Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)

Somos nuestras circunstancias

Yo y mis circunstancias, sólo soy ello.

Eso, y todavía con mi intacto cuello.

Tú, y lo que heredaste antes de tener barrera hematoplacentaria.

¡Qué burla! No sabes que participas en una trata armamentaria.

Pudiste ver algunas cosas algo peculiares cuando ya habías salido del "viaje" a la luna (con todo y la imaginaria vaca de los cuentos) para volver a tener los pies en la tie...en el agua, junto a una malcriada de rosada cabecita, todavía agitándose nerviosamente por vergonzantes razones. Realmente vergonzantes.

Algunos solían decir "La necesidad es la madre de las invenciones." No exactamente aplicable para el caso, pero a Umbrella le había llegado una idea ingeniosa, si bien, no carente de graves fallos. Y su idea fue empujar a nado a todo el conjunto, arma viviente y pasajero colado, en cierta dirección conocida sólo por ella. Si entendías bien, dividió cuanto había a su vista en cuatro, y pensó en apostar todo por un cuadrante, según su memoria e intuición. Aquello era, pese a todo, un acto más desesperado que meditado.

Las explicaciones sobraban para ti. Lo más que podías hacer era prestar humilde ayuda "paleando" con ambas manos. Tu catastrofista imaginación seguía aguijoneándote, imbatible. "Este pobre paraguas podría rendirse y nos iríamos de inmediato al fondo." "¿Y si una corriente nos hace naufragar?"

― ¡Uff! ¡Ya no puedo! ―A quien ayudaste a subir, de vuelta, tras avanzar algún trecho, estaba retorciéndose. Había llegado a los límites antes que al agotamiento físico. Una tontada, desde luego, preocuparse por algo así ante algo mucho más serio.

― ¡Adelante! No habrré sabido cualquierr cosa al rrespecto, si salimos de esta. ―Todo cuanto podías hacer era centrarte en el horro vacui, en otra dirección. Cuanto había en el otro lado era mar, nubes y poco más, quizás sólo una línea imaginaria. Realidad y fantasía cada vez se confundían más para ti.

― ¿Es lo que creo? ―Fue otro descuido tuyo el decirlo en voz baja con tu verdadera voz, pero no pareció darse cuenta. ― ¡Sí! Eso debe ser... ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Aguarrde, Eikel Zukel! ―e indicaste, justo a tu izquierda, una línea medio perdida en la lejanía. Podías estar teniendo puras visiones, medio enfebrecido por la desesperación. Si tal era el caso, debía ser una alucinación colectiva, como el "A las mujeres les gustan los hombres sensibles" y "Comprar reutilizable contamina menos".

Fuiste testigo de otro curioso fenómeno en ella. Primero, se puso pálida. A eso siguió una miosis extrema, inmediatamente una midriasis inalcanzable con ergotamina y, concluyó todo con otro descenso-ascenso a los abismos submarinos... de alguna forma volvió a ponerse en marcha, ahora sin importarle mucho si te caías. Tan sólo una lengua enorme te salvó de hundirte sin remedio en la alocada carrera por llegar a tierra firme. Cuando hay que ir, hay que ir.

El arribo a la orilla fue todo menos apacible. De hecho, fue una colisión tremenda que te arrojó varios metros, rodaste contra unos pedruscos y fuiste a dar sobre un montón de guijarros afilados. Habrías reventado miserablemente sin la armadura puesta.

A tu lado también había ido a dar Ungern, con todos sus ojos fijos en los tuyos, cómo pudiste comprobar al sacar un poco de agua del yelmo. Eso no era un atolón, ni un islote. Debía ser algo de gran extensión, como atestiguaban unas montañas nevadas bien visibles, tras las que parecía querer ocultarse el sol.

Y así estaba por concluir el primer día de la accidentada búsqueda, todavía sin vislumbrar éxito alguno. No, ninguno concreto. En el terreno de la fe abstracta, tampoco. Bueno, sólo una cosa, bastante menor en sí misma; ya tenías leves motivos para subirte algo la autoestima, habías obtenido una opinión algo mejor sobre ti mismo, al preferir afrontar algunas consecuencias en lugar de escurrir el bulto. El camino corto no siempre era el correcto.