaginación. Lo que ocurra allá afuera no es responsabilidad nuestra. Ya deberías despertar.
"¡Ay, mi cabeza!", lamentaba alguien en una silla rota, (es decir: tú) al salir del mundo del sueño. Frotaste muchas veces tus ojos para cerciorarte dónde estabas: de vuelta en el LAB-8.
—¿Ya se ha terminado tu embriaguez de dieciocho kilates? —la grave y profunda voz de Big Band era una tortura para tus oídos. Agradeciste que no fue la loca de morado la primera cosa vista en tan inoportuna ocasión.
Por respuesta, sólo te cubriste los oídos.
—Tienes mucha suerte, Sin —seguía inmisericorde— de no ser por alguien habrías terminado en serios problemas. Hay que saber cortar a tiempo.
—¡No tan alto! ¡No tan alto! —te quejaste— ¿A quién debo agradecer haberme salvado de las garras de Carol?
—De eso nada, pequeña migaja. Precisamente, fue Carol quien te trajo hasta aquí. Bueno, ella y su amiga la voluptuosa, para ser exactos.
Seguías incrédulo. Recordaste que el casco y la bolsa no estaban. Había un depósito por el primero, y perder lo segundo habría sido una catástrofe. Alarmado, te levantaste, para salir de inmediato en su búsqueda. Para fortuna tuya, las dos cosas reposaban cerca de la puerta.
—Ah, ya te has dado cuenta. Eso también se lo debes a ella. —El sujeto enorme puntualizó.
Seguías sin salir de tu asombro. El asombro dio paso a una emoción casi olvidada desde la mala hora en que te uniste a la organización. Estabas por salir cuando, otra vez, las palabras del cyborg te hiceron cambiar de ideas:
—Ya está durmiendo. Alguien más le dio sus medicinas. Y si fuera tú, tendría cuidado. Está algo enfadada. Sólo quería ir a esa fiesta por la insistencia de su amiga. O, deduzco, del parásito; los bocadillos gratis.
Regresaste al sitio, cabizbajo. "Me lo merezco por seguir con esos planes faltos de ética." —pensaste.
—Veo que no la comprendes. Te podría decir algo sobre su pasado, algo muy importante.
—¡¿En serio?! —Abriste los ojos en seguida.
—Detén tu carro. Todos aquí tenemos prohibido hablarte del asunto: las reglas son las reglas. Debes escucharlo de su propia voz. Hay un aspecto que ni siquiera yo conozco. Sirve de algo y averígualo, anda. No sé porque te habrán elegido, tal vez por ser de los más cercanos a su edad, o para ponerte a prueba. Aprende a llevar la cabeza, es lo único que puedo decirte.
Meditó en silencio unos instantes antes de salir. Mientras andaba, lograste escuchar unas últimas palabras suyas.
—Si no fuera por los colegas, ya me habría cortado de aquí. Avian era todo un personaje, sus suplentes no se quitan las gafas para nada.
Quedaste solo, ensimismado como cuando terminabas el trabajo de la noche y todos se habían retirado ya. Pensaste en la de problemas que te había ahorrado quien buscaba ejecutarte; cosa digna de mencionar era que siempre lograba detenerse.
Al final, lograste describir la sensación: estabas conmovido.
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Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)
FanfictionTras la derrota de la Skullgirl nada sería igual en New Meridian. Eso incluye a una pobre inocente usada como arma. ¿Podrá encontrar alivio a su tormento gracias a un sacrificado voluntario? Portada por @Sieben_Wege (NB: Cualquier cosa en esta hist...